Víctor de Currea-Lugo / 10 de agosto de 2024
Luego de otra masacre de más de 100 civiles que se habían juntado este viernes a rezar, en una escuela que hace las veces de campo de refugiados, Oriente Medio está hundido en un momento de cinismo.
Bueno, siempre lo ha estado; el cinismo es una constante: basta ver los acuerdos de Oslo o el Plan de Partición de 1947; todo está lleno de un doble rasero y de una doble moral. El mundo se preocupa por un potencial ataque de Irán, pero no dice mucho sobre un real genocidio en curso.
Israel sigue atacando a sus vecinos; las armas al servicio de los sionistas golpean en el Líbano, Siria, Irán, Yemen y, por supuesto, Palestina. Y cuando Israel pasa una y otra vez las líneas rojas, entonces, Estados Unidos, la Unión Europea y hasta los gobiernos árabes salen a expresar su preocupación ante un eventual escalamiento.
No valen los miles de toneladas que han caído sobre Gaza, ni los más de 40.000 muertos, ni los miles de palestinos detenidos y torturados, ni las muertes por hambre. Lo que vale es que Israel pueda ser atacado y por eso el mundo sale a gritar “no al escalamiento”, dentro de una lógica de que amenazar a Israel es escalar, pero asesinar un centenar de palestinos no lo es.
No es escalamiento, ni siquiera un dato anecdótico, el asesinato de periodistas, de trabajadores humanitarios, de personal de salud, de trabajadores de UNRWA; nada de lo que hace Israel es escalamiento, pero lo es tan solo una amenaza en su contra. ¿Eso no es un ejemplo concreto de cinismo?
Se calcula que cada día 166 mujeres, en promedio, están pariendo en condiciones miserables; igualmente se considera que más de 10 niños quedan amputados al día por los bombardeos; esto sin contar a los que quedan destrozados y mueren. Pero nada de eso es escalamiento.
El riesgo de que Israel pague, aunque sea un poquito, por el genocidio les parece un escalamiento; eso sí pone en peligro la paz mundial. Me gustaría que eso traten de explicárselo a las familias de ese centenar de palestinos asesinados hace pocas horas.
Las potencias presionan para hablar de que, ahora sí, es hora de un cese al fuego; que ahora sí hay que pensar en un intercambio de prisioneros; ahora sí se invoca el diálogo. Pero que Israel asesine al jefe negociador de la resistencia palestina es un dato marginal para ellos.
El cinismo es la norma
Israel, embravecido, no quiso y no quiere leer la respuesta quirúrgica de Irán contra objetivos militares (no contra civiles), luego del ataque al consulado de Irán en Damasco; quiere hacerse el que no entendió el mensaje, pero no quiere que Irán le repita la lección.
Los pacifistas sionistas (que obvio, no lo son) y los tibios acusan a Irán: si ataca será el responsable del escalamiento; que lo mejor que puede hacer por la “paz mundial” es abstenerse.
Así las cosas, si se desata una nueva fase de la guerra, no será por los 76 años de ocupación, ni por la limpieza étnica contra los palestinos, sino simplemente porque Irán no dejó que le siguieran tocando las narices.
Leen la realidad sacando de la ecuación el asesinato de Ismail Haniya, el ataque a bienes civiles en el Líbano y Siria, la violación de la soberanía iraní y, por supuesto, el derecho a la legítima defensa y a la resistencia, ambos reconocidos en el derecho internacional. La paz es, en el cinismo que reina, no atacar a Israel.
Hoy el derecho ese, el que sea, no sirve, ni siquiera como marco de análisis, muchos menos como marco de acción. No será Estados Unidos, el inventor de los “combatientes ilegales” (categoría que no existe en el derecho) con la que justificó la creación de Guantánamo, el que nos dirá el valor del derecho. Ni tampoco Israel, promotor de la Convención contra el Genocidio, que hoy no es sino letra muerta.
Irán no solo tiene derecho a responder, así de claro, sino que visto lo visto, la última masacre de un centenar de civiles y el triunfo del cinismo, creo que tiene la obligación de responder. Alguien tiene que parar esto, y eso no lo hará ni la ONU, ni las potencias.
No responderá en solitario, sino como parte de la resistencia. Lo que se espera es que la resistencia responda como un todo: desde El Líbano, Irak, Yemen, Irán y Palestina. Con diferentes velocidades e intensidades, pero de manera coordinada.
Es cierto que la guerra está prohibida en el derecho internacional, pero hay dos excepciones: el derecho a la legítima defensa y el derecho a la resistencia. Pero eso no importa a los gobiernos árabes que se preocupan más porque la guerra afecte a Israel y no porque Israel borre del mapa a Gaza.