Colombia, de Israel a Suecia

Víctor de Currea-Lugo| 17 de octubre de 2023

Nos han llamado por años la “Israel de América Latina”, porque compramos y vendemos armas, porque estamos arrodillados a los estadounidenses, porque no respetamos los pactos internacionales en materia de derechos humanos, porque no distinguimos civiles de combatientes, porque en las guerras no nos ponemos del lado de la justicia sino del poder; por eso ahora queremos ser como Suecia.

Eso era ya una postura esperada, que Colombia en la ONU se abstuviera o votara a favor de Israel, que siempre se redujera el tema palestino al terrorismo, que nos preocupara más los negocios con Israel que la masacre palestina.

Alguna vez intentamos llamarnos la “Suiza de América Latina” pero, para resumir, nos falta pelo para el moño: aquí no hay las prácticas democráticas cotidianas que tiene Suiza, ni la convivencia entre diferentes culturas, ni el Estado social, ni el respeto por el Estado de derecho. Suiza no es perfecta, pero no llegamos a eso.

Tampoco a la “Atenas suramericana”, aquí no ha habido democracia, sino Frente Nacional, exterminio de la Unión Patriótica y asesinato de líderes sociales. Aquí no hay un foro de debate sino una tracamanada de opinadores que, por lo general, no sabemos de lo que estamos hablando.

Ahora los sionistas y los filo-sionistas quieren que nos portemos como Suecia. No me refiero a la Suecia donde viví hace ya muchos años (de la que me dicen que queda poco) con un sistema impositivo justo en que los más ricos pagaban más impuestos, no la Suecia donde era absolutamente prohibido que los militares despeinaran a un ciudadano (esto fue una decisión de Estado desde el famoso pacto social sueco de 1928), no la Suecia que gracias a un acuerdo social se industrializó rápidamente.

Quieren que nos parezcamos a Suecia de la Segunda Guerra Mundial: declararnos “neutrales” frente a un exterminio, venderle hierro al gobierno de Hitler para fabricar armas y carros de combate, dejar pasar tropas alemanas para atacar a la Unión Soviética y a la resistencia noruega.

Claro que hubo suecos que tomaron las armas contra el fascismo y otros ayudaron a proteger a judíos provenientes de Dinamarca y de Noruega; aunque también hubo suecos que voluntariamente se alistaron en las tropas nazis. Pero la posición del Estado perseguía una prioridad: mantener el mercado internacional, al punto que hasta más del 35% de sus exportaciones se dirigió a Alemania. Incluso hubo un partido sueco nazi.

Este es un tema que mis amigos suecos siempre evitan y claro, las nuevas generaciones no tienen por qué ser responsables de las decisiones que tomaron sus abuelos, sin duda. Pero la Suecia de hoy, tan “pacifista” corrió a enviar miles de armas en los primeros días de la guerra entre Ucrania y Rusia, y ahora recién salió a cortar la ayuda a los palestinos. Estas dos decisiones no son culpa de sus abuelos sino de esta generación.

El ejemplo de la segunda guerra sirve para mostrar que, aun frente al fascismo, en muchos lados “plata es plata” y por eso, algunas élites colombianas llaman a la “neutralidad” y al recato en las formas, porque va y se pierde esa platica. Claro, les duele que una potencia de vida les dañe el negocio de la muerte. Fin del comunicado.