Víctor de Currea-Lugo | 27 de agosto de 2024
La resistencia palestina e Israel han entablado negociaciones muchas veces; aún hoy, en medio de un genocidio, hay un espacio de conversaciones indirectas. Poco se sabe más allá de los titulares de prensa.
Las negociaciones de paz, contrario a lo que algunos creen, no son glamurosas reuniones entre voceros que han leído a los autores pacifistas o que están inspirados en Ghandi, sino encuentros entre quienes están luchando en un campo de batalla. Y así debemos ver las reuniones indirectas entre la resistencia palestina e Israel. Pensar algo diferente es ingenuidad.
Y esas mesas de negociación no tienen nada de fácil, no se llega allí necesariamente con buena voluntad ni exentos de trampas. Algunos negocian para superar la guerra, otros para buscar treguas o espacios de respiro; se llega con dobles discursos y con cartas bajo la manga. Incluso, algunos llegan solo para quemar esa etapa sin la más mínima voluntad de avanzar o sin expectativas frente a la contraparte.
Antecedentes de estas negociaciones
Hay dos cosas que abundan en el caso palestino: las normas del derecho internacional y las propuestas de paz. Estas últimas (ya van como 60 propuestas) tienen dos tendencias: la primera es que desconocen lo que dice el derecho internacional y, la segunda, es que imponen tareas al ocupado (Palestina) antes que al ocupante (Israel).
Parte del problema es que las negociaciones giran sobre narrativas sionistas, antes que sobre la agenda real del conflicto. Esta última yo la resumo en: la ocupación, la adquisición ilegal de territorio, el estatuto de Jerusalén, los asentamientos y el retorno de los refugiados.
La agenda sionista se posiciona en la violencia palestina, la seguridad de Israel y el mito de la tierra prometida. Israel trata de presentar a Hamas como un grupo islamista cuando su accionar es claramente antiocupación. Por eso, no hay puntos de encuentro. Todos estos puntos ya están respondidos en el derecho internacional, pero este, como lo sabemos, es letra muerta.
De todas esas propuestas, la única que dio lugar a un documento firmado fue el proceso de paz de Oslo, cuyo espíritu (en el papel) era ir disminuyendo la ocupación y cediendo territorio a la naciente Autoridad Palestina para que fuera construyendo el embrión del Estado palestino.
Eso fracasó, porque el proyecto de Israel no era ese; se vio obligado a negociar por la presión de la primera intifada y de una parte de la comunidad internacional. Israel firmó, pero no implementó, nunca pensó en hacerlo porque hacerlo sería poner en duda el proyecto sionista.
La Autoridad Palestina, que nació de los Acuerdos de Oslo, sigue con sus tareas y aquí es donde aparece la gran tensión, de fondo, entre la Autoridad Palestina y otras organizaciones (como Hamas): si la Autoridad Palestina es un medio para implementar Oslo ¿cuál es su tarea si no hay implementación alguna? ¿Qué camino debería tomar?
Negociaciones en esta fase
Los diálogos actuales empezaron desde los primeros días de la ofensiva en curso. Su logro fue la tregua de noviembre de 2023 que permitió el intercambio de personas retenidas de lado y lado. En cuanto se terminó la tregua, Israel atacó con más violencia. Así que una solución temporal o parcial, no ofrece ninguna garantía a los palestinos.
Vale subrayar que las conversaciones no son directas, se hacen a través de Qatar y Egipto, que a su vez se reúnen con las partes y, obviamente, con representantes de Estados Unidos el cual suele, inútilmente, de posar de neutral. No lo es, como tampoco lo son los gobiernos de Francia, Alemania y Reino Unido.
Son negociaciones, digamos, con una sensibilidad particular: no son sensibles a los crímenes de guerra, pero sí a una escalada regional. El asesinato de los palestinos se da por descontado, los ataques de Israel a sus vecinos también; pero en cuanto se calcula un ataque a Israel, entonces las banderas de la negociación, la diplomacia y la presión política vuelven el escenario.
El 6 de mayo de 2024, los mediadores hicieron una propuesta aceptada por Hamas. Esta incluía retiro de las tropas israelíes de las zonas pobladas de Gaza, cese de hostilidades, limitaciones de operaciones aéreas de Israel sobre Gaza, liberación por parte de Hamas de los detenidos, liberación por parte de Israel de los palestinos detenidos sin cargos, libre movilización de los desplazados palestinos y entrada sin restricciones de ayuda humanitaria.
Esta propuesta la apoyó Estados Unidos, centrándose en la agenda sionista de los detenidos y excluyendo cualquier otro debate de fondo. Pero Israel rechazó tal propuesta de inmediato, ofreció un cese al fuego limitado, la liberación de un número no preciso de palestinos a cambio de los detenidos por Hamas.
Israel busca negociar solo sus rehenes o dejarlos morir, pero no una salida negociada a la crisis. Netanyahu: “la idea de que detendremos la guerra antes de alcanzar todos nuestros objetivos está fuera de discusión”.
Luego vino el asesinato del jefe negociador de Hamas, Ismail Haniya, y de un alto líder militar de Hizbollah. Matar a Haniya fue además el símbolo de asesinar la paz. Tanto Irán como Hizbollah prometieron responder y, entonces, se retomó de nuevo una larga cadena de contactos buscando acercamientos.
Otros temas sobre la mesa
La postura de Estados Unidos la define muy bien el experto Marwan Bishara: “nada de lo que dice Estados Unidos es original”, ya que repite la postura israelí. Algunos dicen que estamos ante la última oportunidad para salvar a los prisioneros, pero parece que es más bien de las últimas oportunidades para salvar a Israel.
La propuesta de desplegar fuerzas de paz de la ONU en Gaza no es de buen recibo por parte de la resistencia, postura entendible cuando es claro que la ONU dividió el territorio palestino (1948), abandonó a los palestinos en Sabrá y Chatila (1982) y, por si quedaran dudas, dejó masacrar a los musulmanes en Srebrenica.
Otro ejemplo de la inutilidad de la ONU es el papel de las fuerzas de paz en la frontera entre el Líbano e Israel. Por lo mismo, no tendría ninguna presentación unas fuerzas de paz en Gaza (con tropas estadounidenses, además) y con presencia militar permanente de Israel. Eso sería tanto como legalizar la ocupación.
Israel ahora plantea que no cederá en su control al corredor de Filadelfia (la frontera sur de Gaza con Egipto) y que se reserva el derecho a vetar nombres de personas que Hamas pida en libertad; esto último relacionado con el dirigente de Fatah Marwan Bargouti.
Además, recién aparece el “corredor de Netzarim”, una estrategia de Israel para partir en dos la franja de Gaza, separando a los palestinos en dos bantustanes y dando el primer paso al regreso de los asentamientos israelíes a Gaza. Israel quiere meter este nuevo corredor en la negociación.
Pensar que por vía jurídica se pueda avanzar es ingenuidad. El 26 de marzo, el Consejo de Seguridad aprobó una resolución que tan solo buscaba imponer un cese al fuego durante el mes de Ramadán, por razones humanitarias, y eso fracasó.
Conclusiones
La agenda real no aparece en la negociación y cuando apareció, como en Oslo, no se implementó. Ahora mismo, no se negocia pensando en el fin del conflicto, sino en medidas que no dejan de ser temporales.
Una negociación se mueve a veces por elementos puntuales como el acceso a la ayuda humanitaria; pero eso, en teoría, no habría que negociarlo, sino que debería estar garantizado. Este tipo de acuerdos humanitarios son útiles frente al dolor, pero no mucho frente a la resolución del conflicto.
Otros proponen negociar “para proteger a los civiles”, lo que debería ser algo innegociable. Pero todo indica que debemos devolvernos a discusiones que se daban por resueltas, sobre lo que es un civil, una ocupación, un objetivo militar o un arma prohibida.
Otros negocian para tratar de conseguir en la mesa lo que no han podido conseguir en el campo de batalla; por eso es ingenuo pensar que el escenario de la negociación es esencialmente diferente del escenario de la confrontación.
“Negociar” mediante llamadas entre Francia y Arabia Saudita, o entre Estados Unidos e Israel no es negociar. Nada va a salir de un proceso diplomático que no escuche de verdad a la resistencia palestina.
Hamas es claro: sin la retirada de Israel, la masacre seguirá; y una retirada temporal es solo un respiro inútil para que después de un tiempo el sionismo siga perpetuando un genocidio. Eso lo saben los gazatíes por experiencia propia, no por las explicaciones de los teóricos de la paz.
El líder de Hamas, Ghazi Hamad, se debe distinguir, por un lado, la agenda de la negociación entre la resistencia e Israel y, por otro lado, el derecho de Irán y de Hizbollah de responderle a Israel ante sus ataques.
Hoy Israel negocia para llenar un requisito, para ganar tiempo, para tratar de medir a su enemigo, para buscar legitimidad internacional; pero no para detener la matanza, ni mucho menos para resolver la agenda de fondo del conflicto. Hamas sigue estando ahí, escuchando, dispuesto a comprometerse.
Los intentos de acercamientos de finales de agosto de 2024 fracasaron, porque no hay ningún elemento en el que Israel vaya a ceder y porque Hamas no va a entrar en el juego semántico de redactar papeles inútiles.
Cualquier acuerdo decente sería una derrota para Israel y por eso la negociación, para el sionismo, no es una alternativa. Lo será el día en que entiendan que la paz sale más barata que la guerra, y ese no es el escenario actual.
Para mayor comprensión del conflicto, recomiendo mi libro «Palestina, genocidio y resistencia» de reciente publicación.