Víctor de Currea-Lugo | 17 de marzo de 2011
Luego de la caída de Ben-Alí en Túnez y de Mubarak en Egipto, la caída del régimen de Gadafi en Libia la dimos por sentada, sólo era cuestión de tiempo.
Pero la historia no está escrita y al tiempo que iban cayendo las ciudades rebeldes en Libia, tropas en Bahréin y en Yemen reventaron las manifestaciones a sangre y fuego, deteniendo a varios de sus líderes. Ese es el efecto Gadafi.
El fracaso de la ONU en garantizar la paz y la seguridad internacionales en muchas ocasiones, de proteger a la población civil. En el caso de Libia, las Naciones Unidas parecían no estar a la altura de las circunstancias y el miedo era (y es) que la respuesta internacional fuera como en otras crisis “too little, too late” (muy poco y muy tarde). Es el efecto Naciones Unidas.
Las cuentas del número de tropas que se había separado del régimen libio fueron demasiado optimistas, las ciudades se “liberaban” en cadena y tanto la Unión Europea como los Estados Unidos corrieron a condenar el régimen y a establecer medidas económicas contra Gadafi. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pidió formalmente a la Corte Penal Internacional examinar la comisión de crímenes contra la población. Nadie en sus conjeturas daba por sentado la permanencia de Gadafi ni mucho menos la rápida y, hasta ahora, aplastante derrota militar de la oposición.
Tal derrota depende no tanto de la fortaleza de Gadafi como de la debilidad de los rebeldes. Políticamente inexpertos (recuérdese que durante 41 años no ha habido organizaciones civiles ni políticas de ningún orden) y militarmente incapaces (los informes que llegan de Libia así lo demuestran).
En Bahréin, el rey Al-Khalifa leyó muy bien el nuevo escenario: si Gadafi puede reprimir sin pagar hasta ahora un precio relevante, mejor empezar pronto en Bahréin, para lo cual llamó tropas sauditas, declaró el Estado de emergencia y dio la orden explícita de reprimir las protestas. Yemen también aprendió que triunfar en el Facebook no es garantía de nada y siguió el ejemplo de Bahréin.
Finalmente en la ONU, aprobaron una zona de exclusión aérea incluyendo una frase esperanzadora: autorizar «all necessary measures» (todas las medidas necesarias) para proteger a la población civil. Es sabido que una zona de exclusión aérea, sin otras medidas, no ayudó a los rebeldes iraquíes que se levantaron en los años 1990 contra Sadam Hussein.
El efecto Gadafi daría aire a los dictadores y a los monarcas de la región, crearía el precedente de la represión violenta y demostraría que la llamada “comunidad internacional” ladra, pero no muerde. Las lecciones que deja Libia son muchas: no hay que suponer fortalezas en la oposición, ni debilidades en las dictaduras, ni mucho menos apoyos internacionales.
El efecto Naciones Unidas apunta a que Benghazi no caiga, y con la autorización de proteger civiles podríamos estar ad portas de una de las llamadas “intervenciones humanitarias”. El temor es que se caiga en la lógica de que “para salvar a Libia hay que destruir a Libia” (como se hizo en Afganistán). El problema es que el convulso mundo árabe en general (y el Consejo Nacional Libio en particular) pedían apoyo pero no ocupaciones. Y queda por ver quién asume como propia la tarea de protección de la población de Libia por todos los medios.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/el-efecto-gadafi-y-el-efecto-naciones-unidas-columna-257613