Víctor de Currea-Lugo, asesor presidencial para Oriente Medio | 26 de agosto de 2025
Visitando Oriente Medio, pudimos detenernos en algunos hospitales, en particular, en Egipto. En ellos se han atendido miles de palestinos, cuyo dolor más grande, más que el de las heridas de la guerra, es estar lejos de Gaza. Los palestinos son gente terca.
La idea que yo he tenido de ellos y que me la confirma cada vez es que en su mesa está primero el libro que el pan. Y es tan así que aún en medio del genocidio siguen aplicando a becas y una de ellas es aceptada precisamente para irse a estudiar a Oxford.
Llevan un año sin clases por el COVID y dos años sin clases por el genocidio. Se va acumulando la falta de escolaridad, la rabia, pero nunca el olvido. Una de las mujeres me dice en El Cairo que ellas inventan cada día una excusa diferente para vestirse bonito.
La inmensa mayoría son mujeres y niños. Algunos pocos que fueron evacuados por razones médicas son varones, pero los hombres entre 16 y 65 años no han podido pasar la frontera en general. Es como una larga procesión de viudas con sus hijos y los nombres de sus maridos que han sido asesinados.
Estos palestinos en El Cairo suelen mantenerse con cierta rutina con el fin de combatir el malestar de ser ajenos a esta tierra. Cuando les pregunto sobre qué quisieran hacer una vez estén aliviados o qué sueñan con hacer la próxima semana, todos, absolutamente todos contestan lo mismo: volver a Gaza.
Uno de los pacientes me cuenta cómo su casa fue bombardeada y allí donde vivían nueve quedaron ocho cadáveres y ella que sobrevivió a la masacre. Otra de las mujeres me cuenta que su salud mental está destrozada porque toda su familia fue asesinada y, ahora, sobrevive entre los pasillos del hospital, gracias en parte a la presencia de otros palestinos.
Los palestinos desean volver a Gaza
Hay algunos pacientes que no llegan por heridas de guerra, sino por enfermedades. Una de ellas tiene diabetes y no tuvo medicación durante mucho tiempo en Gaza; finalmente logró llegar hasta Egipto a recibir alguna ayuda. Otro paciente apenas sobrevive después de estar 18 meses sin tratamiento para su enfermedad renal que requiere diálisis.
Y otra de las mujeres entrevistadas, tal vez de las mayores, me dicen que cada espacio colectivo es como el corazón, donde se juntan con otras personas palestinas; ellos no son más que las venas y las arterias, pero el corazón es Palestina.
Al comienzo, muchos no querían aceptar la salud mental, ni siquiera hablaban, pero fueron encontrando la necesidad de verbalizar sus dolencias y renunciando a la estigmatización frente a los tratamientos de salud mental. Una de ellas me dice, mi cuerpo está aquí, pero mi corazón está allá, porque mi familia y mi tierra está allá mismo. Y me confirma que donde estén ellos, está Gaza. “Unidas somos más fuertes”, dice una de ellas.
Les tocó aprender desde cero, pero a pesar de la seguridad que les ofrece Egipto, insisten en volver a su tierra. Hablando con unos adolescentes, uno de ellos me dice, nosotros desde niños hemos aprendido tanto a confiar como a desconfiar. Esos somos los palestinos.
Otra de las pacientes sufre de cáncer de seno; tuvo una recaída, logró ser evacuada hacia Egipto, pero adentro se quedó su esposo y sus siete hijos. Otra palestina perdió sus dos piernas y ahora con prótesis trata de levantarse y mostrarnos su nueva posibilidad de caminar.
Una palestina de 20 años tiene infecciones en la espalda, quemaduras en todo el cuerpo y limitaciones en ambas piernas. Está sola con su madre, pero el resto de su familia sigue en Gaza.
Una última compró una caja de chocolates para repartirles a los demás pacientes en el hospital. Ella, la de los chocolates, recuerda cómo su mamá salió por los aires volando junto con ella; la diferencia es que ella sobrevivió.
Estos son los palestinos y palestinas que están allí, en Egipto, que se alegran de que los visitemos, que esperan una ayuda digna, que sonríen cuando oyen la palabra Colombia, que agradecen a Petro sin saber bien qué hemos hecho y por lo cual, precisamente, debemos movilizarnos. “Colombia está con Palestina, Colombia está contra el genocidio”, pero esto debe ser, por supuesto, más que palabras.
Publicado originalmente en el periódico VIDA de la presidencia de la República