23 de septiembre de 2016 | Víctor de Currea Lugo
Los procesos de negociación en las guerras pueden empezar por los grandes actores que arrastran a los más pequeños o por agendas modestas que avanzan a temas más complejos. En el caso de Afganistán, previos intentos de paz se han visto afectados por el asesinato de voceros del Gobierno, la continua acción militar de Estados Unidos contra los civiles y la dificultad para lograr puntos de encuentro de cara a islamistas radicales. Hasta hace poco, todos los intentos de negociación habían fracasado.
De hecho, preocupa la cantidad de recursos invertidos, a través del Programa Afgano de Paz y Reintegración, para buscar conversaciones con los diferentes grupos, sin resultados concretos. A su favor, mencionan los más de 10.000 rebeldes que se han acogido a los programas de desmovilización. Pero esos avances no compensan los reportes de asesinatos de miembros de los Comités Provinciales de Paz, en 17 de las 34 provincias del país, según el Alto Consejo de Paz.
Recientemente, la organización armada Hezbi Islami (el Partido Islamista) firmó un acuerdo de paz con el Gobierno. Esta organización tiene en sus genes la política de los Hermanos Musulmanes y la propuesta de crear un gobierno islámico, por lo que sí es un referente para hablar con grupos radicalizados.
La propuesta de paz incluye el cese de hostilidades, el reconocimiento político del grupo y la búsqueda de suspender las medidas contra su líder, Gulbuddin Hekmatyar, por parte de Estados Unidos y de la ONU. Nadie negocia a cambio de nada.
A diferencia de los procesos de Ruanda o Sudáfrica, este acuerdo no prevé ningún castigo para el líder, llamado “el Carnicero de Kabul” y uno de los más notorios “señores de la guerra”, lo que ha generado críticas. A pesar de esto, un sector importante de líderes tribales y voceros sociales de la provincial de Paktika respaldaron de manera sólida la propuesta de paz.
La intención planteada, tanto por Hezbi Islami como por el gobierno afgano, es que el modesto acuerdo ahora firmado sea un ejemplo para otros grupos. Tratar de crear una tendencia política en favor de la paz, a pesar de las desconfianzas, podría ser una alternativa para incorporar a otros grupos. Pero la dinámica de la guerra se mantiene: un día después de la firma, 69 rebeldes de diferentes grupos murieron en combate, según fuentes oficiales.
En todo caso, el fracaso de las políticas impulsadas por Estados Unidos desde 2001 (su plan de consolidación elevado a propuesta de posguerra) sigue pesando. Tales políticas han tenido tres errores: focalizarse sólo en unas regiones, ser proyectos a corto plazo y hacerlo sin participación de la comunidad. Más allá de lo que se firme, la paz esperada por la sociedad civil se mide en políticas sociales que siguen siendo una asignatura pendiente.
Fotografía: Collage que demuestra la fuerza armada extranjera y las visitas de diplomáticos estadounidenses a Afganistán. / Officer
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