Irak, territorio de guerra entre Irán y Estados Unidos

Por Víctor de Currea-Lugo / 7 de enero de 2020

Irán atacó con misiles bases de Estados Unidos en Irak. Pero ni este hecho ni el que lo causó, puede verse por fuera de: las tensiones entre los dos países desde 1979, la lucha por el control de la región, y las alianzas y disputas regionales y mundiales.

Irak es un país de apenas un siglo de historia como Estado, construido de manera arbitraria por las potencias ganadoras de la Primera Guerra Mundial, juntando tres wilayas (distritos) del antiguo imperio otomano: Mosul, Bagdad y Basra. La fusión de estos tres territorios fue llamada “Irak” (por la milenaria ciudad de Uruk), fusión que no borró las tensiones internas entre kurdos, árabes, suníes y chiíes, tensiones que no han sido resueltas y que alimentan los conflictos actuales.

En 2003, Estados Unidos invadió el país. Tras sacar del poder a Sadam Husein (árabe-suní), se proclamó una Constitución que dio poder a los kurdos (una minoría cultural) y a los chiíes (una minoría religiosa en el islam, pero mayoría en el caso de Irak). La relación de los chiíes entre Irak e Irán es transfronteriza, tanto religiosa como política. De hecho, dos sitios sagrados de los chiíes, las ciudades de Najaf y de Karbala, quedan en suelo iraquí.

Con la llegada al poder de los chiíes en Irak, la influencia iraní aumentó. Pero desde 2014, el territorio iraquí se convirtió en un campo de batalla contra el Estado Islámico. El Ejército iraquí, históricamente ineficaz, no pudo responder adecuadamente y fueron las milicias kurdas y chiíes, los principales responsables de la derrota del Estado Islámico en Irak. Estas milicias chiíes, apoyadas por tropas iraníes, fueron determinantes en esa lucha contra el terrorismo. En ese marco es que se explica la presencia del general Suleimaní en Bagdad, donde fue asesinado.

Estados Unidos había retirado el grueso de sus tropas de combate en 2011, pero no así la totalidad de sus asesores. En 2014, con la irrupción del Estado islámico volvió a desplegar tropas. En la guerra contra el terrorismo del Estado Islámico hubo una puja por aumentar la influencia y la legitimidad por parte de diferentes actores en la región, dentro de ellos Rusia. El triunfo militar del gobierno sirio, sobre rebeldes y sobre terroristas, contó con el apoyo de Rusia y de Irán, mientras Estados Unidos se quedó marginado del triunfo.

Comenzando 2020 (3 de enero), Donald Trump decidió una acción unilateral contra Irán, incluso sin permiso del senado de los Estados Unidos, subvalorando a Irán. Pero Irán respondió con tres decisiones: una gran movilización social que fortalece su legitimidad interna e internacional, la interrupción de los compromisos adquiridos en el pacto sobre la producción iraní de energía nuclear, y la presión política para que el parlamento iraquí pida el retiro de las tropas de los Estados Unidos de su territorio.

Pero eso no bastaba, por eso Irán lanzó varios misiles balísticos a dos bases militares de los Estados Unidos en Irak (7 de enero). Ya se habían producido ataques cerca de la embajada de Estados Unidos en Bagdad (4 y 5 de enero). El lanzamiento de misiles es una acción concreta de respuesta y, además, una demostración de fuerza militar y de voluntad política. Irán tiene una gran capacidad militar, como lo demostró en la guerra con Irak en los años ochenta, en la guerra contra el Estado Islámico y en el apoyo al gobierno de Siria en su guerra civil.

Ahora Donald Trump amenazó que respondería a una acción iraní (que ya se dio) con el ataque a 52 objetivos iraníes, incluyendo bienes culturales, lo que es un gran acto de provocación que despierta el sentimiento religioso, muy cercano al político. Trump juega con candela. Irán, a su vez, amenazó con atacar 300 objetivos estadounidenses, incluyendo las ciudades de Dubái (en Emiratos Árabes Unidos) y de Haifa (en Israel). En las redes sociales, después del ataque con misiles, ambos gobiernos plantean una eventual cese de las hostilidades. La retórica de guerra no necesariamente implica que vayan a pasar a los hechos, pero nada se puede descartar.

Matar a Suleimaní hasta ahora sólo ha servido para que se ponga en pie todo lo que él construyó o fortaleció: la presencia militar de Irán en Irak, las milicias chiíes en varios puntos de la región, el rechazo a la presencia militar de Estados Unidos y una importante demostración de la capacidad militar iraní. Ahora la pelota está en el lado estadounidense.

Fotografía tomada de: El líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei. HOtaherkenar

 

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