Víctor de Currea-Lugo | 21 de diciembre de 2023
Cansa que, en medio del genocidio de Gaza, salten los ateos dogmáticos a gritar la famosa frase de Marx: “la religión es el opio del pueblo”.
Y creen que el corazón (como metáfora de algo positivo) debe estar lejos de otros dogmas de fe y toda creencia religiosa.
Los que han conocido la guerra en primera persona pueden dar fe del inefable dolor de las víctimas. Y ellas, en su humano desespero y su instinto de supervivencia, se aferran a lo que sea, para sobrevivir. Y eso es lícito, legítimo, válido.
Por eso, la expresión “Allah uak bar” (que traduce: Dios es el más grande y convertida en español en “ojalá”) no es solo la manifestación de su cultura religiosa, sino un grito de esperanza; como cuando los cristianos dicen “Si Dios quiere”.
Recuerdo que, en un foro sobre las posibilidades de una guerra contra Venezuela, varios caraqueños decían conocer la guerra. Yo precisé que los venezolanos conocen la violencia de la delincuencia y de las guarimbas, pero con todo respeto, eso dista mucho de lo que es una guerra.
Usé mi experiencia personal para explicar lo que yo quería decir: cuando uno escucha por primera vez caer una bomba de 500 libras, uno no se asusta, no se altera, no se paraliza, no llora, no se conmociona, uno se caga; así de explícito. Y ante esa inmensidad la gente suele echar mano de sus creencias, así sean atávicas y censurables desde la comodidad de un escritorio.
La sociedad palestina conoce lo que es el abandono: la ha dejado de lado el sistema de las Naciones Unidas, el derecho internacional, la arrogante Europa, los Gobiernos árabes, el mundo musulmán, el sobrevalorado Sur Global y hasta los progres pro-sionistas de closet. Todo el mundo ha dejado esperando a los palestinos por una solución.
Gaza, esperando a Godot
Y no solo es esperar como Godot, sin que nada suceda, sino que en medio de la espera conocen el derribo de casas, las prisiones israelíes, las masacres de civiles, el bombardeo de hospitales y todo un entramado de ataques desde jurídicos hasta armados, frente a los cuales muchos ya habrían claudicado.
En ese esperar sin esperanza, fruto de su tradición religiosa (que impregna toda la cultura, más allá incluso de la fe) los palestinos dicen, con total convicción, “Allah uak bar”; como cuando la gente atea dice “adiós” que significa “ve con/hacia Dios”, porque su deseo humano es que los que quiere estén protegidos más allá de la despedida.
En esa solitaria espera palestina, la religión no es el opio del pueblo, sino el aliciente, el clavo ardiendo de dónde agarrarse (como dice el refrán). Y eso mismo fue lo que dijo Marx, a renglón seguido de su famosa frase citada solo hasta ahí por quienes no han leído a Marx (“la religión es el opio del pueblo); sin embargo, él desarrolló su idea.
La religión también es para el mismo Marx “el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de situaciones carentes de espíritu”. Pero explicar el todo por la parte es típico de la cultura del TikTok. Eso ha sido el islam en esta guerra. Ante la modernidad racional incapaz de implementar sus promesas jurídicas; la fe da mucho más consuelo y apoyo que las citas de Marx sacadas de contexto.
El islam da muchas más cosas que lo que algunos creen que dice el Corán, acompaña y abraza como para algunos lo hace la teología de la liberación, permite sobrevivir y aguantar en vez de renunciar a todo, antes de cagarse.