Palestina, el precio de querer ser Estado

Víctor de Currea-Lugo | 6 de noviembre de 2011

Esta vez Palestina tomó la iniciativa y optó por la vía diplomática en su eterno conflicto con Israel. Logró un primer éxito: ser admitida por la UNESCO.

Las retaliaciones no se hicieron esperar. Siguen otras 16 agencias del Sistema de Naciones Unidas e incluso la Corte Penal Internacional. Todo puede pasar…hasta que logre su ansiado estatus de Estado de pleno derecho.

65 años de arbitrariedad

Desde 1947 los palestinos buscan un Estado. En ese proceso han enfrentado varias guerras, la ocupación de su territorio, dos Intifadas, bloqueos económicos, expulsión de cientos de miles de los suyos, crímenes de guerra por parte de Israel, masacres como la de Shabra y Chatila por parte de milicias cristianas con la complicidad del ejército de Israel, entre muchas otras calamidades.

La ocupación de su territorio, hoy conocido como Gaza y Cisjordania, y el régimen conexo que le acompaña, han significado la prisión para miles de palestinos, la demolición de más de 27.000 viviendas como otra forma de castigo colectivo israelí, un muro que una vez terminado tendrá más de 700 kilómetros de longitud, miles de muertos, cientos de asentamientos ilegales construidos en Cisjordania, la apropiación silenciosa y sistemática de Jerusalén, la anexión de territorio por la fuerza y otra larga lista de realidades.

La opción diplomática ha vuelto a aparecer tras múltiples procesos de paz que han fracasado de manera estrepitosa, debido esencialmente a la lógica israelí de que la solución del problema es posponer la solución, ejecutando sistemáticamente una estrategia de hechos cumplidos y de decisiones unilaterales en la zona. Pero también debida el uso de la violencia por parte de grupos de la resistencia palestina que no han conseguido, en la mayoría de los casos, resultados favorables a su causa; y todo esto tras apelar a mecanismos jurídicos que dieron como fruto una condena de la comunidad internacional a la política de Israel hacia Palestina, formulada jurídicamente en una Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia.

El camino de la diplomacia

La primera decisión en este sentido fue pedir ante el Consejo de Seguridad el reconocimiento de Palestina como miembro de pleno derecho del Sistema de Naciones Unidas.

El contexto es conocido: Estados Unidos, en consonancia con la agenda israelí, amenazó con usar el mecanismo de veto si Palestina finalmente logra un mínimo de 9 votos necesarios para avanzar en su cometido.

Uno de esos votos podría venir de Colombia, miembro no permanente del Consejo de Seguridad, que ya anunció su posición: abstenerse —lo que para efectos prácticos equivale a votar en contra—. La posición de Colombia es fruto, entre otras cosas, de sus vínculos comerciales y militares con Israel, más el hecho de tener una política exterior muy dependiente de la de Estados Unidos.

Es de esperar que tras el bloqueo previsible de su solicitud ante el Consejo de Seguridad, el paso siguiente sea ante la Asamblea General, donde Palestina ya tiene asegurado el número de votos necesarios para ser admitido como Estado observador, el mismo estatus del Vaticano.

Pero ese escenario “intermedio” no satisface los sueños ni las necesidades de los palestinos: solo un Estado de pleno derecho les permitiría negociar su conflicto con el Estado de Israel, en igualdad de condiciones.

En otras palabras, votar a favor del Estado palestino es garantizar la igualdad entre las partes en este largo conflicto, lo cual constituye una contribución responsable y justa al eventual logro de la paz.

Bienvenida a la UNESCO

En forma paralela, la estrategia palestina empezó a hacerse notar en otras instancias internacionales, como la UNESCO, donde la gran mayoría de Estados miembros decidió aceptar su membresía, de manera autónoma y democrática. Una vez ingrese formalmente a esta organización, Palestina buscará que se inscriban en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad lugares históricos, ya sean ciudades o sitios específicos, para tener protección especial por parte de Naciones Unidas.

No había pasado ni una hora y ya Estados Unidos había decidido castigar a la UNESCO con un recorte financiero de 70 millones de dólares, que equivalen al 22 por ciento del presupuesto total de la organización. Es decir, se castiga a todos los programas de la UNESCO por el hecho de haber tomado una decisión libre y democrática.

Europa votó dividida: España y Francia a favor; Italia y Reino Unido se abstuvieron, y Alemania votó en contra. Los famosos BRIC (Brasil, Rusia, India y China) votaron a favor. Al final Palestina fue aceptada, con 107 votos a favor, 14 en contra y 52 abstenciones, incluyendo entre estas a Colombia.

Israel, además de cortar la ayuda a la UNESCO, decidió aplicar otras retaliaciones: sus voceros anunciaron la construcción de nuevos asentamientos, no sólo ilegales, sino calificados jurídicamente como crímenes de guerra de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario.

Responder a actos legales con ilegalidades resulta coherente con la política israelí, pero es absolutamente contrario al derecho internacional. Estas nuevas 2.000 viviendas serían construidas en Jerusalén del Este y en asentamientos ya existentes en Maale Adumim y Gush Etzion. Además Israel decidió congelar pagos que según los Acuerdos de Oslo corresponden a la Autoridad Palestina.

Más allá de la UNESCO

Palestina buscará ahora el reconocimiento por parte de otras 16 agencias del Sistema de Naciones Unidas, incluyendo la Organización Mundial de la Salud, la Agencia Internacional de Energía Atómica, la Organización Internacional del Trabajo y la Unión Internacional de las Telecomunicaciones.

Esta táctica de “tensar la cuerda” busca, por un lado, ganar espacios donde el veto de Estados Unidos no es aplicable, y por otro lado, avanzar en su posicionamiento en la arena internacional, al tiempo que se desenmascara la posición de Estados Unidos y de Israel, por si quedara alguna duda.

Por primera vez en muchos años, la agenda del conflicto no la fija Israel sino Palestina. Por primera vez en mucho tiempo, la Autoridad Palestina recupera la iniciativa diplomática y política. Estados Unidos sigue un camino que sólo contribuye a su descrédito, al tiempo que Israel aumenta su soledad. El compás de espera del mundo árabe frente a Obama tocó a su fin. Los argumentos de Estados Unidos alegando el cumplimiento de una ley de hace más de una década, no convencen a nadie.

Israel ya había perdido a un “aliado” con la caída de Mubarak y el nuevo posicionamiento que hace ante Israel el nuevo gobierno egipcio; cortó relaciones diplomáticas con Turquía luego del ataque de su ejército embarcaciones civiles turcas en aguas internacionales, a lo que se suman las presiones de Irán y de Arabia Saudita. Hoy Israel está más solo que nunca.

Es posible que Estados Unidos opte por ahondar en su propio desprestigio, cortando su ayuda a otras agencias del Sistema de Naciones Unidas que acepten a Palestina, agudizando la polarización que ya se ha visto en la última sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas: Israel, Estados Unidos y algunos socios menores como Islas Marshall y Colombia contra el resto del mundo.

No sería justificable, bajo ningún punto de vista, golpear por ejemplo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus programas a lo largo y ancho del planeta, solo porque se reconozca a Palestina y se desafíe la agenda israelí.

Una prueba ácida

A mediano plazo la meta es más ambiciosa: recibir el reconocimiento como parte por la Corte Penal Internacional. Este objetivo no sólo significaría que los palestinos, como colectivo, son sujetos plenos del derecho internacional, sino que los ciudadanos de Israel y los miembros de sus Fuerzas Armadas podrían quedar sujetos de la jurisdicción de la Corte Penal, por delitos como violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra, lo que preocupa seriamente a Tel Aviv.

Esta meta además entraña un debate tan viejo como el derecho internacional mismo: si el derecho y todas sus expresiones son universales o perpetúan el doble estándar del que se le ha acusado en numerosas oportunidades.

Más allá de formalismos, el problema es que si se responde negativamente a la pregunta sobre admitir a Palestina como miembro del Estatuto de Roma (que rige a la Corte Penal Internacional), entonces la misma Corte daría un paso hacia su propio suicidio político y jurídico. 

Publicado originalmente en Razón Pública