Víctor de Currea-Lugo | 19 de febrero de 2015
La historia de la guerra en Indonesia es un caso en el que a pesar de todos los esfuerzos militares, la paz se impuso por la vía negociada entre los rebeldes y Yakarta.
Indonesia es el cuarto país más poblado del mundo y el de mayor población musulmana, tiene 245 millones de habitantes, numerosos grupos étnicos, minorías extranjeras, 300 idiomas y variadas expresiones religiosas. Y eso se nota al llegar a Yakarta.
En un vasto país (de un extremo al otro tiene más de 5.000 kilómetros) administrado de manera centralista, los conflictos son esperables. Ha habido movimientos separatistas en Aceh, West Papua y Timor Este, a los que el gobierno ha respondido con acciones militares. La percepción de que la salida militar era la más apropiada para asegurar la unidad nacional parecía imponerse, pero la violencia oficial paradójicamente alimentó las ideas separatistas.
Para repasar la historia del conflicto de Aceh, nos ayudó Fachrul Razi Mip, activista político, vocero del Partido de Aceh de 2009 a 2014 y hoy el senador más votado por el Partido de Aceh.
La revuelta
Aceh tuvo su propio sultanato desde 1511 y en 1949 se incorporó a lo que hoy conocemos como Indonesia. Los ánimos separatistas en Aceh ya se habían plasmado en un estatuto especial de 1959, fruto de una revuelta. En 1976, se dio la creación del grupo independentista: el Movimiento Aceh Libre (GAM).
El centralismo fue el gran error del gobierno: “Yakarta intervenía hasta en la decisión más pequeña del pueblo más pequeño y, además, con el despliegue militar la gente estaba asustada”, recuerda Fachrul.
Los viejos anhelos de independencia se alimentaron principalmente, de una distribución desfavorable para la región de las ganancias del petróleo y del gas, descubiertos en 1971. Para Fachrul “la movilización era fruto de la pobreza, la militarización y la imposibilidad de contar con partidos políticos locales que no representaran. Y la solución era simple: democracia”.
Durante los años 70, la situación se agravó con la represión que incluyó un sinnúmero de civiles muertos y de desaparecidos. Esa revuelta prácticamente fue extinguida en 1977. Pero a finales de los años 80, con el apoyo del líder libio Muamar Gadafi, el GAM logró reorganizarse. A la ofensiva rebelde, el gobierno respondió declarando una parte importante como “Área de Operaciones Militares”. Farchul fue uno de los afectados por la paranoia estatal y tuvo que huir del país varias veces.
La independencia otorgada a Timor Este (1999-2002) fortaleció los deseos separatistas y a comienzos del siglo XXI los rebeldes de Aceh ya tenían bajo su control gran parte de la zona rural. Para Aceh se promulgó una Ley de Autonomía Especial (en 2001), pero en 2003 se regresó a la ley marcial, dejando sin vigor la ley de Autonomía.
La lucha no fue solo militar, a finales de 1999, un millón y medio de locales marcharon en Aceh a favor de un referendo que diera paso a la independencia. Pero la acción de la sociedad civil era altamente estigmatizada: “trabajábamos casi en la clandestinidad”, dice Fachrul.
El gobierno central manipuló incluso el sentimiento religioso, me explica el senador, creyendo que al reconocer la aplicación de la sharía para esa región resolvería el problema. “El error estuvo en reducir la agenda social a un problema religioso, sin entender la magnitud real del conflicto”.
El dilema de guerra o paz
En diciembre de 2002 las dos partes firmaron un acuerdo de paz, pero cada uno lo interpretó a su manera, lo que llevó a una ruptura del proceso. “El proceso de paz falló esencialmente porque no había real voluntad de paz entre las dos partes”.
Luego de dos acuerdos de cese de hostilidades (2000 y 2002) el gobierno decidió borrar al GAM de la región, en 2003. Durante los dos siguientes años, el GAM perdió más del 50% de su fuerza: según el Ejército, murieron 800 rebeldes y 1700 fueron arrestados, perdiendo prácticamente todas sus bases militares en la mayor operación en su contra.
Una de las razones por las que la estrategia militar fracasó fue la falta de atención a las causas del conflicto, entre ellas las socio-económicas, así como el alto nivel de impunidad. Una vez los militares arrinconaron a los rebeldes, no supieron qué hacer frente a las necesidades de la población. “El gobierno solo tenía un enfoque militar del problema”, explica Fachrul.
El tsunami de 2004 puso la región en la agenda internacional y con ello su conflicto, lo que paradójicamente favoreció las iniciativas de paz, fallidas en el pasado. La tragedia unió a la población entorno a una salida negociada, “tal vez sin el tsunami la paz se hubiera demorado unos años más”. En justicia hay que precisar que semanas antes ya se había tomado la decisión de negociar y ya estaban reuniones concertadas cuando ocurrió el desastre.
En 2004 hubo un cambio en la política nacional, cuando tuvo lugar la primera elección directa del presidente, lo que favoreció la negociación con el GAM. Pesó mucho una lectura realista: a pesar de los logros del Ejército, una victoria militar total no sería posible y la guerra solo se eternizaría.
Por eso, a pesar de los inmensos logros militares mencionados, el conflicto no se resolvió por medio de la fuerza sino por medio de un proceso de paz firmado en 2005, finalizando así tres décadas de violencia a cambio de cierto grado de autonomía. El proceso permitió unas elecciones locales en 2006 que convirtieron a los rebeldes en gobierno de la región y que repitieron triunfo en las elecciones de 2012.
El eje central del proceso de paz fue respetar las capacidades locales, dando cabida a sus partidos políticos y cierta autonomía local. Fue necesario que las dos partes dejaran sus pretensiones maximalistas de control total de Aceh (por parte del gobierno central) o de estar ad portas de la independencia (por parte del GAM) para permitir un acuerdo.
El Memorando de Entendimiento dio a Aceh la administración local, excepto en temas nacionales como política exterior, seguridad, y asuntos fiscales y de justicia. El Memorando otorgó una amnistía general, con lo cual los crímenes de guerra quedaron en la impunidad.
En el proceso jugaron un papel importante tanto los suecos, en los años 90, como Finlandia en 2005. Y una comisión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asíatico (ASEAN) y de la Unión Europea, supervisó la desmovilización del GAM y dio espacio para dirimir controversias.
Una vez se firmó la paz se hizo posible la creación de partidos políticos locales. El GAM se convirtió en partido en 2007, siendo uno de los seis de la región y mayoría en el gobierno local. Pero los errores de gestión le han hecho perder apoyo popular. La incapacidad administrativa de los rebeldes, ahora en el poder, parece repetir el caso de Nepal y de Filipinas. “Yakarta ha cambiado su enfoque y ahora financia proyectos para legitimarse y su estrategia le ha dado resultados”.
Hoy, nueve años después de la firma de la paz, Aceh todavía tiene cicatrices de la guerra. El conflicto dejó por lo menos entre 10.000 y 30.000 muertos, según Amnistía Internacional y la reparación a las víctimas sigue estando pendiente.
Fachrul nos cuenta que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, no ha sido implementada. “Los acuerdos incluían la entrega de dos hectáreas de tierra a cada excombatiente y eso tampoco se ha cumplido”. Las trabas burocráticas y legislativas han impedido la implementación del acuerdo. Según Fachrul, “el 70% de lo acordado está bloqueado”.
El GAM era, antes de 2005, más que sus armas; el conflicto de Aceh era más que el GAM; la agenda mucho más que un asunto religioso; y la solución demandaba mucho más que acciones militares. Cuando el gobierno de Indonesia entendió esto, la paz fue posible.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/aceh-el-dia-despues-de-paz-articulo-545176