Víctor de Currea-Lugo | 1 de febrero de 2024
La ayuda a Palestina (que depende mayoritariamente de UNRWA) está cruzada esencialmente por dos debates: el de la disponibilidad de servicios humanitarios y el acceso a las víctimas.
En algunas guerras el problema es que no hay recursos para ayudar y en otras, además, que la dinámica del conflicto impide a las personas ser atendidas.
La ayuda humanitaria
En el caso de Gaza, la inexistencia de ayudas deriva de varias dinámicas: una economía palestina duramente golpeada por la ocupación israelí; el cierre de Gaza desde 2007, lo que afecta de manera crónica el acceso de alimentos y medicamentos; las medidas restrictivas impuestas a las organizaciones humanitarias; y la confiscación y destrucción de insumos humanitarios por parte de Israel.
El acceso está afectado en doble vía: tanto de las agencias humanitarias hacia las víctimas, como de estas a las ayudas. Son numerosos los reportes sobre restricciones de acceso a Gaza, especialmente en las últimas décadas, y tras la operación palestina de finales de 2023 quedaron reducidas a cero.
Si antes de la crisis la ayuda internacional era insuficiente, lo fue más después de ella. Acceder a las víctimas es un imposible en medio de bombardeos, destrucción deliberada de vías, ataques a ambulancias y a cuerpos de rescate, graves dificultades para acceder a combustible, falta de energía eléctrica para hacer funcionar de manera eficiente los servicios de salud, cortes al suministro de oxígeno hospitalario, daño en paneles solares, detenciones y asesinatos de personal de salud, incumplimiento por parte de Israel, durante la tregua de permitir el acceso de la ayuda humanitaria suficiente.
En los primeros 90 días de enfrentamientos directos no solo había una gran demanda de servicios de salud (miles de heridos, amputados, quemados, infectados), sino que el sector fue duramente golpeado: 326 trabajadores fueron asesinadas y 99 detenidos, a los que se suman 42 miembros de la Defensa Civil, todos ellos vitales en las tareas de rescate.
Además, hubo un corte en el suministro de medicamentos a pacientes crónicos (cáncer, hipertensión y diabetes), 30 hospitales y 53 centros de salud fuera de servicios por la ocupación y 121 ambulancias destruidas.
La evacuación forzada de hospitales generó la muerte de pacientes y la interrupción de tratamientos. Las afectaciones de la infraestructura civil llevaron a una caída dramática en el suministro de agua potable y de abastecimientos, máxime cuando hablamos de más del 90% de la población desplazada.
Los servicios de vacunación también quedaron interrumpidos, mientras el riesgo aumenta debido al desplazamiento y al hacinamiento. Una lista que refleja la crisis va desde cesáreas y amputaciones sin anestesia, condiciones de higiene totalmente inadecuadas para la atención de heridos, insuficiencia del personal de salud, aumento de casos de enfermedades transmisibles.
En este marco y no en otro es que debemos dar el debate sobre la solidaridad con Palestina. No se trata de un desastre natural, ni de una guerra simétrica, ni mucho menos de una batalla de la llamada “guerra contra el terror”.
Los trabajadores humanitarios (muchas veces subvalorados) juegan un papel concreto en esos casos, el problema es que hay lógicas burocráticas y oportunistas. La pausa humanitaria, aunque de pocos días, fue parte de la discusión sobre las salidas temporales que se pueden ofrecer a los palestinos.
La comunidad internacional cae en un juego perverso: la ayuda humanitaria dejó de estar enmarcada en los principios de imparcialidad y de independencia, para volverse moneda de cambio. Israel debería permitir el ingreso de la ayuda, independientemente de las acciones militares, pero, al contrario, lo que hace es ponerla como parte de lo negociable.
Es decir, las víctimas palestinas tienen que hacer “méritos” para ganarse el acceso a la ayuda; esa politización de los recursos de solidaridad internacional la hemos visto por décadas en diferentes guerras, a lo que subyace la idea de que hay civiles “inocentes” y civiles “culpables”.
El chantaje a Unrwa
Vale recordar que la agencia UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, creada antes de la ACNUR) cubre la atención a los refugiados palestinos, pero solo en cuestiones humanitarias, mientras el resto de los refugiados del mundo serían socorridos por ACNUR tanto en términos humanitarios como legales. Esta asesoría legal no cobija a los palestinos que están excluidos del derecho de los refugiados reconocido por la ONU.
A esto se suma, las declaraciones del ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Israel Katz, quien resumió así la mirada sobre esta agencia humanitaria de la ONU para los palestinos: “Los vínculos de UNRWA con Hamás, la provisión de refugio a terroristas y la perpetuación de su gobierno son innegables (…) Llevamos años advirtiendo: la UNRWA perpetúa la cuestión de los refugiados, obstruye la paz y sirve como brazo civil de Hamás en Gaza».
Y una exfuncionaria israelí, Nora Abdell, dijo algo similar: será imposible ganar la guerra “si no destruimos a la UNRWA” y “esa destrucción debe comenzar de inmediato”. El director de la OMS había ya hecho denuncias contra las acusaciones proferidas por Israel, de que esta organización perteneciente a la ONU era cómplice de Hamas.
Esa presión llevó al retiro de la financiación de UNRWA por trece países, lo que refleja varias cosas: el gran poder del lobby sionista para afectar incluso el funcionamiento de las instituciones humanitarias de las Naciones Unidas; la violación al debido proceso porque se retiró de sus labores a varios trabajadores acusados de colaborar con Hamas; la decisión de la comunidad internacional de sumar a la crisis humanitaria un castigo colectivo al suspender la ayuda a los palestinos y las pérdida de legitimidad de la agencia humanitaria ante las organizaciones palestinas y ante el mundo al ceder a la presión sionista.
Al mismo tiempo que se desfinanciaba UNRWA, Israel bombardeó civiles palestinos en Gaza que esperaban por la ayuda humanitaria. Por eso y otras violaciones de los derechos es que 80% de las personas en hambruna en el mundo están en Gaza, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos. También hay reportes que indican que Israel no solo atacó todos los hospitales de Gaza, sino que algunos de ellos los había convertido en bases militares.
Después de la CIJ
Israel, inmediatamente después de la decisión de la CIJ, dijo que continuará la guerra y que la Corte es antisemita. Si no respetaron los Acuerdos de Oslo que ellos firmaron ¿respetarán a una Corte que ya consideraron ilegítima?
A pesar de que la CIJ demandó a Israel tener mesura en sus acciones, lo que vimos en las siguientes horas, después de la primera decisión de la Corte, fue: ataques a civiles en Ramallah y Nablus, ataques de Israel en las áreas de los hospitales Nasser y Al-Amal en Gaza, aumento del nivel de hambruna, aumento del desplazamiento en la zona de Khan Younis, ataques a varias sedes de la Media Luna Roja Palestina, bombardeos a casas civiles en Geneina, detenciones de palestinos en Cisjordania y ejecuciones masivas en Khan Younis.
Dos conclusiones claras: Israel no cambió su comportamiento y no es posible implementar lo exigido por la CIJ sin un cese al fuego.
Publicado en Revista Raya