Víctor de Currea-Lugo | 2 de marzo de 2014
Hay, por lo menos, dos antecedentes que indican que poco o nada podrá hacer Obama con sus declaraciones y llamadas telefónicas para evitar que Putin haga lo que quiera.
El primero es Georgia en 2008. Allí Rusia lanzó una acción militar contra Osetia del Sur (región del norte de Georgia), sin que las amenazas del gobierno de George Bush surtieran efecto relevante alguno. El segundo es la gran derrota en términos de liderazgo internacional que le propinó Rusia a Estados Unidos en 2013, en el marco del uso de armas químicas por parte de Siria.
Desde hace años, los coqueteos ucranianos tanto a la OTAN como a la Unión Europea no han sido bien vistos en Moscú. En 2008, Putin dejó claro que un eventual ingreso de Ucrania a la OTAN terminaría en la anexión rusa de Crimea, base de la flota rusa del mar del Norte. Esa amenaza ahora se concreta, luego del cambio de gobierno ucraniano, fruto de tres meses de marchas que incluían agendas pro Unión Europea y luego de la caída el 22 de febrero del gobierno ucraniano y prorruso de Víktor Yanukóvich, a quien Rusia no dudó en darle asilo.
Por otro lado, el pulso que le ganó Putin a Obama sobre el manejo de la crisis por las armas químicas en Siria, hace que hoy las advertencias estadounidenses sobre Ucrania suenen a declaraciones vacías. China actuaría en bloque con Rusia, como lo hizo en Kosovo, Libia, Sudán y Siria. Por su parte la Unión Europea, como es costumbre, titubea sobre la situación y apenas hace unos llamados a la paz.
Ante una salida de fuerza consumada no sirven exhortaciones vacías a la paz. No ir a la Cumbre del G-8 (como amenaza Estados Unidos) es tan eficaz como dejar a Putin sin postre. Obama dice que “Rusia pagaría un precio” en caso de optar por la guerra, pero ¿cuál precio? La simple mala reputación no le quita el sueño a Putin.
Rusia no necesita argumentos, si los necesitara (como en Georgia, 2008) echaría mano a la protección de los derechos humanos de los rusos en Ucrania, a la ilegitimidad del nuevo gobierno ucraniano, a la autodeterminación de Crimea, o al clima si fuera necesario. Rusia reaparece como un poder global que logra neutralizar en ciertos escenarios a Estados Unidos, siendo Ucrania uno más de la lista.
Obama habla, pero no hace. Ese fue su libreto en Egipto y Siria. Si hay o no guerra es por voluntad de Putin, no por influencia de Estados Unidos. Si Bush no pudo evitar Georgia en 2008, menos podrá hoy en el caso ucraniano un desprestigiado Barack Obama.
Fotografía: Putin discutió con Obama Ucrania, Siria y Nagorno-Karabaj
Artículo publicado originalmente en El Espectador (Colombia)