Víctor de Currea Lugo | 19 de septiembre de 2016
Estados Unidos y Rusia comparten dos cosas: ser miembros permanentes del Consejo de Seguridad y bombardear, de cuando en cuando, Siria. Pero lo hacen por razones diferentes: Estados Unidos quiere enfrentar al Estado Islámico pero no busca defender al gobierno sirio (aunque sabe que tampoco tiene una opción mejor en el momento), mientras que Rusia explícitamente apoya al régimen del presidente de Siria, Bashar al-Asad.
La tensión de estos días radica en que Estados Unidos bombardeó tropas sirias. A esto se suman las críticas de Putin sobre el apoyo estadounidense a ciertos grupos rebeldes, que Rusia califica de terroristas.
Pero no es sólo eso. Con Putin, la política exterior rusa volvió a su histórica lógica expansionista: mirar más allá de los límites fronterizos e insistir en las zonas de intereses. Por ejemplo, la base militar rusa de Tartus, en territorio sirio, pesa en la agenda, en la medida en que es la puerta del Kremlin al Mediterráneo.
Obama, en cambio, no es aceptado en Israel, en parte por mencionar (así sea de manera hipócrita) la ocupación de Palestina, y su relación con Arabia Saudita se ha tornado difícil por haber negociado con Irán en relación con su programa de energía nuclear. Pero, además, Estados Unidos no sabe qué hacer en Siria: cuando en 2013 hubo la crisis por el uso de armas químicas por parte del régimen, Estados Unidos dio un paso atrás, a pesar de que había dicho que esa sería su línea roja para intervenir.
Las dos potencias, con visiones diferentes, están en contra del Estado Islámico, pero también comparten la torpeza de creer que la única estrategia ante el terrorismo es bombardear, afectando además a la población civil. Esto implica dos cosas: por un lado, la militarización de las acciones contra el radicalismo islamista (sin pensar siquiera otro tipo de respuesta) y por otro lado, un efecto paradójico, pues entre más civiles sean afectados el Estado Islámico suma adeptos.
También de cuando en cuando, se declaran treguas por razones humanitarias, que casi nadie respeta, razón por la cual el acceso a las víctimas y la labor de las organizaciones es casi imposible. Ese es el dramático caso de Alepo.
Más allá de la pelea por Siria, hay un deseo, también compartido, de reforzar la influencia política y militar en la región. Allí está más del 60 % del petróleo mundial y grandes yacimientos de gas. Así, la suerte de un hospital bombardeado o de un civil asesinado no es relevante. Rusia y Estados Unidos en eso también están de acuerdo: la impunidad está del lado de ellos.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/opinion/siria-las-potencias-enfrentadas-columna-655664