Víctor de Currea-Lugo | 24 de marzo de 2014
El analista internacional Víctor de Currea-Lugo da una visión de la situación en Venezuela tras vivir las marchas en Caracas, tanto de oficialistas como opositores.
Venezuela hoy es pasión y no razón. Por eso decidí coger maleta y volver a pisar Caracas. La Venezuela de hoy es fruto de 15 años de gobierno bolivariano. El país está dividido, especialmente desde las marchas de febrero 12. Cada parte cita aquello que les da legitimidad: las elecciones ganadas por el chavismo o las marchas contra el gobierno actual.
En las marchas de este fin de semana, a favor y en contra, sentí una división social que no oye razones. Me decía un venezolano: “si hay cuatro versiones de Jesús (los evangelios) ¿por qué no podría haber dos versiones de Venezuela?” Las protestas callejeras contra Maduro son reales, como también los montajes que han hecho en Internet para desprestigiar al gobierno.
Encontré dos datos que, de ser ciertos, ilustran el problema: la salud de niños y de mujeres. Hay un descenso en la mortalidad de 1999 a 2011, de 6.2 a 5.8; esto se logra con medidas de Atención Primaria en Salud, producto del modelo cubano. Pero en el mismo período, la mortalidad materna aumentó 313 a 377, que indica un deterioro en servicios más complejos, consecuencia de la mala gestión. La marcha chavista piensa en la mortalidad infantil, la antichavista en la mortalidad materna.
Hay más pobres en unas marchas y más gente “fashion” en otras, pero ni son todos ni ese es argumento suficiente, aunque el clasismo sí aparece como argumento en boca de los manifestantes. En ambos extremos hay desde gente movida tan solo por el impulso hasta quienes tienen una argumentación más sólida. En ambas marchas me decían que tuviera cuidado en la marcha opuesta “porque eran violentos”. Las dos marchas comparten titulares de paz y de justicia, pero no están de acuerdo en que entienden por paz, ni por justicia. Unos acusan desgaste, otros hablan de crecimiento.
En Colombia, Venezuela, Egipto o Ucrania, a las protestas se les acusa de ser fruto de una conspiración, de un plan previo y oscuro ¿Y qué tiene de malo si hay un plan previo? como si lo espontáneo fuera por definición algo ideal. El problema no es ese, es a quién sirve; quién guía la agenda. Napoleón decía: “en las revoluciones hay dos clases de personas: las que las hacen y las que se aprovechan de ellas”.
El otro debate es sobre la violencia en las marchas, en un afán de confundir los fines con los medios, heredado del pacifismo de academia. Pero las banderas de las protestas no entran en esa ecuación y la violencia no necesariamente válida ni invalida las agendas. Pareciera que el “manifestante ideal” tiene que ser pacifista hasta la inmovilidad y espontaneo hasta la ingenuidad.
En el caso venezolano no todos tienen la misma agenda. De hecho, la división de la oposición es uno de sus males históricos. Tampoco todo el chavismo apoya a Maduro, ni el chavismo inicial es el mismo de los últimos años. Hay en el movimiento estudiantil quejas legítimas de jóvenes que no se sienten incluidos.
Sigo sin entender del todo qué pasa en Venezuela, pero me quedan unos datos: el desabastecimiento es real, la inequidad disminuyó, la inflación es absoluta, las tasas de homicidio aumentaron, las tasas de pobreza disminuyeron, y el mal manejo de la protesta es real. CNN y NTN24 fueron perseguidos pero las críticas al gobierno en radio y televisión local (y en las publicaciones virtuales) van más allá de la ofensa. El debate muchas veces es más de estética que de ética política, en un país donde el chisme y el insulto parece ser parte de la cultura política. La salida no estaría en mostrar los dientes, porque los dos lados tienen dientes y los dos tienen caries.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/venezuela-hay-mas-pobres-unas-marchas-y-mas-gente-fashi-articulo-482648