Víctor de Currea-Lugo | 17 de enero de 2013
Francia en Malí enfrenta el resultado de los errores que ha cometido, como dice la canción “encore et encore”: una y otra vez. Malí fue definido, en 1960, en contravía de las agendas locales de los tuaregs y de otras minorías, imponiendo fronteras y segregando pueblos.
Esa es la causa estructural del conflicto: cómo se crearon los estados africanos. Francia perpetuó en la región a dictadores y gobiernos autoritarios mientras éstos le fueran funcionales, como fue el caso de Amadou Toumani Touré, presidente de Malí entre 1991 y 1992 y nuevamente entre 2002 y 2012.
París no ha visto a sus excolonias sino a través de su agenda industrial extractiva, de uranio y de oro en el caso de Malí, o de los problemas de seguridad para el excolonizador: es el caso del creciente Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y de los rebeldes independentistas tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MLNA), subrayando que la lógica francesa iguala el MNLA con los de AQMI y reduce toda protesta social a los problemas de “la guerra contra el terror”.
La respuesta militar a la crisis de rehenes en Argelia, a los pocos días de haber fallado de la misma manera en una acción militar en Somalia, parece mostrar que los franceses no conocen al enemigo que están combatiendo. Aunque la acción militar fue argelina, sin duda París fue consultado. De hecho, Argelia es un apoyo vital francés en la zona, aunque no recuerde la brutalidad de los paracaidistas franceses contra el pueblo argelino en los años sesenta o el indochino en los cincuenta.
Francia creyó que bastaba la formalidad jurídica de contar con la legalidad de una resolución de la ONU para resolver los problemas de legitimidad. Y poco importa que hasta una parte de la izquierda francesa apoye la intervención, cuando la tendencia mayoritaria ve que estamos ante una acción más de poder colonizador.
La comunidad internacional no ve a través de una resolución de la ONU sino de hechos: Francia entró a controlar una excolonia. Europa y EE.UU. miran para otro lado y la torpeza francesa ni siquiera echó mano del argumento de la protección de los civiles.
Europa sigue sin política exterior ni de seguridad unificada, mientras sus miembros se embarcan en guerras que saben cómo empiezan pero no cómo terminarán. Hollande demostró que, desde la nostalgia colonial, poco importa ser de derecha o de izquierda: curiosamente, la derecha española reconoció a Palestina y la sueca apoya al Frente Polisario. Cosas de la Europa que no logra conciliar su promesa de los derechos humanos y su amenaza del uso de la fuerza. Y cosas de una Francia más cercana al modelo de los paracaidistas franceses en Argelia que de la cacareada Liberté, égalité, fraternité.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/francia-en-mali-