Por Víctor de Currea-Lugo, MD, PhD / 15 de marzo 2020
Hay dos espacios para enfrentar la pandemia: por un lado está la atención médica, y por el otro las medidas colectivas y sociales. En ambos casos no se debe partir del análisis de lo ideal sino de la real (lo que aplaza, pero no cancela otros debates). El papel del personal de salud, históricamente subvalorado, es fundamental y eso implica muchas cosas: las medidas de protección para la atención de los enfermos, la formación y actualización, y las condiciones concretas del trabajo sanitario hoy.
A esto se suma un problema grande: la limitación de los servicios de salud colombianos a los que hay; esto no es China, no tenemos ni la capacidad de crear un hospital en 10 días (como los chinos), ni la voluntad de hacer diagnósticos en masa (como en Corea del Sur). Así que es posible que enfrentemos varios problemas reales, que enumero a continuación.
Los recursos de autoprotección del personal son regularmente deficientes en algunos hospitales (guantes, tapabocas, etc.) y esta deficiencia aumentaría en las fases más complejas de la pandemia. Los reportes de miembros del personal de salud infectados y hasta fallecidos por la pandemia muestran que hay una vulnerabilidad real de la que la sociedad debe ser consciente.
Si tenemos en cuenta que hay un grupo de pacientes que necesitarán aparatos para respirar, estos son escasos. En España e Italia una de las tensiones ha sido que el número de pacientes supera las camas de Cuidados Intensivos existentes. Esto implica que pacientes de otras patologías podrían ser “desplazados” por los que tengan el coronavirus o, peor aún, que el personal de salud de podría ver abocado a hacer un triage (selección de enfermos en masa) lo que implica descartar de entrada a algunas personas.
Otro punto es la necesidad de priorizar la atención de la pandemia hace que se recomiende evitar ir por “cosas menores” a los servicios de salud. Si normalmente se recomienda pensar antes de ir a urgencias, ahora más. El problema es que eso puede llevar a un aplazamiento de casos que sí merecerían la atención de urgencias, con lo cual se afectaría la atención a otras enfermedades.
Sobre las medidas colectivas, la implementación no depende de un decreto ni de un ideal, sino de una sociedad real. Como decía mi abuela Isabel: “el que no sirve, que no estorbe”. Los llamados de la alcaldesa de Bogotá, no son una broma ni una exageración. El problema es que la cultura “del meme” nos afecta: volvemos chiste hasta una pandemia. Los casos de Corea del Sur y de Italia muestran que el comportamiento social sí es una gran determinante en el manejo de la pandemia.
Corea del Sur tiene una tasa de mortalidad del 0,8%. De los 7.869 enfermos, murieron 66; 86% de estas tenían 60 años o más, y la mayoría padecía otras enfermedades. Pero en Italia, de 15.113, murieron 1.016, el 6,7%. Esta diferencia en la mortalidad se explica por el diagnóstico masivo (hasta 15.000 test al día), la intervención oportuna y el aislamiento social. Alemania mostró una mortalidad aún más baja: 0,2%. Un gran determinante fue la calidad del sistema de salud. “Desde 1989 la cobertura es universal. El 97% de la población paga el Seguro Nacional de Salud y el 3% de menores ingresos es beneficiaria de un programa de ayuda, financiado a través de impuestos”.[1]
Es cierto que la letalidad de otras enfermedades es mayor (11% del SARS o el 34% del MERS, ambos también son miembros de la familia de los coronavirus), pero el alto nivel de contagio hace que el número absoluto de enfermos sea mucho mayor y, por tanto, consumirá más recursos médicos y, a su vez, representa un mayor desafío social para su control.
Si nos encerramos, como han demostrado otras sociedades, disminuimos el riesgo de expansión del virus. Pero eso no es una decisión que se deba aplazar. Lo determinante parece ser las dos próximas semanas. El crecimiento exponencial típico de una epidemia nos hace pensar en que lo que hagamos los próximos días va a decidir la tendencia de la enfermedad en Colombia. Si no entendemos eso a las buenas, lo aprenderemos a las malas.
El número de contactos con otras personas aumenta el riesgo de contagiarse y de ello depende el crecimiento de la enfermedad en la sociedad. En 20 días, 100 casos pasaron a ser mil, pero en solo 13 días, mil casos pasan a ser 10.000 (lo que se conoce como “fase exponencial”). Dicho de otra manera, se multiplica por diez el número de infectados cada 16 días. Pero, con el paso del tiempo, se observa un “punto de inflexión”, donde se estabiliza el número de casos para luego disminuir.[2] Esto se garantiza con dos medidas: no viajar y lavarse las manos. Pero no es solo no viajar: es el aislamiento, eso sí permite el control de los casos importados.[3]
Es decir, aunque suene exagerado después de leer varios reportes serios sobre el tema, yo le pediría a Claudia López, cerrar la ciudad, y cerrar Transmilenio. Un par de semanas de cierre sería la diferencia entre tomar el camino de China o el de Italia. El control estricto en la provincia china de Hubei permitió que, luego de varias semanas, hoy se declare el control del virus en China.
La especulación dispara los precios y deja a una parte de la población desprovista. Si mi vecino no tiene y yo si tengo, yo estoy en riesgo. Los supermercados deben limitar el número de enlatados o de útiles de aseo que la gente pueda comprar por persona. Claro, quienes más acumulan son las personas precisamente con más capacidad de compra; no los más pobres.
Es necesario flexibilizar las fechas de suspensión por no pago de servicios públicos, por ejemplo, y otras medidas parecidas para que la gente no sienta la obligación de salir a la calle. Decir que se puede pagar por medios virtuales es poner en riesgo precisamente a los más vulnerables. Un modelo de ventas a domicilio organizado y con controles (estoy pensando en voz alta) podría ser efectivo por lo menos más que la aglomeración de personas en los supermercados.
Otras medidas implican: reducir el número de personas que, por oleada, puedan entrar a los supermercados, suspender las concentraciones públicas (dolorosamente para los que estamos con el paro y las manifestaciones). Esto no es inconstitucional, porque un Estado de excepción, por salud pública, lo podría suspender; pero eso no implica de ninguna manera cercenar el derecho a la protesta. Por ejemplo: un cacerolazo u otro tipo de acciones novedosas, que no contribuyan a la propagación de la pandemia, no podrían ser prohibidas. Así mismo, y por la misma razón, cerrar todo tipo de reunión religiosa. Las misas del medioevo más que detener la peste negra con sus oraciones, sirvieron para su propagación por el alto contacto humano que facilitó su transmisión.
Esto implica otra serie de medidas impopulares: control absoluto a las personas en contacto con personas de la tercera edad, especialmente en ancianatos; prohibir las visitas en los hospitales; cierre de centros educativos; el rediseño de un sistema de recepción en el aeropuerto de pasajeros que no los exponga al hacinamiento temporal actual de la llegada de vuelos internacionales que se ve en el control de pasaportes. Según Juan Lozano, en el aeropuerto de Bogotá, el sábado pasado: “no había un solo aviso preventivo para vuelos nacionales, ni un dispensador de gel, ni invitación a lavar manos, ni operarios con tapabocas, ni control de temperatura”.[4] O nos cerramos voluntariamente para frenar la expansión del virus o el virus nos pasa la factura. Es así de simple.
Ya hay irresponsables que sostienen que “cerrar fronteras no detiene las pandemias”, cuando la evidencia demuestra que sí contribuye a su control. Pero la estúpida polítización de cerrar la frontera con Venezuela, pero mantener el flujo de pasajeros desde los Estados Unidos no tiene justificación. Al cerrar los pasos fronterizos legales, donde además podría hacerse control médico, se empuja a que una gran masa de venezolanos use las trochas, donde precisamente no hay ningún tipo de control sanitario. La tontería gubernamental lleva a no querer establecer un canal con Venezuela para tratar un asunto que sobrepasa el ridículo discurso del “castro-chavismo”. Es más, sumarse al bloqueo de medicamentos contra Venezuela es una infamia, más grave aún (si cabe) en tiempos de pandemia.
China y Cuba han ofrecido ayuda a Italia para la atención de la pandemia. Resulta doloroso que la miopía del gobierno colombiano, en su afán de cumplir con la política exterior que le dicta Estados Unidos, le haya llevado a satanizar a Cuba en los últimos años y, por ende, a hoy rechazar las posibilidades que tendría en un aliado con capacidad técnico-científica para enfrentar el virus.
La medicina que ofrece el gobierno cubano, el Interferón Alfa 2B, fue un medicamento usado por China para tratar a sus pacientes de coronavirus y que ha generado interés de compra en unos 15 países (no es una vacuna). Colombia debería, por lo menos, pensarse su adquisición.[5] Claro que hay oportunismo político y hasta mala fe en algunas decisiones, pero creo que hay que separar el grano de la paja y avanzar.
Al 13 de marzo había, en España, 5.202 infectados y 132 muertos, con más de 1.000 casos nuevos al día. Días antes, la respuesta institucional era muy deficiente, que una médica anestesióloga comparaba con lo que está sucediendo aquí en Colombia. Y mientras España tiene uno de los mejores sistemas de salud del mundo, el nuestro no lo es. España tomó una decisión valiente: colocar a todas las instituciones privadas de salud bajo la dirección del ministerio de Salud; es decir, intervenir lo privado y ponerlo al servicio del público. España declaró el Estado de alarma, imponiendo la “Limitación de la libertad de circulación de las personas”.
Durante la vigencia del estado de alarma las personas únicamente podrán circular para: adquirir alimentos, ir a servicios de salud, ir al trabajo, retornar a la casa, asistencia a personas dependientes, ir a bancos, o fuerza mayor. Unas de las decisiones incluyen: aseguramiento de la dotación de los servicios de salud, prohibición de misas, garantía del establecimiento alimentario y regulación del transporte, entre otras medidas.[6] Las misas son una práctica peligrosa por el gran número de personas pero, además, porque muchas de ellas son mayores de edad.
Las estadísticas muestran que mueren más personas por otras enfermedades, pero eso no convence al público porque el miedo puede más que los argumentos. Es cierto que hay más de 3.000 muertos al día por tuberculosis y más de 2.400 por hepatitis B al día, pero el nivel de contagio, más el pánico mediático pesa y mucho. Lo que no entiendo es que hay suficiente miedo para ir a abastecerse de manera compulsiva en los supermercados, pero no para dejar de salir a la calle voluntariamente. Que el asilamiento no sea para hacer rumbas en las que terminamos varias personas en un espacio reducido, con lo cual aumentaremos el riesgo.
Se habla de un control del brote epidémico, cuando no hay un nuevo caso entre 12 y 16 semanas después del primer caso. [7] Es decir, nos debemos preparar (en el peor escenario) a ciertas medidas por semanas y eso debe ser un llamado, no la pánico sino a la responsabilidad. Creo que ayudaría que los medios de comunicación contaran con expertos para que expliquen constantemente la situación y analicen la información, para que la sociedad no oscile entre el pánico y la despreocupación.
Ver primera parte Coronavirus: hallazgos médicos.
Ver tercera parte: Coronavirus: debates de fondo
[1] Mizrahi, Darío: “Las cuatro razones del éxito de Corea del Sur combatiendo al coronavirus: cómo logró bajar la tasa de mortalidad” Infobae, 13 de marzo de 2020. Disponible en: https://www.infobae.com/america/mundo/2020/03/13/las-cuatro-razones-por-las-que-corea-del-sur-esta-combatiendo-el-coronavirus-mejor-que-el-resto-del-mundo/
[2] “Exponential growth and epidemics” 8 de marzo de 2020; Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Kas0tIxDvrg&feature=youtu.be
[3] Hellewell; Joel, et al: “Feasibility of controlling COVID-19 outbreaks by isolation of cases and contacts” The Lancet, 28 de febrero de 2020. Disponible en: https://www.thelancet.com/action/showPdf?pii=S2214-109X%2820%2930074-7
[4] https://twitter.com/JuanLozano_R/status/1238956585457778691?s=20
[5] “El antiviral que tiene Cuba para tratar el coronavirus”, Portafolio, 13 de marzo de 2020. Disponible en: https://m.portafolio.co/internacional/noticias-coronavirus-el-antiviral-que-tiene-cuba-para-tratar-el-coronavirus-539019
[6] Boletín Oficial del Estado: “Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19”. 14 de marzo de 2020. Disponible en: https://www.boe.es/eli/es/rd/2020/03/14/463/dof/spa/pdf
[7] Hellewell; Joel, et al: “Feasibility of controlling COVID-19 outbreaks by isolation of cases and contacts” The Lancet, 28 de febrero de 2020. Disponible en: https://www.thelancet.com/action/showPdf?pii=S2214-109X%2820%2930074-7
Fotografía tomada de: https://twitter.com/kanija080/status/1239147240159170561