Víctor de Currea-Lugo
El pasado 25 de octubre, un líder indígena fue asesinado. Inicialmente no había claridad sobre los responsables, aunque los familiares señalaron al ELN. Dos días después el Frente de Guerra Occidental explicó los hechos así: “El gobernador Aulio Isaramá Forastero se niega a caminar y se abalanza sobre uno de nuestros guerrilleros, con el trágico desenlace conocido”. Pero los hallazgos de Medicina Legal contradicen esta versión.
Quiero precisar que la institución de Medicina Legal, por lo menos su actual dirección, no ha estado nunca al servicio de la manipulación: no lo hizo cuando la masacre de Tumaco hecha por la policía, ni tampoco cuando los combates de Güicán, donde se intentó calumniar al ELN, en octubre de 2015. Entonces, no tengo por qué dudar ahora del dictamen médico-legal.
El líder fue asesinado por la espalda, con dos disparos de fusil, a quemarropa, con el tórax desnudo y sin signos de lucha. Según Medicina Legal el crimen se produjo “en condiciones que pueden constituir un estado de indefensión”.
El grupo armado se justificó diciendo que: “En ningún momento se había impartido orden ni autorización para atentar contra la integridad física del señor gobernador Aulio Isaramá. La unidad guerrillera que lo detuvo solo tenía como propósito una investigación”. El problema es que los elenos no pueden, menos en medio de un cese al fuego que busca aliviar la situación humanitaria de la población civil, detener civiles ni asesinarlos. El ELN cometió un crimen de guerra. Así de simple. Y puede cometer otro más: el de faltar a la verdad.
Es cierto que los elenos pidieron perdón así: “Lamentamos profundamente el hecho y pedimos perdón por este doloroso caso a sus familiares y allegados y comprendemos sus palabras de dolor por lo ocurrido”, pero eso no basta hoy por hoy. Queda en el aire una pregunta: ¿Fue una decisión de la unidad guerrillera o una consecuencia de las orientaciones del mando del Frente Occidental?
El gobierno, en un censurable oportunismo, quiso presentar la ausencia del movimiento indígena en las audiencias en curso, sugiriendo que era en protesta por esta muerte; aunque esto no es cierto ya que no fueron por estar en la Minga Nacional, sí es verdad que el movimiento indígena está dolido con el ELN y con razón.
De hecho, el 30 de octubre, la Mesa Indígena del Chocó, demandó: “Al ELN, su salida inmediata de los territorios ancestrales de los Pueblos Indígenas, respeto a nuestras leyes propias, enmarcadas en la Autonomía y Gobernabilidad, para no ser víctimas del reclutamiento, desaparición, amenazas, detenciones, engaño, confinamiento, desplazamiento, asesinatos y su negocio de cultivos, producción y comercialización de ilícitos”. No basta pues con pedir perdón, claro y directo, ni con la aceptación plena de responsabilidades; es necesaria la reparación hacia el movimiento indígena del Chocó y el respeto por las autoridades indígenas y sociales.
Luego de los graves hechos de Chocó y de otras recientes denuncias en su contra (extorsión, reclutamiento de menores), se impone una pregunta para los elenos: ¿estos actos son tendencias de sus colectivos o hechos aislados? Y ellos tienen que responderle eso al país. En palabras de Uriel, comandante del Chocó: el ELN debe comprometerse “a un ejercicio de reflexión a todos los niveles internos para que hechos como este no se vuelvan a repetir”.
Una de las banderas de la Delegación del ELN en Quito ha sido defender la vida de los líderes sociales y estoy seguro que lo hace con total convicción, por eso es aún más grave este crimen: porque contradice lo expuesto por los elenos, porque muestra unas tensiones internas de ideas y de métodos, porque desconoce la orden del Comando Central de respetar el cese acordado y porque pone en tela de juicio el poder de la Delegación para firmar y el del COCE para dar orientaciones.
Lo que está en la mente de muchos colombianos no es la masacre de Tumaco sino el asesinato del líder indígena. Eso no será del todo justo pero es verdad. El ELN no puede justificar sus crímenes por comparación con lo que haga su enemigo por una sola razón: los elenos han prometido ser diferentes. El mismo Pablo Beltrán me dijo, en una entrevista, que si uno empieza a parecerse en el modo de actuar al enemigo, debe repensarse.
Después del secuestro prolongado de Odín Sánchez que aplazó la instalación de la Mesa de Quito por casi un año, de la bomba de la Macarena que hizo pensar a algunos miembros del gobierno en suspender la Mesa, este asesinato (en el desarrollo de un cese al fuego) es muy grave. El ELN tiene que garantizar la no repetición.
Es cierto que en el ELN hay tensiones y no fracturas, pero hay que preguntarse seriamente si con el avance de la negociación dichas fracturas serán inevitables. El problema es si el Frente de Guerra Occidental, que acató en sus declaraciones el cese al fuego, lo va a hacer también en la práctica; si sus comunicados que terminan firmados con la frase “juramos vencer” representan a los elenos como un todo o solo a la dirección de su Frente. Es cierto también que en todo proceso de paz hay disidencias y las habrá en el ELN, pero el asunto es si esas disidencias pueden, desde ya, llevarse por delante la voluntad de paz de una parte de esa organización que parece ser mayoritaria.
En un escenario políticamente adverso y unos medios de comunicación contrarios a la paz, hoy la imagen pública del ELN es fruto en buena parte de sus propios errores y eso afecta el proceso de participación social en curso que busca, precisamente, sacar las armas de la política.
Ojalá el ELN en general y el del Chocó en especial escuchen (repito) lo que dice Uriel: que deben comprometerse “a un ejercicio de reflexión a todos los niveles internos para que hechos como este no se vuelvan a repetir”. Pero esa reflexión solo puede nacer del examen real de sus relaciones con la población civil, especialmente en Chocó. Y no debe quedarse en una reflexión interna sino en una toma de medidas de reparación inmediatas y contundentes.
P. D. Nada de esto debe usarse para disminuir ni mucho menos para negar los graves ataques en contra de la integridad física de los presos políticos, entre ellos los del ELN, por parte del Inpec, sucedidos en los últimos días. Esto también es una muy grave violación al cese al fuego porque el alivio humanitario a los detenidos es uno de los compromisos del gobierno.
Publicado en Las 2 Orillas