Víctor de Currea-Lugo | 16 de febrero de 2022
En las trincheras de la primera guerra mundial, en el frente franco-alemán de la batalla de Verdún, un militar francés gritó: “No pasarán” como consigna frente al enemigo. Esas mismas palabras fueron la consigna pronunciada por Dolores Ibárruri, la Pasionaria, para llamar a la defensa de la República española frente al ataque del fascismo. Hoy es la frase antifascista más conocida. Y sigue estando vigente por una razón: porque el fascismo no ha muerto y ahora busca consolidarse en el mundo iberoamericano.
Fascistas de todos los países…
Entendemos el fascismo como el fruto de la conjugación de varios elementos: la irracionalidad, el fanatismo, la sed de poder, el rechazo a la diferencia, el nacionalismo, la superioridad moral y racial de los fascistas, el lenguaje imperativo y el caudillismo.
Hoy, no hay camisas negras ni pardas en Europa, porque fueron derrotadas en la segunda guerra mundial, dolorosamente por medio de las armas, pero sí hay expresiones políticas, sociales e ideológicas donde los fascistas continúan con la herencia que dejó Hitler, Franco y Mussolini.
Es fascismo hoy se expresa a través de grupos neonazis frecuentemente involucrados en ataques a inmigrantes, lo que ha dado votos en Francia y Holanda, por ejemplo. También se expresa en fanáticos islamófobos que no dudan en atacar mezquitas o en masacrar, como lo han hecho en Noruega en 2011 y en Nueva Zelanda en 2020.
Son los movimientos políticos de extrema derecha la expresión política del fascismo contemporáneo que, obviamente, no florece sin una base social, sea ésta consciente o no de lo que tal propuesta contiene e implica. Las políticas de Marine Le Pen (Francia), Matteo Salvini (Italia), Geert Wilders (Holanda) y Viktor Orbán (Hungría), son algunos de los ejemplos del resurgir fascista en Europa.
En Filipinas el gobierno de Rodrigo Duterte y sus formas de manejar lo público, el general Al-Sisi en Egipto, así como varias decisiones de Donald Trump, muestran que el fascismo no es solo una propuesta europea, ni que sus formas repiten mecánicamente las expresiones de los años 30 y 40. Hoy los fascismos tienen muchas caras.
Fascistas criollos
América Latina no es la excepción (región que los filofascistas renombran ahora como “iberosfera”). Gobiernos como el de Jair Bolsonaro, en Brasil, reproducen los mismos elementos. Bolsonaro fue elegido democráticamente, igual que Adolfo Hitler, lo que muestra que el fascismo necesita para su éxito de un apoyo popular logrado ya sea por el miedo o por la seducción, o por la combinación de las dos.
No todo régimen autoritario es fascista, pero los dos comparten elementos. Tampoco lo es todo dogmatismo, pero ambos temen a la libertad de expresión, llaman a quemar libros y a prohibir opiniones de los que consideran que no son moralmente válidos para hablar. Eso es fascismo.
En el siglo XX, hubo elementos fascistas en las dictaduras latinoamericanas y en gobiernos aparentemente democráticos; en la violación de derechos humanos y en los sistemáticos crímenes de guerra contra la población civil en los conflictos armados de la región.
Su doctrina está basada en el anticomunismo, la defensa de la familia y la propiedad privada, la reivindicación de los valores tradicionales, como fue el régimen de Augusto Pinochet en Chile; en combinación de formas legales e ilegales (como la limpieza social, el uso de paramilitares o prácticas genocidas) más la convicción de una superioridad moral y racial de un sector de la sociedad, alimentan el fascismo en América Latina. Curiosamente, las narrativas de la extrema derecha llevan al delirio de decir que el actual Gobierno de Estados Unidos es «socialista».
No es necesario que los “superiores morales” lo sean, basta con que se lo crean. Lo mismo frente a la superioridad racial. No había en esencia diferencia entre hutus y tutsis en Ruanda, ni entre singaleses y tamiles en Sri Lanka, pero basta con la convicción para pasar a la acción. Esa superioridad racial es, por ejemplo, parte de la narrativa sionista contra los palestinos.
Los fascistas se reconocen y se juntan, así avanzan. Ahora, gracias a la polarización de muchos escenarios, han crecido. Por eso buscan articularse; así nació por ejemplo el partido Vox en España, fundado apenas en 2013. En el plano europeo, se creó Identidad y Democracia, un grupo dentro de Parlamento Europeo creado en 2019.
Próxima estación: Bogotá
Ahora, la extrema derecha busca reunirse en Colombia, el 18 y 19 de febrero de 2022, para tender lazos entre Vox de España y sus copartidarios en América Latina, bajo la excusa de un tipo de cruzada anticomunista, apuntando a polarizar más la región y a unificar bajo un “enemigo común” a todas las fuerzas alternativas y progresistas.
Según la Carta de Madrid, su documento guía, “…una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica.
La amenaza no se circunscribe exclusivamente a los países que sufren el yugo totalitario. El proyecto ideológico y criminal que está subyugando las libertades y derechos de las naciones tiene como objetivo introducirse en otros países y continentes con la finalidad de desestabilizar las democracias liberales y el Estado de Derecho”.
Eduardo Bolsonaro (hijo del presidente de Brasil), Keiko Fujimori (de Perú) y José Antonio Kast (de Chile) serían parte de los aliados de Vox en la región. Estarían también invitadas las oposiciones de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
¿Por qué verse en Colombia? Los filofascistas y los fascistas están asustados con el triunfo electoral de Xiomara Castro (en Honduras), de Gabriel Boric (en Chile), así como los ascensos de Lula da Silva en Brasil y de Gustavo Petro en Colombia. Esos miedos ya se veían con el regreso de fuerzas pro-Evo al poder en Bolivia y el triunfo de Alberto Fernández en Argentina.
Verse en Bogotá es volcar, en las elecciones colombianas de 2022, toda la lucha contra sus fantasmas. Tal como lo reconocen en su web, el “Foro Madrid celebrará en Bogotá su ‘I Encuentro Regional’ para alertar del peligro de una victoria presidencial de Petro”.
Parte de esa estrategia incluiría el interés del Gobierno colombiano por “internacionalizar” el conflicto social y armado inventándose un eje Rusia-Hizbollah-Venezuela para explicar toda la conflictividad colombiana, desde el paro nacional hasta los recientes hechos de Arauca.
Un refrán dice que “Los judíos pesimistas terminaron en Nueva York; y los optimistas en los campos nazis”. Lo que se ve no es una simple reunión de posturas de derecha, sino (ojalá yo esté equivocado) una cruzada, un tipo de falange internacional que apuntaría a fortalecer la implementación de políticas neoliberales, la relativización de los derechos humanos, la quiebra de la democracia, el culto al autoritarismo y el auge de narrativas de miedo para vender seguridad a partir de las fuerzas armadas.
El problema no es solo la fortaleza creciente del filofascismo, sino también el descuido de parte de las sociedades a decir “No pasarán”, de asumir esta consigna. Afortunadamente, algunas voces ya han cuestionado la llegada de Vox a América Latina, pero otros guardan silencio y unos más están enredados en rapiñas de poder, prácticas sectarias, purismos y radicalismos, y en peleas semánticas, haciendo todo esto desde una superioridad moral que los acerca más al fascismo que a lo que dicen querer construir. Fin del comunicado.