Víctor de Currea-Lugo | 24 de noviembre de 2023
Especial para Le Monde Diplomatique – Colombia, desde el sur del Líbano.
Ninguna tregua es gratis y menos con Israel. Luego de 48 días de combates en los que se han roto varios mitos, se impuso un respiro. Los palestinos, por primera vez en semanas, pueden sacar sin tanto temor la cabeza, algunos han vuelto a sus casas arrasadas por Israel. Los que han intentado viajar hacia el norte han sido atacados.
La tregua se da en un nuevo marco político que destruye cinco falacias. Primer mito, Israel tiene un Ejército de primera. Lo cierto es que no pudieron evitar el ataque del 7 de octubre, reaccionaron muy tarde y no han logrado el avance que esperaban. Parece que no aprendieron de los errores identificados en 2006, cuando perdió la guerra ante Hizbollah.
Segundo mito, Hamas tiene muy poca capacidad. La verdad es que perpetró un ataque que requiere muchos meses de preparación y muchos recursos, su imagen internacional es ahora diferente y ha mantenido a raya al Ejército de Israel que no ha logrado por ahora tomarse la capital de Gaza. Según Hamas, hasta el momento habría destruido más de 330 vehículos militares y tanques israelíes.
Tercer mito, la guerra va a unir a los israelíes. Lo que se ve es un pérdida absoluta de la confianza en el Gobierno de Netanyahu. Unos pocos piden su cabeza por asesino, pero la mayoría pide su cabeza por inepto. El intento de Netanyahu de tener un enemigo externo para legitimarse adentro fue un grave error de cálculo.
Cuarto, los palestinos están fragmentados. Al contrario, prácticamente todos los sectores han puesto sus diferencias de lado y ha hecho un frente común bajo la consignas de no al genocidio y no a la ocupación. De hecho, vale recordar que son alrededor de 15 diferentes grupos armados, incluso con diferencias entre ellos, participando en los ataques.
Que los dirigentes árabes se queden quietos no es mito ni novedad, pero sí lo es que muchos gobiernos se han declarado prosionistas (como Suecia) y muchos han decidido hasta perseguir las muestras de solidaridad con Palestina (Francia, Alemania, Reino Unido).
Más allá de estos mitos que se derrumban, Israel le tocó aceptar la tregua porque la presión internacional ante su crueldad y la presión interna por los rehenes de Hamas no daba para más. En la medida en que se empantanó en lo militar, busca un respiro político. No es de ninguna manera un acto humanitario israelí, sino una más jugada en curso.
Palestina ha logrado poner incluso a un sector judío de varias partes del mundo a su favor o, por lo menos en contra de Israel. En el mismo sentido, se rompió la farsa de confundir sionismo con semitismo que, para un proyecto como Israel, que vive en parte de su imagen es un duro golpe. A pesar de los números de civiles asesinados Palestina ha tenido una gran victoria política.
La tregua enseña que se puede negociar con terroristas, me refiero a Israel; y que dolorosamente la violencia de la resistencia es eficaz para que decenas de mujeres y de menores de edad palestinos, detenidos injustamente, salgan de las cárceles israelíes.
Después de la tregua ¿qué?
Ya Israel había realizado treguas e intercambios. Al final de la guerra de 2006, horas antes del cese al fuego sembró de bombas racimo el sur del Líbano, así como antes de esta tregua volvió a bombardear sitios de civiles en Gaza.
En junio de 2003, cuando vivía en Jerusalén, fueron liberados 121 prisioneros, 100 de ellos estaban bajo detención administrativa, es decir: detenidos sin cargos, la mayoría de los cuales con órdenes de detención que expiraban ese mismo día o dentro de los siguientes 19 días. Solo uno era un prisionero político que había sido juzgado, pero la noticia fue contundente: Israel liberó más de 100 “terroristas”.
A un país que ha bombardeado hospitales a la luz del día, no puede dársele mucha credibilidad. La tregua no sólo permite que un grupo de civiles de ambos lados recuperen la libertad, sino también que los combatientes evalúen lo que se viene. Cuenta la presión internacional, el papel de los yemeníes, las hostilidades en la frontera entre Líbano e Israel y el aumento de la tensión en Cisjordania.
Estados Unidos claramente dice y dirá lo que Israel diga. Arabia Saudita, Turquía y Egipto no han salido de los lugares comunes. La Unión Europea ha seguido su mismo libreto pero, digamos, con más descaro: no hablar de ocupación, reducir Palestina a Gaza y Gaza a Hamas, y defender a Israel.
Pero las sociedades europeas, por lo menos una parte de ellas, van a contracorriente: el eurodiputado Manu Pineda anunció en sus redes sociales que: “Estoy en La Haya, en la Corte Penal Internacional, para entregar a la Fiscalía un dossier con todas las violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra cometidos por el régimen israelí en Palestina y especialmente en Gaza”.
Los gobiernos de Noruega y Argelia coinciden en subrayar el derecho de los palestinos de defenderse militarmente ante la ocupación israelí. América Latina ha hecho la diferencia, esta vez se habla en las calles árabes de Colombia, pero no por Pablo Escobar ni por Shakira, sino por la postura de Petro que aplauden tanto libaneses como palestinos.
La tregua es con Hamas, no con los yemeníes ni con Hizbollah; tampoco es de Israel con Cisjordania ni con Jerusalén Oriental. Ese alivio humanitario sin duda es importante, pero es de esperar que la guerra se reanude como se suspendió: con la mayor brutalidad posible.
Tampoco están en tregua los colonos israelíes armados que han aumentado su violencia contra los palestinos. Fuentes de prensa sostienen que el ministro de seguridad israelí, Itamar Ben-Gvir, ordenó mirar para otro lado y dejar que la violencia de los colonos continúe.
Lo cierto es que toda tregua que sea solo un respiro para volver a lo mismo que antes sería un fracaso. Lo militar tiene un límite y me resulta impensable el exterminio de más de 2,3 millones de palestinos en Gaza, más los otros millones de Jerusalén y de Cisjordania.
En este nuevo contexto son tantas las voces que presionan por una solución definitiva que puede hacer pensar que Israel está cavando su propia tumba, forzando lo que ha rehusado por años: la aceptación de la creación de un Estado palestino. Pero creo que, a corto plazo, seguirán razones para el pesimismo.