Es natural que los humanos querríamos ver realizadas las obras que emprendemos en la vida, y mucho más cuando esta se empeña en lo más sagrado, como es la lucha por la justicia y el bienestar pleno de la humanidad, pero se haría muy mal si ese deseo que es justo y humano se colocara por encima de los retos que toda lucha impone y que van más allá de la existencia individual. Por todo esto considero que los luchadores no medimos en tiempo los ideales y sueños, es por esto que las transformaciones y las revoluciones son posibles. Esta es la filosofía de los pueblos, que saben que todo está por ganar y que los grandes cambios son obra de varias generaciones.
El quinto congreso del ELN concluyó que hoy, más de 50 años después de nuestro levantamiento en armas, nuestra lucha sigue siendo válida. El ELN debe reiterar que su lucha no se circunscribe a la lucha armada. El grueso de las mujeres y hombres del ELN no se dedican a la actividad armada sino a la lucha política y de masas. Muchas veces nuestro accionar armado es político, por tal razón afirmamos que nuestra lucha es esencialmente política, desde nuestra condición de rebeldes levantados en armas.
Los cuadros del ELN que se alzaron en armas hace más de medio siglo, lo hicieron muy a pesar de sus grandes deseos por encontrar los espacios políticos que se les negaron y de qué manera. Muerte, cárcel y exclusiones y si alguien lo duda, que se consulten las páginas de la historia de entonces, precedida por el magnicidio de Gaitán, en el contexto de la llamada Guerra Fría. Hace 24 años, el ELN se propuso buscar una solución política del conflicto, en diálogos con el gobierno de entonces y con los siguientes; para desfortuna, siempre hemos encontrado la actitud inflexible y exigir a cambio de espacios políticos, la rendición y claudicación, como si la lucha por la dignidad mereciera deshonra, castigo y afrenta. Esta búsqueda le ha costado al ELN y a una parte de la sociedad, muertos, sacrificio y una decidida persistencia, que hoy seguimos demostrando de manera coherente.
El ELN tuvo una gran influencia de la Teología de la Liberación, ¿qué queda de eso en sus filas y cómo ven a la Iglesia colombiana hoy?
Queda reencarnado Camilo, Manuel, Laín, Jiménez Comín, Diego Cristóbal Uribe, los dos Bernardos, José María Becerra y en todas y todos los cristianos que fundieron sus convicciones teológicas y revolucionarias en sus propias vidas y esfuerzos, para demostrar que la Teología de la Liberación se construye al calor de la lucha misma, fundida en la acción popular como auténtico evangelio. Las elenas y elenos de hoy somos la insurgencia camilista, pero el camilismo es una corriente mucha más amplia, que traspasó las fronteras, que hoy sigue recogiendo los aportes de muchos otros cristianos para hacer de la Teología de la Liberación una fuerza progresista que se une a las demás por la democracia, la justicia y la lucha popular. Es la hora de potenciar la Teología como praxis, que una la lucha por la paz y la justicia, pues en buena medida esa es su razón de ser. Considero que parte de la fortaleza que ha sido necesaria en estos duros años de lucha popular y revolucionaria, proviene para muchos hombres y mujeres del ELN de la Teología de la Liberación.
Las jerarquías de la Iglesia católica en Colombia se siguen manteniendo del lado del poder oligárquico, de manera similar a los tiempos en que condenaron a Camilo Tores y a los cristianos, que fueron consecuentes con una iglesia defensora de los ideales populares. No desconocemos que al interior de esa Iglesia, hay pastores auténticos que optan por la verdadera justicia y no se dejan absorber por la vida cómoda que ofrece poder, tranquilidad y ascensos; sectores minoritarios que no tiene condiciones de producir cambios, que modifiquen la correlación de fuerzas en dicha institución. Pero por esto, no subestimamos su capacidad y aporte. Debemos saludar importantes posturas de su santidad el Papa Francisco, entre ellas la que aboga por la paz de Colombia. Hoy ante las posibilidades de un proceso de paz, varios pastores y jerarcas de la Iglesia católica se disponen a aportar y es necesario tener en cuenta su concurso.
El ELN ha hecho de lo petrolero su bandera, a veces pareciera que rechazara la presencia de las transnacionales pero se alimenta de ellas, habla del daño que hace el petróleo pero al tiempo defiende su nacionalización, ¿no es un poco confuso todo eso?
Lo trágico del destino de los recursos minero energéticos, como el del petróleo y otros, es que son convertidos en botín para las empresas transnacionales, además de que los gobiernos que se les subordinan les agradecen, que “le den empleo” a los trabajadores y dejen algunas “regalías”. Esto es sin duda, vergüenza patria. Evitar que se roben tan descaradamente los bienes comunes es una acción elemental de soberanía. Nuestro accionar político-militar busca esto y, como toda acción de fuerza, genera contradicciones por su alcance.
El Estado colombiano y sus gobiernos sostienen unas Fuerzas Armadas que sobrepasan el medio millón de personas, financiadas con el bolsillo de los colombianos, las que destina en casi tres cuartas partes a prestarle guardia al saqueo que hacen las transnacionales. Nuestra fuerza guerrillera debe conseguir lo que necesita para sostenerse y luchar, ¿a quién exigirle que pague este costo, entregando una parte ínfima de sus abultadas ganancias, que al capital saqueador de las riquezas de todas y todos los colombianos? No lo entendemos en contradicción con la política de buscar que los recursos naturales no se los roben esos pulpos extranjeros.
Sobre la otra parte de su pregunta, es posible que en un futuro donde exista en Colombia un gobierno defensor de los intereses del pueblo y la nación –al que hemos llamado gobierno de nación paz y equidad–, se pueda prescindir del petróleo. Sin embargo, esa posibilidad aun no es concreta y alguien dijo a propósito del tema que este “es uno de los males necesarios”, por su puesto esto no dependen de la insurgencia, por ello hemos planteado la nacionalización como una salida soberana, que ojalá se alcanzara y fuera efímera, para que el país sea capaz de sustituir esa energía por otra menos contaminante, consecuente con la decisión de no seguirle causando males terribles al planeta. En tal sentido son bienvenidas todas las iniciativas.
¿Cuál es la postura del ELN sobre el narcotráfico y cuál es su práctica concreta? ¿Hay coherencia entre las dos?
El narcotráfico como fenómeno mundial fue impulsado por los grandes comerciantes y empresarios para obtener grandes ganancias de manera fácil. Para el caso de Colombia, hemos sostenido la tesis de que los amplios territorios donde opera la insurgencia fueron inundados por los cultivos de uso ilícito por los agenciadores de la contrainsurgencia, con el propósito de captar y descomponer a la base social cercana a ella. Este experimento perverso es facilitado por la pobreza y abandono estatal del campo colombiano, plan que no logró desvanecer el desarrollo insurgente.
Los últimos cuatro congresos del ELN en 1989, 1996, 2006 y 2014, han ratificado nuestra política de deslinde categórico con el narcotráfico, política que se concreta en que el ELN no comercia con alucinógenos, no tiene rutas de tráfico, ni tiene laboratorios o cocinas, ni es dueño de cultivos de uso ilícito, menos estimula dichos cultivos, ni se asocia para este negocio con narcotraficantes. Así como una parte de los propietarios acaudalados, que viven en los territorios donde operamos, nos colaboran o pagan un impuesto, de la misma manera le exigimos un impuesto a los comerciantes que entran a los territorios donde hay cultivos de uso ilícito. Así mismo les exigimos contribuir con obras sociales en beneficio de las comunidades.
Nuestra labor con la población donde existe una parte de los cultivos ilícitos es intensa para evitar la descomposición social, pues en dichos territorios es total el abandono del Estado, quien los considera como colombianos de tercera clase. Rechazamos categóricamente que a los campesinos que trabajan en cultivos de uso ilícito, el gobierno les dé el calificativo de narcotraficantes.
El ELN ha manifestado su respeto a ciertos principios del DIH, su idea de “humanización de la guerra”, pero los críticos insisten en tópicos como el reclutamiento de menores, los secuestros, el ataque a civiles y el uso de minas…
Hemos afirmado nuestro reconocimiento al DIH, siendo necesario entenderlo a la luz de la realidad del conflicto colombiano. Fuimos desoídos por los sucesivos gobiernos, en cuanto al planteamiento de humanización de la guerra, aun así nosotros actuamos dentro de dicho planteamiento. Reclutamiento es obligar a determinadas personas a hacer parte de un grupo armado.
El ELN tiene en su reglamento la prohibición de vincular personas a la fuerza para engrosar sus filas. Quien se incorpora, lo hace de manera consciente y voluntaria, luego de cursar un proceso de conocimiento mutuo, que le permite entender cuáles serían sus responsabilidades y compromisos, sus derechos y deberes; por lo anterior no aceptamos que se diga que el ELN recluta, cosa que si hace el Ejército gubernamental, por medio de las famosa batidas, en que se lleva a las malas a miles de jóvenes con el pretexto de “servir a la patria”.
El país y el mundo debe saber que la amplia masa de pobladores de los territorios donde opera el ELN, ha sido declarada “ilegal” por el Estado y no tiene otra opción que buscar la protección de nuestras fuerzas, personas a las que en ningún momento se le asignan para tareas militares o de alto riesgo. Muchas familias desplazadas de sus territorios prefieren estar en áreas donde operamos, para no ir a las ciudades a engrosar los cinturones de miseria.
El explosivo de las minas defensivas que usamos para impedir el avance enemigo lo extraemos de las bombas que lanzan los aviones del gobierno y que no explotan. Cada mina pesa 150 gramos, mientras que una bomba de las que arrojan pesa 500 kilogramos. De cada bomba sin estallar fabricamos 3.500 minas defensivas.
Nunca hemos negado que hayamos cometido errores por acciones de individuos, que actúan al margen de nuestras líneas y reglamentos o por dolorosos accidentes en determinadas circunstancias, pero negamos categóricamente que desarrollemos acciones con el propósito de hacer daño a la población. Igualmente, respetamos la vida de los prisioneros de guerra y damos trato digno a quienes, por circunstancias particulares, privamos de la libertad.
A propósito de las víctimas del conflicto y la justicia, los dos últimos congresos del ELN, que son nuestra máxima autoridad, han definido la validez de la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas, perdón pero no olvido.
¿Cómo ven el ELN los puntos de la agenda de las Farc? ¿Por qué no plegarse a esa agenda?
Valoramos y vemos con respeto los esfuerzos de los compañeros de las Farc en el proceso de paz y así lo hemos intercambiado con ellos, sin embargo, en materia de puntos de agenda y enfoques, así como de la participación de la sociedad, tenemos otra manera de entender los avances y desarrollos y ello no es contradictorio, sino que aporta al proceso de paz en general. Esa es parte de la diversidad del país y la insurgencia, los dos procesos se enriquecen mutuamente y se complementan.
Los asuntos que puedan ser de diferencia no se contraponen, por eso no hay palos en la rueda ni del ELN al proceso de las Farc ni del de las Farc al ELN. A quien el país ha visto poniendo palos en la rueda al proceso de paz es al expresidente Uribe y a sus seguidores, a quienes a veces se les une el gobierno de Santos, cuando pretende imponer una paz barata para el capital, para que todo siga igual.
¿Qué significa exactamente eso de “transformaciones necesarias para la paz” y cómo se materializa? Da la sensación que eso significa todo y a la vez nada en concreto…
Es algo similar a lo que dicen desde el movimiento popular y social, que “la paz son cambios”. Si reconocemos que el conflicto que vivimos es de naturaleza política, que es el fruto de la antidemocracia, la pobreza, la miseria, la actitud violenta desde el Estado a los reclamos de las mayorías, es apenas lógico que esos problemas requieran abordarse y solucionarse en un proceso de paz. Nadie está diciendo que lo que lleva más de medio siglo se resuelva en una discusión de unas semanas, el problema no es firmar papeles y tener buenas intenciones. Si el proceso de paz no encara a profundidad estos asuntos, dentro de un plan concreto, la paz no tiene futuro y será un cuento.
Plantearse resolver las causas que originaron el conflicto es indispensable, y esa definición debe salir de la sociedad misma, que lo ha padecido. Ella debe darse formas concretas de organización para expresarse y plantear soluciones dentro de valoraciones objetivas, es indispensable recoger el sentir de los trabajadores de la ciudad y el campo, del campesinado, de los indígenas, de las negritudes, de las barriadas pobres, de los sectores de la llamada clase media, de los más de 6 millones de desplazados, de 8 millones de migrantes, de los estudiantes, de la intelectualidad nacional, de la academia, etc., a través de sus organizaciones, y generar organizaciones de quienes aún no las tienen.
Un buen médico va a las causas de las enfermedades del paciente, si se las trata y resuelve le da vida y futuro. La sociedad colombiana está enferma y en estado crítico, si las medicinas, los alimentos y la dieta no son efectivos, no habrá vida ni futuro, todo será una quimera y esto no nos lo perdonarían las futuras generaciones. Ese examen, ese diagnóstico debe hacerlo la sociedad misma a través de sus organizaciones en real proceso democrático directo, sobre todo esa sociedad excluida, la sin derechos, la sin futuro hoy. ¿Cuánto demorará ese proceso? No lo sabemos pero es de ese tamaño el problema y el reto a asumir, la precipitación es mala consejera.
Estamos obligados a no equivocarnos, por eso se requiere la sabiduría colectiva, de las comunidades, de las organizaciones populares y sociales. No se puede excluir a nadie, deben participar también los sectores económicos y empresariales del país, sobre todo a quienes no son tenidos suficientemente en cuenta; los que son tenidos en cuenta hoy, ya conocemos sus puntos de vista, son con los que se mueve el país y los representa el gobierno. No hay duda que es necesario escuchar a las Fuerzas Armadas estatales, ellos también tienen mucho que decir respecto a un futuro de Colombia en paz.
¿Qué es lo que reconocen como sociedad? No se puede hacer una asamblea de 47 millones, ¿cuáles son los llamados a discutir y con qué criterios? ¿En qué queda la propuesta de la Convención Nacional?
Cuando hablamos de sociedad estamos haciendo referencia a esa masa de 47 millones de colombianas y colombianos. Sin embargo la que disfruta de los derechos que se le niegan a la inmensa mayoría, es una expresión de sociedad privilegiada, que está representada en el poder y ya sabemos cómo piensa y actúa. Tener en cuenta la sociedad no es sinónimo de un acto de consulta solamente, sino un proceso continuado de construcción de planes y políticas levantadas por las mayorías, por la vía de sus organizaciones, que vayan en la dirección de resolver las causas que originaron el conflicto y sobre el futuro del país. Así entendemos la expresión democrática.
En esto no partimos de cero, varios investigadores afirman que el país está sobre diagnosticado, sencillamente los gobiernos no recogen los esfuerzos que muchas de las comunidades han planteado. Los trabajadores minero-energéticos han levantado propuestas, igual los trabajadores de la salud, los estudiantes, los maestros, los indígenas, las negritudes, los campesinos, pero muchas propuestas se han tirado al rincón de San Alejo; en este contexto, hay mandatarios locales elegidos popularmente a quienes se les bloquea, estigmatiza y calumnia, porque levantan planes con sentido popular y social; pero como ello no representa ganancia para las élites dominantes, se les sabotea y obstruye su desarrollo, mientras tanto el país obedece a los designios del FMI, y a otras expresiones del capital transnacional, a los planes del Pentágono, como el mal llamado Plan Colombia, que ahora se reconoce como un fracaso y a los TLC, entre otros.
La Convención Nacional fue una propuesta lanzada desde el ELN, con el propósito de organizar y aglutinar las expresiones populares y sociales para un proceso de paz. Sin considerarla inválida, pensamos que el movimiento político de masas, por la vía de sus organizaciones, debe lanzar una propuesta propia en su saber democrático y retomar de la Convención Nacional lo que considere válido.
Si la paz fracasa, ¿qué viene para el país y qué para el ELN? ¿Ustedes llegan a la mesa de paz con un Plan B?
Hemos reiterado que es indispensable la participación protagónica de la sociedad en el proceso de paz para que este sea exitoso y en ello vemos buenos vientos, tanto en el país como desde la comunidad internacional. Apostémosle a ello en fuerte lucha para lograrlo, nos lo merecemos todas y todos y saldremos vencedores.
Si hoy los diálogos de paz logran que la sociedad sea protagónica, darían los resultados en espacios expeditos para el ejercicio de la democracia, hoy negados, con lo que estaríamos asistiendo a un nuevo momento político. Ello sí sería la demostración clara de que no hay necesidad de la rebeldía para luchar por la justicia, sino que por esos caminos democráticos se desencadenarían las luchas populares y sociales para alcanzar cambios profundos en materia política y social, que harían de esta Colombia la verdadera patria para todas y todos. Mientras esto no sea posible, no nos queda otro camino que el del alzamiento armado.
Publicado originalmente en El Espectador