Moros, Marx y yihadismo

Víctor de Currea-Lugo | 27 de enero de 2015

(Desde Mindanao, Filipinas)

Derivados de su historia colonial y tiempos de guerra, este país ha dado cabida a diversos grupos religiosos y políticos que buscan posicionarse nacionalmente.

Filipinas fue nombrada así en homenaje al rey Felipe II de España, quien había incorporado aquellas tierras a su reino hasta finales del siglo XIX, cuando fue remplazado por Estados Unidos. La influencia española se siente especialmente en el lenguaje: las dos oficiales de migración en el control de pasaportes eran de apellidos Gonzales y Gutiérrez.

El país es una mezcla: más de 170 idiomas, herencias culturales de diferentes conquistadores, repartidas en más de 7.000 islas. Y aunque hay diferentes religiones, de los 94 millones de habitantes 80% son católicos y 8% musulmanes. El deporte nacional pareciera ser el karaoke, pasión que llevan en el alma y que vemos hasta ahora en todas las fiestas.

En 1946, Filipinas logró su independencia, pero sus lazos con Estados Unidos siguen siendo tan grandes como su embajada en Manila. La historia reciente empieza con Ferdinand Marcos, quien gobernó entre 1965 y 1986, y quien ordenó tierra arrasada contra los rebeldes de Mindanao. Marcos fue remplazado por Corazón Aquino, madre del actual presidente, Benigno Aquino. Así, la política transcurre entre apellidos que se repiten, violencia armada, amenazas de golpes de Estado y escándalos de corrupción. En el aeropuerto un policía me ofreció sus servicios de taxista a un precio cinco veces mayor del que pagué en un carro con taxímetro.

La República de Bangsamoro

A más de una hora en avión, al sur de la capital, queda Mindanao, una entidad propia que existía desde hace siglos y luego incorporada en Filipinas. Allí, el conflicto armado está unido al sueño de Bangsamoro: la tierra de los moros, palabra despectiva usada por los españoles y que los locales musulmanes reconvirtieron en motivo de orgullo. Pero en el sur no sólo hay musulmanes sino también hay cristianos y, a su vez, las dos comunidades religiosas están representadas en varias comunidades indígenas.

Al llegar al pequeño aeropuerto de Cotabato, ubicado en una base militar, el viento húmedo me llevó al caribe. Difícil de creer de una región a más de 21.000 kilómetros de Cartagena de Indias. De camino al pueblo hay matas de plátano que hacen guardia a cada lado del asfalto incompleto. Días después fuimos a Pagadian y Zamboanga, un largo viaje de casi 400 kilómetros. En la ruta observamos cultivos de coco, yuca, plátano y maíz.

La tierra de los moros fue puesta por Estados Unidos bajo control de Filipinas en 1946 “sin ninguna consulta a la población local”, me explican. Los vínculos militares con Estados Unidos siguen siendo fuertes, incluyendo el entrenamiento de grupos de contraguerrilla. Si bien el idioma oficial es el filipino, la Constitución y las leyes son en inglés. “Las injusticias de la colonización española y de las invasiones estadounidenses y japonesas explican parte de nuestro conflicto”, me dice uno de los locales. Días después pregunté a líderes en Pagadian si ellos se consideraban filipinos o moros, y en coro todos contestaron “moros”. Y uno de ellos aclaró riendo “solo somos filipinos porque vivimos aquí”.

La Constitución filipina de 1987, sin renunciar al centralismo, dio origen a la Región Autónoma de Mindanao Musulmán (ARMM), puesta en marcha en 1989, sin participación de las fuerzas rebeldes locales. “Esa Constitución reconoce todo un ramillete de derechos fundamentales, sociales, de las mujeres, y crea la Comisión de derechos humanos”, nos explica una abogada filipina.

Visitamos en Cotabato la sede de la Región Autónoma que ahora se prepara para convertirse en sede de Bangsamoro, si el proceso de paz avanza y el parlamento aprueba el proyecto de ley para su creación. El poder de la ARMM no tuvo legitimidad local, el plebiscito de 1989 fue un fracaso y el actual presidente ha reconocido que la Región Autónoma no logró cumplir con las esperanzas de la población musulmana.

Los Muyahidin

En las afueras de Cotabato nos reunimos con algunos habitantes locales. Varios claramente identificados con las banderas de los alzados en armas y no quise indagar si eran formalmente parte de ellos.

Allí hablamos de los muyahidín. Así se identifican los alzados en armas y así los reconoce la comunidad musulmana de Filipinas: los que hacen el jihad. Para explicarme la opción por la lucha armada los entrevistados se remiten a 1968, cuando sucedió la masacre de Jabidah, en la que murieron varias decenas de estudiantes. Un líder local me dice “la violencia no la empezamos nosotros”.

En 1969, fruto de esta frustración política nace el Frente Moro de Liberación Nacional (MNLF, por sus siglas oficiales). Durante los años 70 la organización tuvo tensiones internas que dieron origen, en 1984, al Frente Moro de Liberación Islámica (MILF), “más islamista que nacionalista”, me explica uno de mis entrevistados en Cotabato. En la agenda de los dos grupos armados más importantes, Bangsamoro es el punto central. Pregunto sobre el grado de apoyo de la población civil a los grupos armados y uno de ellos me contesta: “aquí el apoyo es muy alto, digamos del 80% de la población”.

La represión y las violaciones de derechos humanos han fortalecido a los rebeldes. Una abogada me decía “no conozco un solo caso de un violador de derechos humanos en la cárcel”. De hecho es común, me dicen, el ascenso de militares que han servido en Mindanao. Una práctica reiterada es el asesinato de civiles que son presentados ante la prensa como “terroristas” y que sirven para que los militares sean promovidos.

Levantamiento comunista

Algunos de los que lucharon contra la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, luego combatieron por la reforma agraria pero fueron derrotados; posteriormente se unieron al proyecto comunista filipino.

Una de las cosas que sorprende en Manila es la cantidad de gente literalmente viviendo en la calle, con sus tendederos de ropa sobre las avenidas, mientras los emblemáticos centros comerciales Ayala y SM son propiedad de dos de las familias más ricas del país. La ciudad está claramente sectorizada: hay zonas para ricos y para pobres. Por eso y muchas otras cosas, me comentan, las banderas de la revolución tienen eco entre sectores de la población filipina.

El Partido Comunista de Filipinas, con representación parlamentaria, optó por el modelo del frente político amplio (el Frente Democrático Nacional, FDN) y un brazo armado: el Nuevo Ejército del Pueblo (NPA), activo desde 1969. Esta guerrilla llegó a tener más de 20.000 combatientes en los años 80, para luego caer en desgracia por sus propios errores tales como la extorsión, el secuestro, el uso de minas anti-personal, el reclutamiento de menores y las masivas purgas internas.

A su crecimiento en los años noventa, siguió una fase de retroceso, pero sigue haciendo presencia en la mayoría de las provincias de Filipinas y su capacidad militar es superior a la de los dos grupos armados más relevantes de Mindanao. “En algunas zonas realmente los aman”, me dice un abogado en Zamboanga.

El proceso de paz con el NPA empezó en 1986, hace 28 años, y ha tenido avances, estancamientos y retrocesos. Las reuniones han incluido debates sobre reformas sociales y económicas, protección jurídica a los negociadores, derechos humanos, DIH, desarrollo industrial, reforma agraria, y un largo etcétera.

El gobierno acusa a los comunistas de querer establecer precondiciones para el diálogo y estos al gobierno de evadir debates sobre temas sustanciales. Según el NDF, no hay condiciones y solo sería posible una nueva etapa de negociaciones con el gobierno que llegue al poder en 2016. Para un entrevistado sobre el NPA en Zamboanga, “ellos no negociarán por una simple razón: sus banderas no son negociables”.

Los que sí están en un proceso de paz son los moros de Mindanao, esperando una ley que permita que la paz sea posible. Se sentaron por primera vez a hablar de paz en 1976 y 39 años después están más cerca de lograr su sueño.

Publicado originalmente  en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/moros-marx-y-yihadismo-articulo-540404