Víctor de Currea-Lugo | 19 de febrero de 2012
Suenan tambores de guerra entre dos enemigos, que no siempre lo fueron. Una mirada incisiva a la escalada irresponsable de Israel que podría terminar en una conflagración sin precedentes.
De nuevo Israel e Irán están enzarzados en el riesgo de una guerra. Israel ha amenazado a Irán desde 1988, así que las tensiones de ahora no serían nada nuevo si no fuera por el eco que la campaña contra Irán está teniendo en muchos círculos: la Unión Europea decidió no comprar más petróleo iraní y está a la caza de nuevos proveedores (España, por ejemplo, comprará petróleo a Arabia Saudita), decisión que fue contestada con la amenaza iraní de cortar desde ya la venta de petróleo a Europa.
Obama ha ordenado el bloqueo de todos los activos del gobierno iraní en Los Estados Unidos, y su Secretario de Defensa, León Panetta, anunció que “hay una gran posibilidad de que Israel ataque a Irán en abril, mayo o junio”.
No siempre fue así: Israel tuvo fuertes lazos con Irán durante la época del Sha, amigo de Los Estados Unidos. En 1948, Irán reconoció al naciente Estado de Israel y le vendió petróleo luego de la guerra de 1967. Una vez derrocado el Sha por la Revolución Islámica de 1979, la hostilidad ha sido mutua. El apoyo iraní a Hizbollah y a Hamas ha aumentado la brecha entre ambos países.
Hablar de Irán implica advertir que cualquier argumento pasa por el filtro de décadas de mala prensa contra el país de los Ayatolás. A lo cual se suma la islamofobia creciente: hasta Angelina Jolie hace poco llamó a los árabes a no convertirse en “satélites de Irán.”
Además, los discursos iraníes han servido a estos propósitos. En el pasado, Irán se refirió a Israel como el pequeño Satán (siendo Los Estados Unidos el gran Satán) o como un cáncer. Mahmud Ahmadineyad ha negado el Holocausto y dijo que “el régimen que ocupa Jerusalén debe desvanecerse de la página del tiempo” —frase traducida inicialmente en forma errónea como “Israel debe ser borrado del mapa-«.
No hay pruebas
El argumento israelí es peligrosamente simple: detener el programa nuclear iraní manu militari, mediante acciones unilaterales. El programa nuclear iraní no es nuevo, fue iniciado durante el gobierno del Sha, con apoyo de Los Estados Unidos; en ese momento no se puso en tela de juicio el derecho de Irán a acceder a la tecnología nuclear, basado en el artículo 4 del Tratado de No Proliferación (TNP).
En el informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), de noviembre de 2011, no hay pruebas de que Irán posea armas de destrucción masiva (como se dijo en la guerra contra Irak en 2003). Las “pruebas” giran sobre la presunción de que Irán tiene “información para hacer la bomba”, basadas en lo que dicen terceros, y no en hallazgos oficiales de la OIEA.
El ministro sueco de Asuntos Exteriores Carl Bildt, ya había dicho que “no existen informaciones que prueben que Irán busca fabricar armas nucleares”. Recientemente, Leon Panetta (el ya citado Secretario de Defensa de Los Estados Unidos) dijo que Irán sí continúa enriqueciendo uranio, pero que de los informes de inteligencia “no se desprende que se haya tomado la decisión de proceder con el desarrollo de un arma nuclear”.
Y el director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, Teniente General Ronald Burgess, reconoce que es “improbable que Irán inicie o provoque un conflicto”, declaraciones que contradicen frontalmente la justificación de las sanciones contra Irán.
Por su parte, el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolái Pátrushev, le bajó el tono a la paranoia frente a Irán al recordar que “llevamos muchos años escuchando que los iraníes tendrán la bomba atómica prácticamente la semana que viene. El componente militar del programa iraní, sin embargo, no ha sido demostrado por nadie».
Israel sí es atómico
Pero aun si las pruebas llegaran a existir, el debate no puede limitarse a que Irán tenga armas atómicas cuando ya hay un país en la región que las posee. En efecto, son conocidas las pruebas dadas al periódico The Sunday Times por el técnico nuclear israelí Mordejái Vanunu, que demuestran que Israel ya tenía bombas nucleares en 1986. Por revelar este hecho, Vanunu estuvo condenado a 18 años de prisión.
Como dice Richard Falk, el Relator Especial de las Naciones Unidas para los Territorios Ocupados de Palestina, “es Israel, y no Irán, el que debe estar sujeto a sanciones”. Si se trata de un Oriente Medio sin armas nucleares, empecemos por Israel, que tendría cientos de ellas. Resulta sospechoso que a pesar de la brutalidad de Israel en Gaza durante 2008, nadie ponga en tela de juicio su derecho a tener armas nucleares.
La idea de una “Zona Libre de Energía Nuclear” (incluyendo a Israel) es compartida por el 64 por ciento de la población israelí, aunque un 43 por ciento respalda un ataque a Irán. A diferencia de Israel (que sí posee armas nucleares), Irán es miembro del Tratado de No Proliferación (TNP) y el OIEA jamás ha probado la existencia de armas nucleares en su territorio.
Acciones hostiles
Las agresiones ya empezaron con sobrevuelos de aviones no tripulados de Los Estados Unidos sobre territorio iraní, el asesinato de cinco científicos nucleares entre 2007 y 2012, y el atentado contra el director de la Agencia Atómica de Irán, Fereydun Abbasi-Davani, en noviembre pasado. Israel podría estar detrás de tales crímenes, según Ilan Mizrahi, exdirector del Consejo Nacional de Seguridad de Israel y exsubdirector del Mossad (servicio secreto israelí).
Además está el caso del virus informático Stuxnet: el 60 por ciento de los computadores infectados está en Irán. Según el New York Times, el virus fue creado por la CIA y el Mossad. A esto se suma la presencia de tres portaaviones de Los Estados Unidos en el Golfo Pérsico y del destructor más moderno de la marina del Reino Unido. Y, para cerrar el círculo, nuevas normas de Los Estados Unidos buscan bloquear las operaciones financieras iraníes.
En este contexto, es curioso que las preocupaciones de Estados Unidos en relación con la crisis en Siria no obedezcan a la violencia ejercida contra civiles por el gobierno, sino a contar con una plataforma más sólida para un eventual ataque contra Irán, además de quebrar el eje Irán-Siria-Hizbollah.
Otro de los argumentos contra Irán es, además de que pueda usar argumento nuclear contra Israel, el riesgo de que este país podría entregar armamento nuclear a Hizbollah y a Hamas (y algunos delirantes dicen que hasta a Venezuela), ignorando el hecho de que transportar armas nucleares no es tan fácil como mover fusiles automáticos.
El problema no son las armas nucleares en sí, sino quién las tiene: en el caso de Pakistán, por ejemplo — que las tiene sin dudas —se trata de un país musulmán, aunque ambos problemas son ignorados en cuanto es aliado de Estados Unidos.
En el caso de Corea del Norte y a raíz de las denuncias sobre Iraken 2003, quedó claro que es mejor tener que no tener armas nucleares: Corea no corre el riesgo de ser invadida, como lo fue Irak.
Hay otros países que tienen capacidad nuclear suficiente como para pasar del uso civil al militar: Japón, Alemania — y en América Latina, Brasil y Argentina —pero ninguno de estos países (y mucho menos Israel) ha sido sometido a los controles y a la mala prensa que hoy azotan a Irán.
Si las medidas de la comunidad internacional contra Irán se dan independientemente de que haga uso militar de su eventual capacidad nuclear o no, nada hará pensar que renunciar a dicho uso le traería a Irán algún beneficio, así que probablemente optaría por desarrollar su capacidad militar.
La economía global se vería seriamente afectada por una guerra contra Irán, el quinto productor de petróleo del mundo, no sólo debido a cortes en las líneas de transporte de crudo (por el estrecho de Ormuz cruza el 40 por ciento de la producción mundial), sino por otro tipo de impactos, como ataques a las instalaciones petroleras (recordemos los que hizo Irak antes de retirarse de Kuwait en 1991).
Alborotar el avispero
Hay que distinguir por lo menos tres niveles en el debate: el acceso a la energía nuclear, el desarrollo militar de tal energía y su uso militar. Pero, así se trate de tres cosas distintas, Israel insiste en la amenaza nuclear para justificar sus acciones y se erige así en adalid de la mal llamada “guerra preventiva”. Este argumento ya lo ha esgrimido contra Líbano varias veces, y contra Gaza en 2008, para justificar el muro que encierra a los palestinos y el asalto a la Flotilla de la Libertad en 2010. Es decir, ni en el derecho ni en la realidad tiene justificación la tesis israelí.
En el marco de la campaña electoral de Obama — y reconociendo el peso político y económico del lobby judío junto a una progresiva pérdida de respeto hacia Los Estados Unidos por parte de Israel — atacar o no atacar a Irán es cuestión de votos.
La lógica israelí de que un ataque aceleraría un “frente interno” contra el gobierno de Irán, de que los árabes permanecerían al margen—porque al fin y al cabo los iraníes son mayoritariamente persas— y de que Los Estados Unidos y la OTAN acudirían en su auxilio, son premisas que deberían ser matizadas ante hechos como la unidad de la nación iraní, tanto religiosa como culturalmente frente a un ataque extranjero, la percepción de muchos árabes que ven a los persas como hermanos en tanto musulmanes, y la seguridad de que Turquía –miembro de la OTAN – no movería ficha alguna para proteger al ocupante de Palestina.
Según la Biblia, el judío Sansón echó por tierra el templo donde estaba diciendo: “muera yo con los filisteos” (es decir, los palestinos de hoy). La “Opción de Sansón” término en uso desde 1960, es la amenaza israelí de morir matando.
Una decisión militar debería tener en cuenta que durante la guerra entre 1980 y 1989, Irán peleó prácticamente solo contra el resto del mundo que apoyaba a Irak, y la cosa quedó en tablas. En la guerra de 2006 entre Israel y Hizbollah, el Reporte Winograd –informe oficial de Israel– demostró las graves debilidades militares de Israel, que finalmente le obligaron a aceptar la mediación de la ONU, por lo que algunos dudan que el ejército israelí haya tenido avances significativos para comenzar a otra guerra.
Así que una vez sacudido el avispero, Israel dependerá de Los Estados Unidos, que correrá en su auxilio, como cabe esperar. Es posible que, en menor medida, Hizbollah y Hamas hagan otro tanto y en la calle árabe vuelvan a arder las banderas israelíes y estadounidenses.
Publicado originalmente en Razón Pública