Esteban Tavera | 14 de abril de 2019
El nuevo libro de Víctor de Currea-Lugo, sobre el fracaso del proceso de paz entre los gobiernos de Juan Manuel Santos e Iván Duque, y el Ejército de Liberación Nacional, reconstruye una a una las coyunturas que atravesó esa negociación y pone sobre la mesa algunos errores que deben evitarse en el futuro.
En los cinco años que duró el proceso de paz entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional, ELN, Víctor de Currea-Lugo hizo un seguimiento minucioso a cada paso de la negociación. Escribió crónicas, reportajes, columnas y entrevistas con los personajes más influyentes de la mesa de diálogos. Buena parte de ese material, y contenido inédito, conforman el libro Historia de un fracaso. Diálogos Gobierno – ELN (2014-2019).
¿Por qué fracaso el proceso de paz entre el Gobierno y el ELN?
Yo tuve la posibilidad de interactuar con los diferentes jefes negociadores y siento que había voluntad, pero no estuvo acompañada de una estrategia.
Por parte del ELN, había una esperanza puesta en la sociedad y eso los llevó a cometer un error de formulaciones. A mi juicio, la sociedad, que se esperaba movilizada para participar en ese proceso de paz, no existe o existe de una manera muy marginal y, por tanto, esas dos cosas alimentaron el hecho de que no se diera un proceso como se esperaba.
Pero la historia de un fracaso no quiere decir que haya fracasado por siempre. Quiere decir que en esta fase hay un fracaso y especialmente porque el presidente Duque no tiene un interés real de reactivar esa mesa. Por tanto, en mi opinión, y ojalá yo esté equivocado, todo indica que no tendremos mesa de negociación con el ELN sino hasta un nuevo Gobierno.
¿Qué papel jugaron los atentados del ELN en ese fracaso?
El fracaso no dependió de manera directa de los atentados que cometió el ELN. En el caso del carro bomba que explotó en la Escuela General Santander de Bogotá, eso contribuyó porque le dio la excusa perfecta al gobierno de Duque para generar una serie de medidas contra el proceso de paz. Pero, en rigor, no es eso lo que precipitó la crisis. La crisis se dio porque ya había una decisión tomada por parte de Duque de romper la mesa.
¿Qué lo llevó a sacar esa conclusión sobre la postura del Gobierno?
Que no ha habido un solo gesto de paz por parte de este Gobierno, ni cuando el ELN liberó unos secuestrados en Arauca ni cuando liberó a otros en Chocó ni cuando llamó a la mesa. En ningún momento el Gobierno ha tenido gestos. Al contrario, ha querido romper los protocolos, desconocer los acuerdos internacionales, convertir a Colombia en un hazmerreir en términos de relaciones internacionales con Noruega, con Venezuela, con Cuba, con Alemania, y eso fue un error grave.
¿Se puede establecer una relación entre el fracaso de este proceso de paz con el ELN y los fracasos del pasado con esa misma guerrilla?
El libro busca explorar fundamentalmente el proceso de paz del 2014 al 2019, y hay algunas alusiones a procesos previos, pero solo de manera marginal. No se trata de un estudio comparado.
Lo más doloroso de este fracaso es que nunca se había llegado, en los procesos previos, a tener los tres elementos centrales que se tuvo en este caso: una agenda formal de negociación firmada y acordada por lar partes; una delegación formal por parte del ELN, no para unos acercamientos preliminares o exploratorios, sino para una mesa en la que participaron comandantes de muy alto nivel; y una mesa que funcionó en Quito y luego en La Habana. Ese tipo de estructura no existió en ninguno de los procesos previos, por tanto, resulta aún más frustrante el que haya sido un intento fallido.
De la forma en que se negoció, ¿cuáles son los mayores aprendizajes para una futura negociación?
Sería arrogante decir que uno tiene la llave para la negociación, pero ese trabajo de seguimiento a través de columnas, reportajes, análisis, que es el compendio del libro, da muchas claves. Por ejemplo, el problema de la ausencia de estrategia. Por ejemplo, el problema de no definir para qué se quería a la sociedad civil en la mesa de negociación. Por ejemplo, lo que implica hacer una tregua. Por ejemplo, lo que implica el respeto a la sociedad civil en términos de ciertos acuerdos como el problema del secuestro. Por ejemplo, respetar a la comunidad internacional que acompaña el proceso. Por ejemplo, la necesidad de leer lo que ha pasado con las Farc. Por ejemplo, escribir. Es necesario consolidar documentos de trabajo, que con el ELN prácticamente no hubo.
Dicen que como al ELN se le ha considerado una guerrilla menor —en comparación con las Farc— por eso no hay suficiente interés en negociar con ellos. ¿Usted considera que es así y cuáles son las consecuencias de ese tratamiento?
Eso viene de la teoría de Sergio Jaramillo, de la escuela de Harvard, de creer que había que negociar con el más grande y que el pequeño, de manera automática y por inercia, se iba a plegar en lo que se conoció como el “pre-tren” de la paz.
Es cierto, no hubo una posición de respeto hacia el ELN como otro actor armado con sus diferencias, en comparación con las Farc, sino que se querían ver como unas Farc chiquitas y que, por tanto, se iban a dejar arrastrar por inercia a los acuerdos logrados con las Farc. Eso es un grave error.
Yo creo que al ELN le molesta mucho ese trato de hermano menor que, además, no es justo. No por un problema de ego del ELN, sino porque cualquier proceso de paz obliga a analizar al contradictor en su real dimensión. Entonces, ese afán del Gobierno de minimizar al ELN poco ayudó a la paz. Y a eso hay que sumarle los graves errores que se siguen cometiendo con la implementación con las Farc, lo que hace que el ELN esté aún más escéptico.