La posguerra en Sri Lanka

Víctor de Currea Lugo | 29 de septiembre de 2016

En Sri Lanka no hay un posacuerdo porque no hubo acuerdo. La crueldad de la guerra se impuso a la salida negociada. El conflicto armado dejó graves secuelas entre la población, especialmente a los tamil. Hubo varios intentos de negociación que fracasaron hasta que se impuso una salida militar, con un apoyo de un sector de la sociedad y con graves violaciones de derechos humanos. Hoy no hay un conflicto armado, pero las causas de la guerra están ahí.

La agenda socioeconómica en la posguerra tiene, por lo menos, dos dimensiones: reparar lo perdido por las hostilidades y prevenir nuevos levantamientos armados. Los gobiernos posteriores al triunfo militar sobre los rebeldes sólo han apuntado a la primera dimensión, reducida a ciertas reparaciones regionales, por demás limitadas.

Aparte de esos esfuerzos, el eje principal del posconflicto ha sido el “Marco Nacional para la Reintegración de Excombatientes en Sri Lanka”, donde ha contado la voz de los antiguos rebeldes. Los programas han estado enfocados en formación vocacional, reintegración social y la financiación de pequeños proyectos económicos (lo que fracasó en El Salvador).

La construcción de paz no se limita a qué hacer con los excombatientes. La guerra parece ser percibida por las élites de Sri Lanka como un atajo usado por los rebeldes para acceder al poder y repiten lo de algunos teóricos: el problema de los rebeldes es “su interés egoísta”, y poco más, por eso bastaría con ofrecer ciertas dádivas a los excombatientes.

El Gobierno de 2009 a 2015 fue calificado como “militar vestido de civil”. En las presidenciales de 2015 estuvo a punto de ser elegido por segunda vez el presidente que salió triunfante de la guerra: Mahinda Rajapaksa. Hubo paranoia del fraude y miedo al cambio.

El país es el mismo, pero la prensa no lo muestra así. Un periodista me decía en Colombo, en 2015, que “cerca del 65 % de los ingresos de los medios, por publicidad, vienen del Estado (bancos, loterías, etc.) y por eso ningún medio se atreve a criticar al Gobierno”.

Los esfuerzos de recuperación han estado en manos del ejército, a tal punto que hay preocupaciones por la militarización de la vida civil. Programas de obras de infraestructura, educación y desarrollo han sido apropiados por los militares con un gran sesgo de adoctrinamiento a la población beneficiada.

Un antiguo funcionario estatal me habló de la “regla del 10 %”. Y un columnista del periódico local Daily Mirror informaba que entre los empresarios era generalizado el sentimiento de corrupción y nepotismo del Gobierno.

La sociedad está polarizada por razones religiosas y étnicas. Los tamil esperan una reconciliación basada en el acceso a la tierra y la desmilitarización de sus relaciones con el Estado; los musulmanes piensan en el retorno a sus hogares, de los que fueron desplazados, y garantías de seguridad, y la sociedad organizada enfatiza en la justicia con los miles de desaparecidos. El país es el mismo, pero la prensa hace bien su tarea; ni siquiera por voluntad propia (que no la tiene) sino por mandato del poder que le encomendó hacer su propaganda.

Fotografía:  Los civiles están siendo desplazados de partes de los distritos de Kilinochchi y Mullaitivu como resultado de la ofensiva militar del ejército de Sri Lanka. Hay 350.000 personas desplazadas en Vanni. El gobierno de SL ordenó a las ONG internacionales y de la ONU que abandonaran el área en septiembre de 2008.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/opinion/la-posguerra-en-sri-lanka-columna-657595