Las cuentas del ELN

“La decisión del Eln de crecer en poderío militar no necesariamente puede ser leída como una negación del proceso de paz”: De Currea-Lugo. / Reuters
“La decisión del Eln de crecer en poderío militar no necesariamente puede ser leída como una negación del proceso de paz”: De Currea-Lugo. / Reuters

Víctor de Currea-Lugo | 4 de julio de 2019

Un experto en conflictos analiza por qué, a diferencia de las FARC, es poco probable que el ELN opte por un cese unilateral de hostilidades.

En toda guerra y en todo proceso de paz, los actores armados hacen cuentas, suman y restan. El ELN no es la excepción. Y sus cuentas hoy no sólo están girando sobre sus propias posibilidades sino, entre otras cosas, sobre el proceso de La Habana.
A pesar de que algunos sectores mal intencionados y/o mal informados insistan en que “se les está entregando el país a las FARC”, nada de lo acordado toca la estructura de poder político y económico del país. De hecho, los puntos más progresistas de la agenda están dentro de los llamados “congeladores” que el ELN percibe más como un depósito de neveras que como una oportunidad de paz con justicia social. Las FARC les estarían saliendo baratas a las élites; los elenos lo leen así y hacen cuentas.
En ese marco, el quinto congreso de este grupo se preguntó por la voluntad de paz y su respuesta fue, esencialmente, de desconfianza. Pero su avance no fue poco: tuvo una voz unificada, discutió el cese de las armas y legitimó hacia adentro la puerta a un diálogo. Mucho para el ELN, pero poco para el Gobierno. Proponer una paz cercana a la rendición no cabe en la lógica elena.
Una falsa premisa es creer que las guerrillas entran en serio a la negociación cuando están 100% convencidas. Eso fue cierto para el caso del M-19, el Epl y otras organizaciones que negociaron en los años ochenta: fueron procesos en los que la guerrilla iba a acordar una desmovilización decorosa, con una decisión predeterminada y que, prácticamente, no dependía de la posición del Gobierno. No es el caso del ELN, al que algunos acusan de no tener voluntad de paz y dicen que, por eso, la paz ya está condenada al fracaso.
La decisión del ELN de crecer en poderío militar no necesariamente puede ser leída como una negación del proceso de paz. Es esperable que, mientras la guerra sea la única certeza, una organización armada busque fortalecerse. A diferencia de las FARC, es poco probable que el ELN opte por un cese unilateral de hostilidades. El ELN está listo para la paz y también listo para la guerra. Y hace cuentas en las dos direcciones. En el Caguán el Gobierno pactó hasta el despeje de una región para avanzar en una negociación, al tiempo que realizó la mayor reingeniería y fortalecimiento del Ejército.
Hay un camino intermedio: la construcción de esa voluntad, fruto de la movilización social, a lo cual el ELN sería susceptible. Contaría mucho una movilización apoyando la paz con el ELN, pero no dirigida sólo a este grupo sino a las dos partes del conflicto. La satanización no es buena consejera.
Vale ahondar en esto último: tal vez una de las cosas que molestan al ELN es la incapacidad de muchos a hacer un llamado de igual naturaleza al Estado a favor de la paz. Parece que el ELN tiene que negociar sin que las élites tengan que hacer esfuerzo alguno; esta misma lógica aparece al momento de analizar la responsabilidad en los retrasos del proceso. Esto demuestra un trato que desestimula la paz con ellos al sentir un desconocimiento de su naturaleza como actor político. Una cosa es hablarle al ELN, lo cual han hecho académicos y periodistas, y otra es ordenarle lo que tiene que hacer, máxime sin preocuparse por conocerlo. Está formado por radicales, pero no por adolescentes.
Hay dos cuentas aún más relevantes para el ELN: un nuevo modelo de paz y un nuevo modelo de DDR (desarme, desmovilización y reintegración). Diferente a cualquier otra experiencia, la propuesta es que la sociedad sea parte activa y deliberante del proceso de negociación. Esto es inédito, mas no por eso imposible. Será de mucha dificultad procedimental, aunque no política, si hay la voluntad del caso. La legitimidad del proceso estaría garantizada y la discusión de temas nacionales también, pero eso asustaría a la élites que ya temen al proceso con las FARC.
El ELN no tiene la respuesta a la pregunta sobre cómo participaría la sociedad y las cuentas las hace partiendo de lo que la misma sociedad puede aportar. Como me decía su primer comandante, Nicolás Rodríguez, en la entrevista hecha para El Espectador: “No tenemos la varita mágica para inventar las formas, los métodos o mecanismos de cómo van a participar, y consideramos que parte de esa construcción la desarrollan (ya algunos lo están haciendo) las mismas comunidades o sus organizaciones”.
Con relación al DDR, el ELN tiene una postura radical: no piensa en desarmarse sino en “dejar de usar” las armas, aunque ese punto no debería ser un obstáculo porque eso lo han planteado muchos grupos en las fases previas de la negociación y, segundo, porque las armas no se disparan solas. El ELN extiende el debate sobre el uso de las armas a la violencia estatal y, por tanto, a la discusión de la doctrina militar y de la política de seguridad y defensa. Sin querer hacer trampa al debate real, entrar al mismo tema mediante otras opciones (por ejemplo, el problema de la no repetición) podría desatascar el proceso.
Sobre la desmovilización, el ELN no aspira a tener “casas de desmovilizados” ni a pedir prebendas para sus combatientes, además que rechaza la palabra desmovilización y en cambio plantea seguir políticamente movilizados. Y sobre la reintegración, el ELN no la contempla, pues se considera parte integral e integrada a la sociedad. Es posible que opte por proponer una disolución en espacios políticos sin entrega de armas en público y sin dejarse contar.
Las declaraciones del ELN en los medios tienen un tono, pero eso no es sin duda el tono en la mesa. Es necesario distinguir entre lo que se dice en los micrófonos y lo que se dice en una mesa de negociación; eso es usual en los procesos de paz. El discurso de Oslo de las FARC no necesariamente refleja ni acota la posición de las FARC en La Habana; en este sentido, el ELN no será la excepción.
Las élites, los militares y la sociedad bogotana hacen otras cuentas, pero de poco sirve inventarse un modelo de paz sin analizar las posibles cuentas que haga el ELN. El proceso con las FARC, los debates internos, la construcción de voluntad de negociación, la falta de un trato de igualdad de partes, el modelo de negociación y un nuevo DDR pesan en la lógica elena.
El ELN no va a negociar de la misma manera que las FARC. No tiene el síndrome de hermano menor que hereda sin reparo la ropa del mayor. El problema es que las cuentas de las élites apuntan a eso. Sin un espacio para algunas reivindicaciones, un acuerdo con el ELN tendría que esperar, y la paz del país también.

Presidente Santos señaló al ELN por atentados. El viernes en el Palacio de Nariño, después de un consejo extraordinario de seguridad por los atentados terroristas ocurridos en Bogotá, el presidente Juan Manuel Santos dijo: “Lo que tenemos como información apunta a que el responsable sea el ELN”. El jefe de Estado recordó que entre junio y julio del año pasado se registró una decena de ataques de esa guerrilla en la capital del país durante la conmemoración del 50º aniversario de la fundación de ese grupo armado y precisamente ayer sábado, 4 de julio, se cumplió un año más. Añadió que en el último año se han registrado siete atentados parecidos en Bogotá, “de los cuales seis han sido atribuidos al ELN”. “Son hechos que buscan generar miedo y terror y son hechos de terrorismo”, insistió. “No sé qué están buscando estos terroristas poniendo artefactos, lo que quiero decirles es que no van a mover la voluntad del Gobierno un solo segundo o la voluntad del presidente para lograr la paz”.

Lo que opina Nicolás Rodríguez Bautista

El pasado 12 de abril, El Espectador publicó una entrevista del analista Víctor de Currea-Lugo con Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, máximo comandante del ELN, en la que reconoció diferencias frente a las FARC en enfoques y puntos de una eventual agenda de negociación de paz con el Gobierno. Dijo:

¿Cómo ve el ELN la agenda de las FARC? ¿Por qué no plegarse a ella?

Valoramos y vemos con respeto los esfuerzos de los compañeros de las FARC en el proceso de paz y así lo hemos intercambiado con ellos, sin embargo, en materia de puntos de agenda y enfoques, así como de la participación de la sociedad, tenemos otra manera de entender los avances y desarrollos, y ello no es contradictorio, sino que aporta al proceso de paz en general. Esa es parte de la diversidad del país y la insurgencia, los dos procesos se enriquecen mutuamente y se complementan. Los asuntos que puedan ser de diferencia no se contraponen, por eso no hay palos en la rueda ni del ELN al proceso de las FARC ni del de las FARC al ELN. A quien el país ha visto poniendo palos en la rueda al proceso de paz es al expresidente Uribe y a sus seguidores, a quienes a veces se les une el gobierno de Santos, cuando pretende imponer una paz barata para el capital, para que todo siga igual.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/politica/cuentas-del-eln-articulo-570379