Por Víctor de Currea-Lugo | 15 de marzo de 2020
A pesar de los bellos y sentidos mensajes que llaman a un comportamiento altruista, la verdad es que la humanidad es la que tenemos y no la que soñamos, es posible que si la sociedad fuera la que soñamos, no tendríamos estas epidemias, como la de coronavirus.
Un primer debate es el del papel de la ciencia en las sociedades. Como dice Rosa Moreno: “Ve, les recuerdo que China no derrotó el virus a punta de acupuntura ni con la homeopatía”. A lo que podemos agregar: ni con misas de sanación. Y no es un chiste. Me llegaron mensajes ridículos para detener el virus con un limón partido en tres, hasta una especie de sopa de ajo (no exagero un ápice).
Ya sé que las empresas farmacológicas son ante todo empresas, pero no deberíamos repetir el debate desinformado de que, como en el caso de las vacunas, todo es una gran mentira del capital. Claro que el capital miente, pero poner en duda todos lo avances de la ciencia en una “paranoia mamertiforme”, no resuelve el problema. Claro que las farmacéuticas quieren hacer dinero, pero eso no convierte al virus simplemente en una falacia para vendernos cosas. Hay una izquierda anti-científica (qué pena con Marx) que se parece a los que llaman en Popayán a no suspender la Semana Santa.
Y eso implica, también, el respeto por el argumento científico. En un país donde todo el mundo receta tratamientos, donde el conocimiento científico se echa a la basura con el cuento de que “es que los médicos no creen”, pues la forma de afrontar la pandemia, sus debates y las decisiones del caso, deben ser respetuosas de la academia médica, a menos que haya una respuesta más eficaz.
La capacidad de los servicios de salud. En Colombia, la atención de enfermedades mal llamadas tropicales (que mi profesor de la Facultad de Medicina llamaba más exactamente enfermedades de la pobreza), tales como el dengue o la malaria, no obligan a las estructuras privadas del sistema de salud. Las EPS miran para otro lado y el Estado cómplice, basado en una ley 100 que lo autoriza, les alcahuetea su comportamiento. Si la atención en salud funciona bajo una lógica privada, eso la hace (casi) incompatible con lo que conocemos precisamente como salud pública.
Es imposible atender dignamente la salud de los pacientes con coronavirus, desde un modelo de salud que en sus 26 años ha demostrado que es incapaz de atender dignamente a las personas más pobres. Desde 2000 la ley prometía unificar el plan subsidiado y el contributivo y seguimos esperando, frente a un modelo que atiende de manera diferente según la capacidad de pago o según la zona urbana o rural a la que pertenezca el enfermo.
Otro debate es el relacionado con la inequidad social. Hay unos colombianos más propensos al contagio por simples y elementales condiciones socio-económicas. Se dice que más de 2 millones de colombianos no tienen acceso al agua potable. Estos, más los desnutridos y los viejos pobres son los más afectados. El acceso al agua, en el caso colombiano, debe incluir el debate de los famosos “bonos del agua”, la gran estafa encabezada precisamente por el actual ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla. Una vergüenza.
Un sistema basado en el Estado social de derecho, con un sistema de salud, pensional, de ayuda frente al desempleo o frente a la discapacidad (es decir el modelo capitalista de la Constitución de Weimar o del modelo social de los nórdicos, lo digo para evitar que se tilde eso de socialismo) permite una resistencia social mayor frente a una epidemia. Un plan de contención de última hora, si además es desorganizado, no es lo que determina la reducción de la pandemia, sino contar con un sistema de salud fuerte y público, pero decir una verdad de a puño como esta a algunos les suena a oportunismo político, cuando en rigor no lo es.
Un Estado privatizado, que no cree en el papel central de regulación del Estado, que recorta precisamente el gasto en sectores sociales como la salud a expensas del gasto militar, que no entiende el nivel de precariedad del trabajo informal (que es el de la mayoría de colombianos), que ha pauperizado el trabajo de los profesionales de la salud, quitado las horas extras (como hizo Uribe), pues no está en capacidad de construir una sociedad que pueda aguantar una semana sin trabajar. Peor aún ¿cómo proteger a los habitantes de calle?
Estados Unidos es un claro ejemplo de cómo los sistemas privados no ayudan a contener la pandemia: más de 27 millones de personas no tienen acceso a servicios de salud. En 2019, el 26% de estadounidenses pospuso tratamientos médicos y el 19% había dejado de comprar los medicamentos, debido a los costos.[1]
¿Cómo garantizar el acceso a los alimentos a los millones de colombianos que no tienen ahorros ni recursos para sobrevivir por sí mismo ante una cuarentena de las ciudades? Más sencillo aún: ¿Cómo garantizar los planes de alimentación escolar que precisamente benefician a los más vulnerables si se cierran las escuelas? Claro que toca cerrarlas, pero los menores de edad en cuarentena también tienen la costumbre de comer. Es loable echar mano de la tecnología para hacer clases virtuales, pero en la cobertura y acceso a la Internet tampoco hay democracia. Además, 96% de municipios no podría implementar lecciones virtuales en colegios oficiales, ante una suspensión de clases.[2]
Nuestra sociedad está basada no en el ciudadano sino en lo tribal, lo sectario. Ya sea la región del país, o la pertenencia a uno u otro grupo social, lo cierto es que la exclusión del otro no es solo una política de las élites, sino que el ciudadano de a pie la reproduce y la presenta como algo positivo. Por eso, los conjuntos cerrados son un símbolo de nuestra ciudad: trincheras donde estamos nosotros separados y protegidos del resto.
Esa cultura política es la que explica, en parte, el triunfo de la competencia sobre la solidaridad. Por eso, no entendemos que si todos tenemos un mínimo necesario de elementos de protección eso nos protege a todos; al contrario, los geles, los desinfectantes y los tapabocas, se volvieron un objeto de lucha. Con eso se alimenta la especulación, el potencial acaparamiento incluso de alimentos, el quiebre de una respuesta colectiva, mientras se acrecienta un Estado salvaje de competencia (muy del pensamiento neoliberal) como si el acceso a geles antibacteriales fuera ya un proceso de selección natural.
El mundo, más allá de Colombia, tampoco es muy esperanzador. El ejemplo de Reino Unido es una vergüenza: aceptan su limitación para combatir el virus y, sin ningún rubor, reconocer que van a priorizar salvar la economía. Eso nos devuelve a debates del siglo XIX sobre el papel del Estado, que Reino Unido confirma: el Estado está al servicio de los poderes económicos y lo demás son adornos.[3]
Hay riesgo y alto de que los controles por la pandemia devengan en autoritarismo, pero la sociedad civil debe vigilar sin por eso poner en duda todas las medidas gubernamentales. Lo que los que saben recomiendan que los líderes políticos deben ser: “más veloces y más agresivos”[4]; así que tampoco veamos autoritarismo detrás de toda decisión política. Prohibir un concierto pero a su vez permitir eventos de 500 personas no tiene un fuerte asidero científico, pues ambos son contextos igual de riesgosos. Tenemos que entender que la prevención, fácil, es quedarnos voluntariamente en casa; mientras la atención de enfermos come recursos, ocupa camas y personal de salud, etc.
Las consecuencias económicas pueden ser graves. Recomiendo la reflexión de Guy Standing sobre el tema, quien sostiene que: “la crisis económica tendrá fuertes efectos multiplicadores que desembocarán en más gente sin hogar, más bancarrotas y más morbilidad y mortalidad, aparte de las cifras relacionadas con la pandemia”.[5] Todo apunta que el virus podría ser la chispa de la próxima crisis económica mundial.
Otros intelectuales han visto en la pandemia el quiebre del capitalismo, la materialización de la teoría del shock (Naomi Klein), una relación directa con el cambio climático o una prueba de la guerra biológica que nos espera.
No podemos con un virus que es similar a una gripa, ¿qué podemos realmente hacer frente a un virus mortal como los que anuncian las películas catastróficas? Este es el momento de pensarlo. Nos queda la lucha contra el otro, como en las películas, para hacernos a una vacuna o a un tapabocas o la cohesión social. Lo cierto es que todo esto muestra lo frágiles que somos como especie y lo poco racionales. Como dice mi amigo Jesús Abad Colorado: “Somos frágiles como las alas de las mariposas y no aprendemos”.
António Guterres, secretario general de la ONU dejó, a pesar de todo, un mensaje de esperanza: “Aunque se ha clasificado como pandemia, podemos controlar esta situación, podemos retrasar la transmisión, prevenir la infección y salvar vidas. Pero hacerlo requiere de medidas inéditas”.[6]
Ver primera parte Coronavirus: hallazgos médicos.
Ver segunda parte: Coronavirus: responsabilidades inmediatas
[1] “Coronavirus: por qué EE.UU. «está fracasando» en la forma en que combate el covid-19 y cómo deja en evidencia su sistema de salud” BBC, 12 de marzo de 2020. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51840157
[2] “Coronavirus: si hay cierres de colegios, 96 % del país no podría hacer clases virtuales” Semana. Disponible en: https://www.semana.com/educacion/articulo/coronavirus-si-hay-cierres-de-colegios-el-96–del-pais-no-podria-hacer-clases-virtuales/656230
[3] “Reino Unido se declara impotente ante el coronavirus y da prioridad a la economía” La Vanguardia, 13 de marzo de 2020. Disponible en: https://www.lavanguardia.com/internacional/20200313/474112559284/reino-unido-impotente-coronavirus-prioridad-economia.html
[4] “COVID-19: too little, too late?” Editorial, The Lancet, 7 de marzo de 2020. Disponible en: https://www.thelancet.com/action/showPdf?pii=S0140-6736%2820%2930522-5
[5] Standing, Guy: “Coronavirus, crisis económica y renta básica”, El País, 12 de marzo de 2020. Disponible en: https://elpais.com/elpais/2020/03/11/opinion/1583929510_196303.html
[6] Disponible en: https://m.facebook.com/346203887439/posts/10157933129627440
Fotografía tomada de: http://www.onu.cl/es/onu-en-el-mundo/estructura-y-organigrama/la-asamblea-general/