Víctor de Currea-Lugo | 30 de abril de 2013
Negar el holocausto no implica sólo cuestionar una realidad sobre la cual hay demasiadas evidencias, ni pisotear la lucha de judíos, gitanos y otras víctimas por mantener la memoria, sino que significa también cohonestar con uno de los peores crímenes de la humanidad.
Este negacionismo no es exclusivo del holocausto nazi: Hitler mismo alimentaba su idea de la “solución final” en el silencio mundial sobre el genocidio armenio. Estados Unidos dijo que en Ruanda no había un genocidio sino “actos de”, y la Unión Europea dijo que en Darfur tampoco había un genocidio sino actos “que parecían” dicho crimen.
Dentro de Alemania, la idea de que “no sabíamos lo que estaba sucediendo” ha sido desmentida por Danile J. Goldhagen en su excelente trabajo Los verdugos voluntarios de Hitler. Allí se muestra cómo parte de la sociedad alemana redujo la política de Hitler a sus discursos, negando la trascendencia de los crímenes.
Usualmente, en auditorios europeos, especialmente en Holanda y Alemania, existe una tendencia a invocar la palabra G —como se la conoce en ciertos círculos académicos— cuando se presentan críticas a la ocupación israelí a Palestina, tratando de revolver peras con manzanas. Lo cierto es que la defensa de Palestina no necesita negar el Holocausto; la causa palestina se enriquece con la condena al Holocausto, como bien lo ha expresado el académico judío y propalestino Norman Filkenstein en su trabajo La industria del Holocausto.
En Colombia donde todo nos llega tarde, están de auge los neonazis criollos y sus profetas. Daniel Coronell, en la revista Semana, develó recientemente la afinidad política del procurador Alejandro Ordóñez con tesis y personas negacionistas del Holocausto.
Fernando Londoño, en una columna de 2006 —que se puso ahora de moda en las redes sociales—, alabó el pensamiento político (sic) de Carlos Castaño, colocándolo como un estadista y reduciendo sus crímenes casi a cosas anecdóticas, como algunos hacen con Hitler.
El problema, como en la Alemania nazi, no es sólo que tres locos se crean la noción de una raza superior ni que adoren a Hitler de manera religiosa, lo grave es que la sociedad haga eco de las ideas de Ordóñez y de Londoño, que la limpieza social o el paramilitarismo sigan gozando de cierta aceptación, y que las justificaciones fascistas sean la respuesta. Señor procurador: ¿usted cree que Hitler no hizo nada malo? Exministro Londoño: ¿usted cree todavía que Castaño tenía razón? Que no neguemos lo evidente es parte de lo que una sociedad necesita para ser decente.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/la-negacion-del-holocausto-columna-419420