Víctor de Currea-Lugo | 6 de agosto de 2016
No le creo a Santos y la paz que se viene tiene algo de trampa, pero votaré por el Sí. Y no es una contradicción sino la consecuencia lógica de conocer este país, otras guerras y (en algo) a la especie humana.
Hay un pacifismo que me genera desconfianza, algunos esconden su cobardía en la bandera de la paz. Yo no soy pacifista, justifico la opción violenta en Siria, Palestina y Darfur; es más, el Estado es violento, de hecho se ufana de ser el monopolio de la fuerza.
El problema es que la violencia como mecanismo político, aquí y ahora, no ofrece ni una solución ni una forma de acumulación política. El Estado aquí no pudo vencer a las guerrillas como sí fue posible en Sri Lanka y Perú, donde además las causas de la rebelión siguen intactas y el costo de acabar con los grupos armados se midió en miles de civiles muertos.
La guerrilla en Colombia no pudo tomarse el poder. Esto no fue Cuba ni siquiera el proceso de acumulación política estando en armas en El Salvador o Nepal. Aquí lo rebeldes no golpearon golpearon a sus enemigos como en Nicaragua, ni defendieron a los civiles como en Ruanda.
Este tratado de paz a plebiscitar no es ideal (bueno, ningún proceso de paz lo es). Lo que se firma no es la paz completa sino el fin de la guerra con las FARC; no de LA guerra pues no está allí el ELN ni los paramilitares. La paz, esa que soñamos de justicia social y equidad, tampoco aparece. Y no vendrá de la mal llamada Paz Territorial, que es el nuevo nombre del Plan de Consolidación.
Santos y su neoliberalismo es igual a los enemigos de la paz que salen, cual soldados del Estado Islámico (es decir: llenos de odio y dispuestos a cortar cabezas), a ondear banderas negras. Lo minero-energético, la corrupción y la desigualdad no tendrán respuesta en esa paz que hoy nos piden apoyar. Incluso, esta paz tan breve es posible que Santos la traicione.
Consciente de todo eso, voy a votar por el Sí, porque, aquí y ahora, la guerra no es alternativa. Es tristemente posible que haciendo política legal sigan los muertos, pero haciendo la guerra, las muertes inútiles serán una certeza. Con el plebiscito habrá menos muertos y eso no es poca cosa. El día siguiente al fin de esta guerra la leche no estará más barata, pero podremos ir a comprarla con menos zozobra. La movilización social sin guerrillas seguirá siendo perseguida, pero con guerrillas no se acumula políticamente más.
Y votaré Sí porque los que hoy claman por la paz han visto la guerra de frente, mientras que en el lado de los que proponen el No, están algunos de los responsables de masacres y desapariciones, los que queman libros, persiguen homosexuales, mienten sobre los acuerdos de La Habana, rechazan la restitución de tierras a los desplazados y apoyan al paramilitarismo. En resumen, está lo más granado del racismo, clasismo y sexismo de Colombia. Y solo eso, sería una razón suficiente para votar por el Sí.