Víctor de Currea-Lugo | 3 de octubre de 2016
El llamado tren de la paz hace una parada relevante para subir no sólo a los del No, sino también a quienes no han contado con una mesa, como es el ELN, o a quienes (sin ser del uribismo) no se sienten representados en el proceso de La Habana.
Parte de la derrota del Sí obedece a lo limitado de los mecanismos de participación del proceso con las FARC, lo que le significó una baja legitimidad que se vio reflejada en las urnas. Como decía Ángela María Robledo, buscaron proteger tanto el proceso de La Habana, que lo aislaron de la gente. La Habana no fue espacio de un diálogo nacional, sino de un diálogo de sectores.
Buscar la legitimidad con las FARC en pocos días era muy difícil y, sobre todo, sin una estrategia de comunicación y sin el compromiso de los partidos de la Unidad Nacional. Salvo unos pocos, en los que cabe destacar a los líderes del Polo Democrático Alternativo, el grueso de parlamentarios se sentaron a esperar que ganara el Sí por arte de magia.
Paradójicamente, la fórmula de diálogo nacional que propone el ELN es la mejor respuesta después del plebiscito: reconocer un país dividido en el que se necesita que una mitad dialogue con la otra, hacer una propuesta innovadora que sea capaz de convocar a los millones de abstencionistas (la mayor de los últimos 22 años), revisar los temas de la paz sin que implique una renegociación desde cero de lo avanzado en La Habana, y garantizar un mecanismo de encuentro entre las dos insurgencias en un solo proceso.
La negociación con el ELN no ha dependido de La Habana, pero sí puede aportar a su “salvación”, si es capaz de convertir su propuesta de diálogo en un llamado a la unidad; el reto es responder al No con un Sí más amplio.
El problema es que el ELN no ha logrado desprenderse de sus propias limitaciones para hablarle al país. Si leyera con agilidad la situación política y tuviera la audacia política, sabría que hoy es el mejor momento para hablar de su propuesta de sentarnos a buscarle salidas al país. Lo más descabellado hace algunos días podría ser lo salvador hoy: una mesa multilateral con el ELN, con el uribismo, con las FARC, con Santos, con el país.
Algunos saltan de manera mecánica a llamarlo asamblea nacional constituyente, pero el debate no puede ser semántico: lo que urge es un espacio de concertación de las fuerzas políticas, ahora mismo.
PD: el uribismo enseñó cómo se hace política, venció la maquinaria oficialista, le habló (así fuese con mentiras) al país y convenció con mensajes simples y cotidianos. Toda una lección para la izquierda.
Publicado originalmente en El Espectador: https://colombia2020.elespectador.com/politica/el-eln-despues-del-plebiscito