Víctor de Currea-Lugo | 14 de marzo de 2022
Un profesor me explicaba, en los primeros años de secundaria, que, si en una olla de agua muy caliente se mete un sapo, este brinca de manera reactiva ante el choque que le produce el cambio de temperatura. Pero si ese mismo sapo es colocado en agua fría y se va calentando lentamente puede llegar a la ebullición sin que el sapo reaccione y muera, cocinándose, sin darse cuenta.
Historias de fraude en Colombia
Nunca he comprobado lo del sapo y nadie más me lo ha dicho, pero sirve para explicar lo que se viene dando en Colombia de cara a las próximas elecciones. En 1970, los datos preliminares daban por ganador al general retirado Gustavo Rojas Pinilla, pero súbitamente hubo fallas en la energía y en las líneas telefónicas en varias regiones del país. Cuando el servicio se restableció, ya el ganador era Misael Pastrana Borrero, padre del también expresidente Andrés Pastrana Arango, quien ganó por un poco más de 60.000 votos. En el poder estaba el entonces presidente Carlos Lleras Retrepo, abuelo del político Germán Vargas Lleras.
Esa frustración aumentó la falta de fe de los colombianos en el sistema electoral e, incluso, la radicalización de algunos sectores políticos que terminaron ingresando a las guerrillas urbanas de los años 70 en Colombia. Para el imaginario de un sector popular, el fraude tuvo un mecanismo similar al de lanzar un sapo en una olla de agua hirviendo.
Hay otras formas de eliminar a los competidores políticos: invalidarlos con un escándalo creado que se aclara muchos años después cuando ya no afecta las elecciones perdidas. La compra de votos es otro mecanismo en un país donde se suele condenar por prevaricato a algún particular, pero no a su contraparte en el Estado que se benefició de tal delito.
Por supuesto, una alternativa es simplemente aplastar al sapo (y aquí lo digo con todo el respeto por los sapos y de ninguna manera con la connotación de soplón que se le da en Colombia). El sapo se aplasta usando lo que aquí se ha llamado históricamente “fuerzas oscuras”, como hicieron con Jorge Eliecer Gaitán, Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro León-Gómez.
Colombia, ¿lo mismo que antes?
El asesinato de líderes nacionales lo seguimos viviendo a escala regional y local, lo que explica, en parte, el asesinato del liderazgo social del país. Todos recordamos la voz de Eudaldo Díaz Salgado, cuando en un consejo comunitario, en frente del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, denunció su posible asesinato que como un pronóstico inaplazable sucedió a los pocos días, en abril de 2003.
Ahora, de cara a las elecciones de 2022, las élites han decidido tratar de echar el sapo en agua fría, pero eso no me dice que no tengan lista el agua caliente o la maquinaria para aplastar al sapo. El primer calor llegó con la suspensión de la Ley de Garantía, de tal manera que así estaba garantizado el dinero para la compra de votos, es decir, el aceite para lubricar la maquinaria electoral.
La siguiente oleada de calor vino con la contratación del software: la licitación fue declarada desierta y el contrato otorgado a la empresa privada de Thomas Greg and Sons. Esta ha sido cuestionada por el Consejo de Estado y con ella las élites han tenido décadas de relación. Ha sido señalada por muchas voces de la oposición debido a la falta de transparencia, al punto de que una de las necesidades urgentes es garantizar fiabilidad en el conteo de votos.
El 13 de enero de 2022, funcionarios de la Registraduría intentaron que se suspendiera poner la firma y huella de los votantes en el formulario E11, con pretexto de la pandemia de Covid-19, lo que realmente significa abrir la puerta a posibles alteraciones.
El 10 de febrero, un responsable del área de talento humano de la Registraduría informó en una reunión pública que los 25.000 empleados supernumerarios a ser contratados para apoyar las próximas elecciones, algunos de los cuales puede asumir tareas como “delegados de puestos de votación, digitan y cargan la información en el software”, son nombrados sobre la base de sus padrinos políticos, lo que da paso a un gran riesgo de fraude.
Desde mediados de febrero y a través de las redes sociales, varias personas que asistieron a los cursos de capacitación como jurados electorales recibieron la instrucción de dejar unas casillas en blanco en el formulario E-14, contradiciendo normas explicitas. Esto aumenta el riesgo de fraude.
Las informaciones sobre las elecciones del 13 de marzo de 2022 son alarmantes: dificultades para acceder a votar en el extranjero, compra de votos en Colombia, fallas en la página web, no entrega en algunos sitios de tarjetones por la paz, indígenas y afros, reubicación de centros de votación y de mesas sin aviso, dificultad de acceso a observadores y testigos, propaganda en los puestos de votación, no entrega de tarjetones para consultas del Pacto Histórico, tarjetones sin firmas de los jurados, tarjetones previamente marcados y hasta bloqueos en vías de la costa caribe.
Hoy, 14 de marzo, el Pacto Histórico denunció que, de un total de 112.900 mesas, hubo 23.072 mesas donde contaron un voto dos veces, 891 mesas en el exterior no reportadas lo que impidió que el Pacto tuviera allí testigos electorales y habría 29.425 con “cero votos” a favor del Pacto Histórico, lo que equivale al 26% del total de mesas. Todo esto muestra que cocinar al sapo sigue siendo una opción pero que, una vez no se pueda, pues podrían pasar sin problemas a la estrategia del agua caliente.
El que escruta ¿elige?
Para mí, ha sido difícil explicarle a los migrantes venezolanos la vez que, en Colombia, en el marco de unas elecciones nacionales del candidato presidencial de la derecha, en marzo de 2018, ante la falta de tarjetones, el Gobierno aceptó el uso de fotocopias, una muestra absoluta de chapucería e improvisación.
Son tan cínicos que han tratado de sugerir que el fraude podría ser realizado por el mismo Gustavo Petro, cuando son ellos los que están en el poder. Esto no es una novedad noticiosa, pues ya llevamos años culpando a la oposición de todos los males del país, cuando esta nunca ha gobernado.
Es posible que nos pase como el sapo, que no nos demos cuenta, que entramos con confianza al agua fría donde nos sentimos a gusto, que un poco de calorcito no sea motivo de preocupación, porque, al fin y al cabo, todos los actos humanos tienen problemas. Así, volveremos un mal conteo en una mesa un “caso aislado”, como las “manzanas podridas” de los falsos positivos.
Y cuando ya nos demos cuenta, como el sapo en el agua caliente, estamos siendo cocinados y no precisamente a fuego lento, sino que somos el postre o el aperitivo, según quieran las élites de otro resultado electoral a favor de ellos.
Camilo Torres Restrepo decía que “el que escruta elige”. Ya vimos en las pasadas elecciones la capacidad para convertir un número 0 en un número 6 con solo ponerle un copete, y un número 1 en un número 4 al agregarle una línea horizontal.
Si el poder real en Colombia ha desplazado a millones, asesinado a cientos de miles y desaparecido a miles, ¿ustedes creen que estarían dispuestos a perder el poder antes de tratar de cocinar un sapo? Hay sapos que no nos podemos tragar y sin duda no es este. Fin del comunicado.