Introducción del libro sobre los diálogos Gobierno-ELN (2014-2019)

 

 

A dos años de publicación de este trabajo y a menos de un año del cambio de Gobierno, comparto la presentación del libro Historia de un fracaso como un insumo para las reflexión sobre la construcción de paz en Colombia, el papel que hemos jugado desde la sociedad civil y la necesidad de proteger los espacios de construcción de una paz con justicia social.

 

 

Historia de un fracaso

Libro publicado por Icono Editorial, Bogotá.

En septiembre de 2013, pocos miraban hacia una posible negociación con el ELN. La construcción de paz estaba enfocada en La Habana, y en el proceso entre el Gobierno y las FARC. Por ese entonces, decidimos hacer un primer foro en la Universidad Javeriana que trataba de responder a una única pregunta: ¿Por qué negociar con el ELN? Luego hicimos otros foros universitarios explorando las dinámicas regionales de esta insurgencia y el debate nacional minero-energético.

Al tiempo, empezamos un diplomado en la cárcel de Bellavista, en Medellín, con detenidos del ELN, lo que permitió conocer de primera mano los puntos de vista sobre una eventual negociación. Con la participación de ellos y de manera colectiva con líderes sociales, académicos, organizaciones sociales, activistas de derechos humanos, trabajadores por la paz, parlamentarios, plataformas por la paz, militares, ambientalistas, excombatientes, religiosos, feministas, sindicalistas, y analistas de diferentes sectores fue posible producir, tres libros sobre el diálogo Gobierno-ELN.

Estos libros fueron: ¿Por qué negociar con el ELN? (2014); Negociación Gobierno-ELN y sin embargo se mueve (2015); Metiéndole pueblo a la paz. Para la participación de la sociedad en el proceso Gobierno-ELN (2016). Cada uno respondía a una pregunta diferente: el por qué, el qué y el cómo de la negociación. Estos libros fueron financiados por la OEA y por Naciones Unidas, y distribuidos de manera gratuita a lo largo y ancho del país. Uno de los lanzamientos, recuerdo, lo hicimos en plena vía Panamericana, con el movimiento indígena, en el curso del paro nacional de 2016.

Desde el primer libro, tuvimos eco tanto en el ELN como en el Estado colombiano. En abril de 2015 entrevisté al máximo comandante de la organización, Nicolás Rodríguez Bautista, y en diciembre de 2015, tuve la posibilidad de entrevistar, en zona rural, al comandante Antonio García. Estos contactos me dieron nuevos elementos de análisis para mis columnas de opinión, las cuales están incluidas en este trabajo.

Fueron alrededor de tres años de negociaciones preliminares. Según el ELN, en una ocasión tuvieron que esperar ocho meses ante un nuevo contacto y en otra, siete meses. De esta pérdida de quince meses, como me lo reconocía un delegado del Gobierno, hoy se resiente el proceso.

A finales de 2015, las negociaciones preliminares pasaron por una grave crisis, que fue posible resolver, gracias a una conjunción de buenos oficios. En esta dinámica conocí a Frank Pearl y al general Eduardo Herrera, quienes oficiaban como negociadores, ante el ELN, a nombre del Gobierno colombiano.

Por fin en marzo de 2016, se hizo pública la agenda de diálogos en Caracas, y tuve la posibilidad de volver a entrevistarme con Antonio García y de conocer personalmente a Pablo Beltrán. Allí también entrevisté a la comandante Paula, quien murió en enero de 2018. La presentación de la agenda nos llenó de optimismo de que la mesa formal se instalaría prontamente. Sin embargo, el presidente Santos impuso como condición la liberación de los secuestrados por parte del ELN, siendo el caso de Odín Sánchez el más conocido por la opinión pública. El ELN vio esto como un prerrequisito, una imposición, y una negación de lo firmado.

En ese momento entró en escena Mauricio Rodríguez, cuñado del presidente Santos y a quien le correspondió la tarea de recomponer el proceso. Vale anotar, como en el caso de Frank Pearl, su convicción personal por la paz y su apoyo manifiesto, público y privado, a una salida negociada al conflicto armado colombiano.

A finales de octubre de 2016, llegamos a Quito con la esperanza de la instalación formal de la Mesa, junto con cientos de personas de la sociedad civil que apostábamos por ese proceso. Aunque se suponía que las partes ya habían llegado a un acuerdo sobre el tema de los secuestrados, finalmente tensiones sobre la interpretación de lo acordado acabaron con las esperanzas. Regresamos a Colombia tratando de imaginar cómo reactivar la Mesa.

Por aquellos días fue nombrado como jefe de la delegación del Gobierno, Juan Camilo Restrepo. Persona culta y conocedor del país; él generó una nueva esperanza. Lo conocí a finales de 2016, con presencia de miembros de la comunidad internacional. Rescato su genuina preocupación inicial por entender al ELN y por conducir de la mejor manera un proceso de paz; la historia dirá hasta qué punto sus acciones reflejaron ese cometido.

Empezamos 2017 con una carta colectiva rechazando el secuestro de Odín Sánchez y pidiendo la instalación de la Mesa. En algo sirvió. Finalmente, en febrero de 2017, con la presencia de cientos de invitados, Pablo Beltrán y Juan Camilo Restrepo, al frente de las dos delegaciones, dieron inicio a la fase formal. Vale mencionar que uno de los acuerdos era empezar por el punto 1-A, al tiempo que por el punto 5-F conocido como: “dinámicas y acciones humanitarias”, para el cual hicimos llegar un marco conceptual basado en el derecho internacional.

Como periodista, tuve la oportunidad de visitar varias veces a la Delegación del ELN. Dichas visitas me permitieron realizar una serie de entrevistas publicadas en algunos medios. Basado en esas conversaciones, más las que tuve en Colombia con algunos miembros de la Delegación del Gobierno, me permitieron la formulación de nuevos análisis que fui incluyendo en diferentes columnas.

En junio de 2017, después de mucho insistir, logré una nueva entrevista con miembros del Comando Central, esta vez en La Habana. Allí pude hablar con Nicolás Rodríguez Bautista y Antonio García, quienes además me autorizaron la realización de un libro sobre las cotidianidades de la guerra, basado en entrevistas personales a todos los miembros de la delegación de diálogos del ELN, publicado bajo el título: Historias de guerra para tiempos de paz.

Dos meses después el debate giró sobre el cese al fuego, en el que contribuimos con algunos aportes, tanto a través de columnas de opinión, así como a través de intercambios con los miembros de las delegaciones.

Pero esas cercanías nunca significaron la renuncia a una posición propia y crítica frente a los incidentes violatorios del cese al fuego, tales como: la masacre de campesinos de Tumaco realizada por la fuerza pública, la muerte de un líder indígena chocoano por parte del ELN y otros incidentes que debieron ser examinados, bajo el principio de igualdad de partes, por los mecanismos de verificación que se habían creado en el marco de la tregua.

Vale resaltar que, en el tiempo de ese cese, se concretó la realización de unas audiencias con la sociedad civil en Tocancipá, a las afueras de Bogotá. En dichas audiencias el debate buscaba responder a la pregunta de cómo debería la sociedad participar en el proceso. Sin embargo, los voceros de dicha sociedad insistieron más en el qué de la negociación, es decir en la agenda sustantiva que debería discutirse.

El cese al fuego fue útil, así lo hicieron saber voceros de las comunidades de Catatumbo, Arauca, Chocó, Sur de Bolívar, entre otros. Pero las tensiones entre las partes, por la evaluación de los incidentes, llevaron a que el ELN decidiera no prolongar la tregua bilateral, después de comienzos de enero de 2018. Ahí impulsamos una nueva carta pública y colectiva llamando a la prolongación del cese al fuego, en la que convocamos a un grupo importante de empresarios.

En esta incertidumbre, me reuní, nuevamente, con Gustavo Bell, de quien destaco su espíritu pragmático por renovar no solo el equipo negociador sino también su estrategia. Él es un hombre informal y espontáneo, con mucha capacidad de escucha, lo que da una expectativa favorable a la paz.

En la primera semana de marzo, fui convocado a la Casa de Nariño a una reunión con el presidente Juan Manuel Santos que permitió, entre otras cosas, elaborar una estrategia para destrabar la Mesa, retomar las conversaciones e instalar el quinto ciclo. Pero, en este proceso, nunca han faltado los tropiezos. Esta vez llegaron de la mano del presidente de Ecuador, Lenin Moreno, quien por presiones internas decidió equivocadamente, retirar su país del papel de sede y de garante de la Mesa.

Por coincidencia, yo estaba por aquellos días en Quito y fue posible hacerle una nueva entrevista al ELN con el fin de precisar el futuro de la Mesa; entrevista que, como las otras, está incluida en este trabajo. Pero el traslado a Cuba no resolvió algunas preocupaciones sobre el proceso.

Finalmente, se dio el cambio de gobierno, entre Santos y Duque, sin que hubiera claridad sobre la política de este último con relación al ELN, excepto la de darse 30 días para una evaluación del proceso. En un par de viajes a Cuba hice nuevas entrevistas, tanto antes como después de la posesión de Duque. En esos días, España se ofreció como nuevo garante en el proceso de diálogos, lo que significó una nueva esperanza; pero en el terreno se habían producido nuevas detenciones por parte del ELN, lo que volvió a tensar la cuerda.

Los medios habían mantenido su discurso de que el ELN estaba dividido y que el Frente de Guerra Oriental (de Arauca) no obedecía al Comando Central. Luego se estableció una nueva narrativa: ahora el Frente de Guerra Occidental (de Chocó) era la parte disidente. Sobre ese y otros temas entrevisté al mediático comandante Uriel, y una vez allí, en las selvas chocoanas, cubrí la liberación de seis personas por parte de ese Frente.

Con la llegada del presidente Duque al poder, la Mesa se congeló y el proceso entró en su peor crisis. A comienzos de diciembre de 2018, me reuní con Jorge Mario Eastman, secretario general del presidente Duque, y con Miguel Ceballos, Alto Comisionado de Paz, para intercambiar puntos de vista sobre el conflicto armado y la posible reapertura de la Mesa con el ELN.

Pero empezando 2019, el ataque armado a una Escuela de Policía, por parte del ELN, reventó el proceso que ya venía congelado. La Mesa se rompió, el uribismo se fortaleció y la posibilidad de una salida negociada se fue al garete. En este escenario, resulta pertinente y necesario presentar una recopilación de reflexiones sobre estos cinco años.

Este largo relato introductorio busca un solo objetivo: explicar en qué contexto y sobre qué fuentes fueron formuladas las columnas y realizadas las entrevistas aquí contenidas. La organización en capítulos corresponde a las fases que considero son relevantes para entender los altibajos de este proceso.

Las columnas y las entrevistas aparecen acompañadas de la fecha de publicación y, como es de suponer, tienen la limitación y las ventajas de escribir el día a día. En ese sentido, son útiles para rastrear los debates de cada momento del proceso entre el Gobierno y el ELN.

Las entrevistas fueron realizadas en diferentes zonas de Colombia, incluyendo Arauca, Catatumbo y Chocó, y en países vecinos: Venezuela, Ecuador y Cuba. Los trabajos fueron publicados en varios medios de comunicación como El Espectador, la revista Semana, Las 2 Orillas, Pacifista, Nodal y Telesur, principalmente.

Ya se firmó con las FARC, pero eso no es suficiente. Negar al ELN como realidad o reducirlo al último vagón del “tren de la paz” es no entender las novedades de esta negociación. Parafraseando al cuento más corto del mundo, de Augusto Monterroso, podemos decir que: “Cuando se firmó con las FARC, el ELN todavía estaba allí”.

El libro puede ser adquirido a través del siguiente link: Historia de un fracaso, Icono Editorial