Víctor de Currea-Lugo | 14 de mayo de 2022
Todo crimen tiene su historia y arrastra una historia más larga, esa que se nos olvida o que no miramos entre las prisas de los titulares. Por eso toca titular algo tan frio como esto: “Shireen Abu Akleh, periodista palestina asesinada por Israel” cuando, por respeto a su memoria, deberíamos decir algo que incluya la palabra resistencia o la palabra libertad de expresión. Uno quiere dejar de escribir, pero la realidad toca a la puerta de nuevo. Este es mi sencillo homenaje a la periodista palestina asesinada.
Shireen fue asesinada portando un inconfundible chaleco azul con un letrero que decía “Press”. No hay mucho espacio para las conjeturas. Esa palabra asusta para los que odian la libertad de expresión, para los que han reescrito la verdad de la historia palestina, para quienes dicen que Palestina no existía ni existirá.
Luego, las mismas asesinas fuerzas de ocupación israelí allanan su casa ¿Qué temen? Le temen a la memoria, por eso ordenan la demolición sistemática de casas palestinas. Sueñan con que un día no haya pasado y si no hay pasado tampoco hay lucha. Por eso arrancaron las banderas palestinas en su casa y prohibieron la música palestina en su honor.
Esas banderas palestinas recuerdan que, como toda guerra, hay un contexto: una geografía y una historia, lo que representan las banderas. No era el crimen solamente, es que ese crimen sucede en Palestina, la innombrable para el sionismo, la que está ahí y resiste. Es más, supongo que el asesino debe estar arrepentido, no por el crimen sino por la respuesta palestina que provocó.
Y el contexto allí, donde asesinaron a Shireen, se resume en una palabra: ocupación, con robo de tierras, destrucción de olivos, bombardeos de edificios, bloqueo de carreteras, asesinato de niños, detención y tortura de jóvenes, demolición de casas, asesinatos de civiles, construcción de un infame muro de cientos de kilómetros, entrega de tierras palestinas a colonos israelíes que se apropian de la tierra palestina, restricciones económicas, y una inmensa lista de cosas que muchos no pueden siquiera imaginar.
Esa ocupación total del territorio palestino empezó 4 años antes de que Shireen naciera, en 1971, aunque la ocupación empezó en 1948. Ella nació bajo ocupación y entendió lo cotidiano de la guerra, no leyendo un libro, sino viendo la calle. Demasiada historia en una solo historia. Fue al colegio en Beit Hanina, parte de Jerusalén ocupada y donde yo viví algunos meses, entre el olor a olivos.
Allí volvió a vivir de adulta, como periodista. Y allí la lloraron sus vecinos. Allí también se sintió rabia cuando las fuerzas de ocupación atacaron el cortejo fúnebre y los palestinos aguantaban y aguantaban la golpiza para que el cadáver no cayera de sus hombros. Eso es exactamente la lucha contra la ocupación: mantenerse; eso que en lengua árabe se dice “sumud”. Y esa cadena de crímenes se llama sionismo.
Fue asesinada en un campo de refugiados atacado por Israel. Sí, allí hay refugiados de las guerras de ocupación israelíes de 1948 y de 1967; refugiados atacados como tantas veces durante tantos años. El que quiera números exactos que los busque, pero que acepte la sorpresa de su hallazgo. Y de paso que busque la lista de muchos otros periodistas heridos, detenidos y asesinados. Tan solo en los últimos 4 años, van 144 periodistas palestinos heridos ¿Eso no nos dice algo?
No murió, la asesinaron; no fue en Israel, fue en Palestina; no fue en un cruce de disparos, fue un crimen a sangre fría. Ya dijeron lo de siempre: que harán una exhaustiva investigación, como lo han prometido tantas veces que los números no alcanzan.
No fue un error militar, ni un cruce de disparos. Incluso una ONG israelí demostró, con mapas, que los palestinos armados estaban muy lejos del asesinato como para siquiera sospechar que pudieran estar involucrados en los hechos.
Ya Estados Unidos dijo que reprocha el hecho, sí, el mismo país imperial que ha defendido a Israel de manera sistemática durante décadas cada vez que se busca justicia en las Naciones Unidas, el mismo que envía millones y millones de dólares para que Israel compre el aparato militar necesario para mantener la ocupación que denunciaba Shireen. El mundo se horrorizó los tres minutos de costumbre, pero luego siguió comerciando con Israel como si nada, en un mundo donde hay ocupaciones buenas y ocupaciones malas.
Es más, no fue en Gaza y no pueden salir con el manido cuento y la tramposa excusa de Hamas; ella era cristiana, para que no digan que es una guerra religiosa o que era una musulmana radical; era semita porque era árabe, antes de que me digan que este es un discurso antisemita.
Su cuerpo iba a ser sepultado en Hebrón, una ciudad de Palestina ocupada, donde hay asentamientos, todos ellos ilegales, cuidados por aún más militares israelíes que colonos ocupantes, pero finalmente fue enterrada en Jerusalén.
Ahora tratarán de que todo se olvide, eso quería el que la mató: el silencio, hostigarán con excusas al que la nombre porque a la libertad de expresión hay que perseguirla, dirán que eso de los refugiados y del muro es para otro debate, que no saquemos las cosas de contexto, como si el contexto no fuera precisamente ese telón de fondo, llamado ocupación, en la que la mataron.
Paz en su tumba. No la conocí, aunque sin duda compartimos el dolor de las calles palestinas en la segunda intifada. Conozco a unos que la conocieron, conozco a otros que se informaban con ella del mundo y sus desgracias. Y conozco la ocupación en la que fue asesinada. Y eso me basta.
PD: mientras los palestinos estaban en el funeral, uno de sus edificios de vivienda fue ocupado por colonos israelíes.