Víctor de Currea-Lugo | 27 de abril de 2023
Petro acabó de dar un remezón al gabinete. Me preocupa si eso refleja de que había un acuerdo burocrático y no un acuerdo programático. Sigo sin entender las explicaciones tibias de porqué había que darle ministerios a la derecha y a los neoliberales que no compartían la propuesta de cambio que ganó las elecciones.
Hay, por lo menos, tres ejemplos que sirven para pensar los desafíos y los riesgos de la alianzas, ojalá sin caer en el síndrome de Allende.
Chile
Salvador Allende es el símbolo de muchas cosas, un militante de la vida, un médico consagrado a las causas políticas y un intento por “hacer la revolución” en Chile de manera pacífica como alternativa latinoamericana a la experiencia armada de Fidel Castro en Cuba.
Más allá del dolor que nos produce el golpe militar en su contra y el recuerdo de su heroísmo, sigo sin entender que haya confiado en Augusto Pinochet, lo haya acercado al Gobierno, a tal punto de hacerlo ministro de Defensa y luego sufrir su traición.
Ese golpe fue una conjugación entre los Estados Unidos, una campaña mediática “contra el comunismo”, desabastecimiento inducido, fortalecimiento de la derecha y de la extrema derecha que estaban al frente de la oposición. Lo cierto es que Allende creyó que acercando a la derecha y a los militares los iba a neutralizar al tenerlos más cerca y ese, su aquí llamado síndrome, fue su gran error.
Venezuela
En 2002, en Venezuela, luego de una serie de manifestaciones de la oposición, se intentó un golpe de Estado contra Hugo Chávez, con participación de las élites y de un sector de los militares. Durante tres días, el país estuvo en vilo porque el gobierno golpista no logró consolidarse y una marea humana chavista volvió a poner a Chávez en el poder.
Su regreso no estuvo determinado por el sector militar que lo respaldaba, sino por una amplia movilización social que surgió de manera aparentemente espontanea. Pero esa movilización realmente fue el resultado del acumulado político del chavismo hasta ese momento.
Ni los golpistas de los partidos tradicionales, ni los militares en rebelión calcularon la existencia de una masa chavista dispuesta a moverse con tanta fuerza. Podría decirse que incluso ese movimiento de masas hizo que algunos militares dudosos optaran por regresar a las filas del chavismo.
Egipto
En Egipto, luego de unas históricas manifestaciones, cayó el gobierno militar en 2011 y subió en 2012 el único gobierno que, podemos decir, fue elegido democráticamente en el país. La coalición encabezada por Mohamed Morsi, de la Hermandad Musulmana, prometió un gobierno incluyente.
Lo cierto es que desperdició el paso de los meses gobernando solo para la Hermandad, sin tener una propuesta política ni una estrategia mediática eficaz. Al final, los mismos militares que habían estado en el gobierno desde 1952 volvieron mediante un golpe militar.
Ese golpe fue exitoso en buena parte porque los militares lograron convencer al país de que todos los males de Egipto habían empezado con las revueltas de 2011. Finalmente, el regreso de los militares estuvo acompañado de una terrible ola de violaciones de derechos humanos. El líder de los golpistas, Mohamed Al-Sisi, era también ministro de Defensa, como Pinochet.
Conclusiones preliminares
-Por más que Allende hubiera convocado a la derecha y buscado su cercanía, siempre hay un límite. La derecha y la extrema derecha no se acercan a un gobierno de izquierda para ceder sino para ganar.
-Los poderes económicos tienen la capacidad de inducir inflación, desabastecimiento y especulación sin hacer mucho esfuerzo. Eso es, automáticamente, presentado por los medios de comunicación de la derecha como una consecuencia de la gestión económica del gobierno.
-Egipto enseñó que los errores de la gestión deben responderse desde adentro del gobierno y no culpando a la oposición de aprovechar los errores cometidos.
-Cincuenta años después del golpe militar de Chile, las banderas del anticomunismo siguen siendo una de las ofertas de la derecha latinoamericana para mover las sociedades, sobre la base del miedo, en contra de gobiernos progresistas.
-Los medios de comunicación juegan un papel fundamental para construir un país imaginario en una terrible crisis, aunque eso no necesariamente represente la realidad; los desafíos comunicacionales son (casi) la mitad de los desafíos que tiene un gobierno progresista.
-Nada de lo que hacen las derechas en la región está por fuera de la órbita de los Estados Unidos. Cuando se habla de un intento de golpe militar o de golpe blando, hay que mirar hacia la embajada estadounidense más cercana.
-Los militares, cuando no han tenido una transformación real, siguen siendo los mismos de los gobiernos de derecha. Pensar que basta algún cambio cosmético para modificar la esencia de la doctrina militar de la que han bebido por años es un pésimo error.
-Son las grandes manifestaciones las que echaron a Mubarak y al resto de militares del poder en Egipto en 2011, y son las mismas las que hicieron retroceder el golpe casi consolidado contra Chávez en Venezuela. La movilización social no es poca cosa.
-En Egipto, Morsi “le ayudó” a los golpistas de 2013 cuando se desconectó del país real, especialmente de la inmensa cantidad de organizaciones y personas que, mediante la movilización, habían derribado el gobierno militar de 2011.
-Los graves errores de gestión del Gobierno en Egipto, así como la falta de una estrategia económica de Allende para enfrentar la crisis, alimentaron el fracaso.
-Estados Unidos ya ha usado medidas económicas contra Allende en los años setenta, contra Nicaragua en los años ochenta, contra Cuba en los años noventa y recientemente contra Venezuela. Ser ingenuo frente a esta tendencia puede ser suicida.
-Seguir esperando que los militares se porten como demócratas sin tener una transformación profunda, es como esperar que los partidos tradicionales, clientelares y corruptos se porten como aliados para el cambio social.
-Hay que unir al país y buscar el consenso, pero creer que la derecha y las grandes élites van a ceder por puro “amor al prójimo” o que toca aplazar cualquier cambio, con la excusa de que todo es “un proceso”, son las formas más ingenuas (por no decir perversas) de no cambiar nada.
-Tener miedo a buscar los cambios por los que la gente votó es matar el tigre y asustarse con el cuero. Ganar la Presidencia, sobre todo en regímenes presidencialistas, implica asumir tal triunfo como real. Fin del comunicado.
PD: lamento la salida de Carolina Corcho del gobierno, aplaudo su gestión para avanzar en la reforma hacia un sistema de salud más justo.