Víctor de Currea-Lugo | 4 de noviembre de 2012
La política exterior ha sido la cenicienta en el debate de los Estados Unidos, pero gane quien gane, el presidente tendrá que lidiar con varios frentes: Irak, Afganistán e Irán. Si bien al 84% de los estadounidenses no les interesa su política exterior, al mundo sí le importa.
En Irak, la promesa hecha por Bush de ‘imponer la democracia’, fracasó porque esa no era la causa real de la guerra, como tampoco lo fue la libertad en Afganistán. El pecado original en ambos casos fue emprender guerras de ocupación sin conocer la dinámica local, afectando a la población civil, colocando gobiernos títeres y luego, ante la realidad, tratar de salir por la puerta de atrás haciendo el menor ruido posible y transfiriendo los problemas a los locales.
En ambos casos se trató de presentar un aparente posconflicto mientras el número de muertos crecía, y en ambos se utilizó la falacia de las “democracias vigiladas” para dar paso a la lógica del “gobierno indirecto” aprendido de la colonización inglesa: que los locales gobiernen con agendas extranjeras. En eso no habría diferencia entre Obama y Romney. Frente a las tensiones entre Irán e Israel, los dos tienen la misma postura: apoyarán a Israel así no compartan una aventura militar de su parte en territorio iraní, por una razón fundamental: la política de la Casa Blanca en Oriente Medio está sometida a lo que diga Tel Aviv.
Romney nunca daría un discurso como el de Obama en la Universidad de El Cairo, donde usó la palabra ‘ocupación’ para referirse a la situación de Palestina, dijo que el Islam es una religión de paz y reconoció el derecho de Irán a usar energía nuclear con fines pacíficos. Pero Obama, al igual que Romney, nunca abandonará a Israel y no presionará a favor de Palestina más allá de algunas frases comunes.
Obama no dudó en aumentar las tropas en Afganistán por los mismos días en que aceptaba el Nobel de Paz. Su exotismo bien administrado, de ser el primer presidente negro y de llamarse ‘Hussein’, permite que algunos le acuñen diferencias esenciales con Romney, donde no las hay. “Obama es demócrata pero actúa como republicano”, me decía un egipcio. Guantánamo sigue abierto, hoy Irak está hundido en el caos y Afganistán ve el resurgir talibán. En ambas guerras los Estados Unidos han fracasado.
En el tercer debate Romney se limitó a apoyar la política exterior de Obama, lo que demuestra que, gane quien gane, esencialmente, no habrá cambios de fondo. En resumen, en la relación de Estados Unidos con el mundo aparecen marginalmente el terrorismo y la migración, de resto sólo importa la agenda interna. Esto no es relevante en las calles de Washington, pero sí en Afganistán, Irak y Palestina.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/frentes-abiertos