Víctor de Currea-Lugo | 20 de junio de 2022
Amanece en Colombia y la esperanza de un cambio está en el ambiente. Luego de la resaca del triunfo, viene la pregunta: y ahora ¿qué? Aquí tres claves del discurso de Gustavo Petro, sacadas de su primera intervención como presidente electo de Colombia.
Nunca en 212 años de historia pudimos, hasta ahora, usar para un gobierno electo las palabras: progresista, izquierda y popular; así que ya hay un cambio que no es poca cosa. Fue elegido principalmente por mujeres, por jóvenes y por pobres. Eso ya es todo un mensaje y un logro.
No es un triunfo espontáneo, es el resultado de décadas y décadas de luchas, de movilizaciones, muertos y masacres, de paros y protestas, de desaparecidos y desplazados, de injusticias y persecuciones.
Obvio, un discurso no es toda una oferta sino un reflejo de ella. También, es un llamado en medio de la incertidumbre ante la noticia y, como si fuera poco, es un mensaje a empresarios, fuerzas militares e inversores extranjeros. A pesar de estas limitaciones, hay también claves de lo que se promete.
La paz
El llamado a la paz se da en varias direcciones: la paz con los grupos armados en Colombia, la paz al establecer un diálogo con la futura (y ya actual) oposición y la paz como justicia social. La paz dejaría de ser esos esfuerzos que solo buscan la entrega de armas y se refrenda, como lo ha dicho por décadas el movimiento social, en un espacio de construcción de justicia.
A la oposición, Petro le dijo: «No vamos a usar el poder en función de destruir al oponente». Y llamó a los 10 millones de votantes de Hernández a que se sumen a la construcción del país.
A este triunfo se llega luego de unas de las jornadas de protestas más grandes en el país: el paro de 2021, del que todavía se sienten los coletazos. El mensaje de un gobierno donde las víctimas tengan voz fue contundente al ceder el micrófono a la mamá de Dilan, joven asesinado por la policía en las manifestaciones. Por lo menos para mí, este resultado electoral es también fruto de las grandes movilizaciones sociales de los últimos años.
Petro reivindicó a los detenidos por las protestas; «este es un Gobierno de la vida». Y la gente gritaba: libertad, libertad. Y subrayó: «Libertad para que nunca más asesinen a sus jóvenes», en últimas, llamó a una democracia multicolor.
La salida es el diálogo nacional, bandera de la guerrilla del M-19, en la que precisamente se formó Petro y en la que el comandante Bateman hablaba del “gran sancocho nacional” para referirse a la construcción desde el reconocimiento de un país plural.
Eso, de fondo, es un cuestionamiento a la democracia representativa y un llamado al constituyente primario, no para cambiar la constitución sino para avanzar en un gran acuerdo, un nuevo tipo de contrato social. No se trata de nuevas paces parciales, modelo ya agotado, sino de la búsqueda de una paz completa para resolver el problema estructural de la guerra.
La justicia social
Petro reivindica los derechos de la Constitución: a la alimentación, la educación, la pensión y aclara que «la paz no es más que la garantía de los derechos de la gente». Llama a sacar la violencia de la política. Petro mira la Constitución de 1991 que es, en principio, el reconocimiento de los derechos económicos y sociales que él mencionó en su discurso, como la pensión y la educación.
Recordemos que Petro hizo carrera en una guerrilla, el M-19, una socialdemocracia en armas frente a unas élites feudales y premodernas. En esta realidad colombiana de hoy, aunque suene extraño, el capitalismo es revolucionario ¡qué ironía!
«Nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia», dijo Petro, y eso debe entenderse precisamente no como un canto al neoliberalismo (ni más faltaba) sino como un llamado a la ruptura con una mirada medieval. El capitalismo que mira Petro es el del Estado social de derecho, no solo el del mercado.
Petro dijo que no traicionará el llamado de los electores para hacer un cambio sin odio, para hacer una nueva Colombia, entendiendo la política del amor como una política del entendimiento y del diálogo. «Llegó el Gobierno de la esperanza». Y esa esperanza no sería simplemente un sentimiento sino, ante todo, una garantía de derechos constitucionales.
Insiste en una política que no esté determinada en los hidrocarburos y que mejor mire la agricultura. Su llamado recoge los análisis científicos sobre el daño ambiental, la sostenibilidad de una producción tóxica, el regreso al campo y la noción de soberanía alimentaria. Petro no mira a Venezuela como modelo, sino a Suecia o a Holanda.
La justicia ambiental y relaciones internacionales
Hoy es imposible hablar de un modelo de vidas justa sin que haya justicia ambiental, lo que implica la revisión de las relaciones entre el ser humano y la naturaleza. Para Petro y para todo el proyecto político del Pacto Histórico, el cambio climático es esencial y por eso busca ponerse al frente de la agenda ambiental mundial.
Es una propuesta ambiciosa, pero no por ello ingenua. Incluso aparece como un eje de las relaciones internacionales: con Estados Unidos estarían basadas (también) en la lucha medioambiental.
La promesa de relaciones internacionales se puede resumir en pocas palabras: reconocer un mundo multipolar. Esto debería ser: una apuesta por la paz (digo yo, ojalá lejos de la OTAN), una defensa del Estado social para garantizar justicia social (digo yo, un Estado más proteccionista) y una mirada ambiental (digo yo, un rechazo a formas depredadoras de producción y consumo).
Ya sé que es hilar muy fino, pero espero que tenga la capacidad y la voluntad de tomar distancia de la marcada influencia de Israel en Colombia (y del lobby sionista) y un mayor reconocimiento de pueblos como el palestino, el saharaui y otras luchas por la autodeterminación.
Petro plantea un continente americano sin exclusiones de ningún tipo en el que, incluso, llama a la integración latinoamericana y pide a Colombia que se mire como parte de la región. No es solo un deseo sino una necesidad. Por ejemplo, con Venezuela se comparten 2.20 kilómetros de frontera, con una gran migración en Colombia y tensiones fronterizas, entre otros temas, sin que haya hoy un canal diplomático adecuado a las necesidades de ambos países. Sin duda, Colombia le debe unas disculpas a Cuba, un aliado para la paz, luego acusado injustamente de aliado con “el terrorismo”.
Colombia tiene una mala imagen internacional, ya no solo por el narcotráfico y por la violencia, sino por el alineamiento con Trump y la cachetada a los países garantes de la construcción de paz.
Construir un modelo de justicia social que mire al campo y reformule el papel de los hidrocarburos implica por lo menos abrir el debate sobre los tratados de libre comercio y los demás impedimentos para avanzar en el desarrollo del agro y la soberanía alimentaria.
Ahora empieza todo
Yo, en lo personal tengo dos preocupaciones: una, la capacidad real de gobernar del Pacto Histórico para que su gestión priorice la agenda prometida y no los humanos y mundanos deseos personales y, dos, qué tan capaz va a ser de imponer una política alejada del neoliberalismo en un país donde las leyes del mercado y sus divulgadores siguen siendo un paradigma, en medio de una terrible desigualdad.
Una clave del futuro serán los nombres y agendas que se prioricen en el proceso de empalme con el saliente gobierno de Iván Duque, así como las personas que sean llamadas a encabezar los diferentes ministerios e instituciones claves.
En todo esto hay una figura central: la vicepresidenta Francia Márquez: mujer, negra, pobre y de provincia. Todo un símbolo de dignidad, en un país machista, racista, clasista y centralista. Sin Francia el triunfo de Petro no hubiera sido posible y tampoco lo sería un buen gobierno de su parte. Francia encarna el deseo y la necesidad de una nueva cultura política; Francia es una mujer que impuso un llamado: a vivir sabroso.
Al final de su discurso, fuimos abandonando el sitio de concentración. Ahora empieza todo. La gente salió a celebrar la victoria bajo la lluvia tenue. Se fueron, de camino, llenos de esperanza y de dignidad. Aquí es cuando los poetas se quedan sin palabras. Cada víctima de tantos años de guerra recibe un pequeño alivio y las regiones más pobres, donde Petro arrasó, se van esta noche a dormir sabroso. Esta belleza no tiene nombre. Fin del comunicado.
En este link puede escuchar la entrevista para la Radio Nacional a las pocas horas del triunfo electoral del Pacto Histórico, sobre el riesgo y el daño de polarización nacional (6 minutos):