Víctor de Currea Lugo | 13 de octubre de 2015
El ataque en las calles turcas del sábado pasado no es el primero, pero sí el que obliga al gobierno turco a redefinir su política interna en relación con la oposición política y su política externa en relación con el Estado Islámico.
Las cifras no mienten: 128 muertos y más de 500 heridos, según fuentes kurdas. La masacre fue hecha en el marco de una marcha convocada por los principales sindicatos, incluyendo asociaciones de médicos, arquitectos, ingenieros y trabajadores públicos. Una marcha que llamaba a la paz y a la democracia.
El ataque no hay que leerlo solo en el marco de la presencia del Estado Islámico, sino en el de un conflicto armado interno entre el gobierno turco y una comunidad kurda que representan las guerrillas del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), desde 1984.
Curiosamente, el Estado Islámico no ha reivindicado su responsabilidad en el ataque de Ankara. Un atentado no debe solamente examinarse desde quien potencialmente lo hizo, sino también desde a quién le conviene.
Los intentos de paz entre Turquía y el PKK, que hace un año llenaban de optimismo la sociedad kurda, hoy han naufragado. Turquía ha jugado las cartas mezclando su agenda interna e internacional, sus coqueteos al islamismo y su conflicto interno.
En ese contexto, fuerzas paramilitares turcas podrían ser responsables de los ataques, como lo han sugerido algunos partidos políticos kurdos. Turquía insiste en que el responsable es el Estado Islámico, desde poco después de las explosiones, pero si así fuera no sería menos responsable: por complacencia con su crecimiento, por omisión o, según varias fuentes, por su apoyo directo.
Cuando los kurdos defendían Kobane (una ciudad kurda en Siria), las acciones de Turquía parecía que favorecieran más al Estado Islámico que a los kurdos; y en los recientes ataques aéreos turcos al Estado Islámico en suelo sirio, se atacó también zonas kurdas.
En cualquiera de los dos escenarios (si el autor es el Estado Islámico o grupos paramilitares turcos), Turquía está en problemas: fundamentalmente porque es complaciente con los islamistas radicales e intolerante con la comunidad kurda que venía empujando un proceso de paz.
El entierro fue una marcha contra Erdogan, presidente turco. No hubo medidas de seguridad antes de los ataques y después de las explosiones, los policías dispararon gas lacrimógeno sobre los heridos, mientras las ambulancias llegaban tarde.
Erdogan no va a poder pasar página fácilmente. Hoy se le acumulan la crisis por aumento de controles a la oposición, su censura a las redes sociales, las marchas por el parque Gezi, el fracaso de la negociación con el PKK y su política frente al Estado Islámico. La masacre de Ankara sería, dicho así, la quiebra del gobierno turco.
Publicado en: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/ankara-o-quiebra-turca-articulo-592416