Siria, entre Al-Qaeda y sus desafíos internos

Víctor de Currea-Lugo | 2 de diciembre de 2024

La ofensiva de grupos islamistas en la región de Alepo en Siria es la noticia de la semana. Y, aunque la región de estas tensiones sea la misma en los últimos 13 años, hoy los actores, las agendas, la legitimidad y el contexto político no son los mismos.

Las protestas de 2011 en Siria tenían un espacio donde florecer, especialmente por las críticas a la gestión de Bashar Al-Asad, que él mismo reconoció como válidas, al punto que abrió espacios de negociación con los manifestantes.

Sin embargo, según me contaba el periodista Nabil Khalil, esta tierra fértil para la protesta no fue la única razón: hubo dinero extranjero invertido y armas disponibles, para que esta fuera posible y saltara de la protesta callejera a la lucha armada.

Para un líder juvenil sirio, que entrevisté en 2017 en Beirut: “No es cierto que las marchas hubieran sido organizadas desde afuera del país; las hicimos con nuestros recursos, nadie nos controlaba, nos convocábamos usando perfiles falsos en Facebook”.

Para otros, como fue el caso de un activista druso entrevistado: “Es curioso, pero de pronto había muchas armas disponibles; antes de 2011, no había un mercado de armas en Siria. Muchos militares se pasaron con sus armas a la oposición, pero eso no explica todo el flujo de armas. El pueblo se dividió en tres: los que apoyaban al gobierno, los que apoyaban a la oposición y los que quedaron atrapados en la mitad, mirando y rezando”.

Esto no puede tomarse de ninguna manera como una prueba que anule la legitimidad de los reclamos del pueblo sirio, ni puede fundar una generalización sobre todas las personas involucradas en las marchas, pero sí pone en entredicho la supuesta ausencia de agendas radicales en el comienzo de la protesta, algunas de las cuales parecerían alimentadas desde el exterior. Tampoco es sana la tendencia a negar la diferencia inicial entre la oposición de banderas laicas y la de agendas islamistas.

En pocas palabras: en 2012 no estaba en juego lo mismo que en 2024, por lo menos no con la misma intensidad. No aceptar eso es negar la historia reciente y repetir, desde la otra orilla, el simplismo de “la guerra contra el terror”.

El desembarco del Daesh

En medio de la guerra de Siria, desembarcó el Estado Islámico. El grupo, también conocido como Daesh, es una propuesta política, religiosa y militar que se fue preparando a partir de una serie de fenómenos, unos más recientes y otros anclados en la lejana historia de Oriente Medio. Tampoco se puede reducir a “una creación” de Estados Unidos.

Inicialmente solo en Irak, el crecimiento del embrión del Daesh a partir de 2003, estuvo favorecido por la ocupación de Estados Unidos, lo que rompió el tejido social y los mecanismos de solidaridad y de cooperación intra-societal. Con la coexistencia rota era relativamente fácil implantar la violencia sectaria por los islamistas radicales.

Daesh nace de la conjunción de los siguientes elementos: a) las tensiones entre suníes y chiíes, b) la reconfiguración de Oriente Medio tras la Primera Guerra Mundial a través del Pacto Sykes-Picot de 1916, por parte de las potencias occidentales, c) el apoyo de los Estados Unidos a los afganos que lucharon contra la invasión soviética en los años 80, d) la creación de Al-Qaeda a finales de los años 90, e) la invasión de Irak por parte de los Estados Unidos en 2003, e) la guerra civil de Siria y, f) el fracaso de las Revueltas Árabes. Ninguna de estas realidades explica, por sí solas, el origen del Daesh, pero sí lo hace el conjunto.

El Daesh desarrolló una intensa campaña militar, a la vez que institucional para conformar una estructura de Estado: tuvo el monopolio de la fuerza en parte del territorio de Siria e Irak, un gobierno central, capacidad de cobrar impuestos, un sistema judicial y unos cuerpos de seguridad.

Daesh llegó a controlar alrededor del 50% del territorio sirio en mayo de 2015. El poder del Estado Islámico inició su declive con la intervención de Rusia en septiembre de 2015. Al mismo tiempo, los bombardeos turcos, iniciados en septiembre de 2015, y provocados por el fortalecimiento de los kurdos sirios en el norte del país, también significaron la perdida territorial por parte de Daesh. Los kurdos de Siria fueron el más grande revés para Daesh en el norte del país, cuando fueron derrotados en Kobane. Como ven, la confrontación iba mucho más allá de dos bandos.

Los controles del Estado Islámico, sobre la población civil siria, incluyeron la obligatoriedad de la oración pública, prohibición de bebidas y de cigarrillos, implantación de tribunales religiosos, secuestro de periodistas, persecución a homosexuales, cierre de imprentas, destrucción de bienes culturales y religiosos ajenos al islam, tortura, esclavitud y un largo etcétera.

En el análisis de los grupos contra el Gobierno de Al-Asad se debe separar poniendo, por un lado, a los islamistas radicales de línea Al-Qaeda (Hayat Tahrir Al-Sham) y a los grupos apoyados por Turquía (Ejército Nacional Sirio) y, por otro lado, a los sectores kurdos (Fuerzas Democráticas Sirias). Decir “todo es lo mismo” no sirve para entender al enemigo.

Dos de los grupos kurdos que componen las FDS son las Unidades Femeninas de Protección (YPJ) y las Unidades de Protección Popular (YPG), organizaciones que expulsaron al Estado Islámico del norte de Siria, con el apoyo de Estados Unidos. Y, a la vez, son organizaciones enemigas de los grupos apoyados por Turquía.

Fueron esos kurdos, junto con milicias suníes y chiíes buena parte de los responsables de la derrota del Estado Islámico, tanto en Irak como en Siria; claro con el apoyo de Irán y Rusia. Y hoy esos mismos kurdos están coordinando acciones militares para combatir a los islamistas radicales que tomaron Alepo. De hecho, algunos migraron de Alepo a zonas kurdas, para obtener protección.

El juego sionista en Siria

No podemos desconocer que hay un conflicto abierto entre Siria e Israel, por lo menos desde 1967, cuando tropas israelíes ocuparon los Altos del Golán, territorio sirio que todavía hoy continúa bajo ocupación.

Es imposible que Israel no tenga una agenda allí, ya sea por su cercanía geográfica y lejanía política con Siria, como por la histórica actitud de Israel de meterse en espacios de otros en el vecindario: invadió Líbano, amenaza con una guerra a Irán y ocupa Palestina.

Los Altos del Golán, territorio sirio y hoy territorio ocupado por Israel desde 1967, podría ser un punto de partida para entender el papel de Israel en la guerra siria. En dicha región, Israel continúa desarrollando una política de asentamientos ilegales. En esta área se han producido varios choques armados entre las dos partes; pero el Golán no es el único punto de tensión.

La lista de ataques de Israel en Siria es larga: en agosto de 2015, Israel bombardeó al menos catorce posiciones del ejército de Siria, en lo que fue la más grande operación militar israelí contra su vecino, hasta ese momento, cuando ya la guerra interna pasaba de 4 años.

En octubre de 2015, Israel bombardeó suelo sirio, cerca de la frontera con Líbano, en las montañas de Al-Qalamoun. En noviembre, un alto mando israelí sostuvo: “Israel no necesita permiso de Rusia para operar en Siria”; y esto sirvió de antesala para que, en diciembre de 2015, el primer ministro Netanyahu confirmara, por primera vez, que Israel está operando militarmente en Siria, con la excusa de una acción defensiva.

Este argumento de la “guerra preventiva” no existe en el derecho internacional, siendo más exactamente un crimen de agresión. Esta confirmación vino después de varios ataques aéreos en los últimos años a territorio sirio, de los que se ha acusado a Israel. El 19 de diciembre 2015, un líder de Hizbollah, Samir Kuntar, quien peleaba contra el Estado Islámico en las afueras de la capital siria, fue asesinado por la fuerza aérea de Israel; en total murieron ocho personas, incluyendo civiles.

Ya en enero de 2013, Israel había atacado un convoy en territorio sirio, que aparentemente estaba compuesto por un arsenal para Hizbollah. El 17 de febrero de 2016, Israel bombardeó, con tres misiles, un puesto sirio en las afueras de Damasco. Esta información fue confirmada por Israel.

Algunas de las acciones militares de Israel en Siria fueron en años previos a la existencia del Estado Islámico y de las revueltas árabes, así que estas no son reales justificaciones a sus ataques. De hecho, Israel nunca ha atacado al Estado Islámico. Una de aquellas acciones fue el ataque contra supuestos almacenes nucleares sirios el 6 de septiembre de 2007.

También, durante varios años, Israel ha atendido heridos sirios (de grupos radicales) en un hospital de los Altos del Golán, transfiriendo los más graves a territorio israelí. Vale agregar que los sirio-palestinos no son sujetos de este tipo de ayudas.

Según la prensa sionista, Israel ha brindado ayuda médica tanto a miembros de Al-Qaeda como de Al-Nusra. Israel dice que ayudar médicamente a miembros de grupos islamistas “es una acción humanitaria”.

El exministro de Defensa israelí, Moshe Yaalon, dijo el 19 de enero de 2016 que prefería, en Siria, al Estado Islámico que a Irán. Por eso Israel no duda en golpear a Siria y sus aliados y, así sea de manera indirecta, en apoyar a ciertos radicales islamistas con tal de que sean funcionales en su agenda contra Hizbollah e Irán.

Para concluir, la presencia de Israel en Siria busca delimitar el eje entre Hizbollah-Siria-Irán. Pero se cuida de la búsqueda de dicho debilitamiento le ocasione tensiones con Moscú o alimente un enemigo islamista, que sea peor para ellos que el Gobierno de Al-Asad.

El ascenso del radicalismo tipo Al-Qaeda

En 2016, el número de combatientes extranjeros en Daesh superó al logrado en Afganistán en los años 80, cuando el mundo islámico recibió el llamado para rechazar al invasor soviético. En 2016, en Jordania, me dijo Hassan Abu Hanieh, experto en Islam Político y grupos radicales, que habría alrededor de 30.000 extranjeros peleando en las filas del Daesh.

Hay tres elementos que se identifican como caldo de cultivo: la alienación política, la identidad ciudadana y el sentimiento religioso. Nótese que no se habla de lo religioso como un todo, sino especialmente de su peso como sentimiento.

Pero esos sentimientos no son simplemente endógenos; no nacen porque sí, sino que se expresan en un contexto económico, social y político que influye en las decisiones del frustrado y que modifica (amplifica o disminuye) la respuesta a la frustración.

El ascenso islamista puede explicarse por tres factores: la financiación desde países del Golfo; la corrupción y desorganización de los grupos armados laicos; y el silencio de la comunidad internacional frente a la violencia gubernamental.

El conflicto sirio trajo como consecuencia un contexto político y militar que fue bien aprovechado por el radicalismo islamista para crear nuevas organizaciones y controlar territorios. Es el caso de los grupos pro-Al-Qaeda como el Frente Al-Nusra y como el Estado Islámico. Son militantes de estas expresiones las que hoy forman la mayor de las organizaciones que buscan controlar Alepo: Hayat Tahrir Al-Sham (Organización para la Liberación de la Gran Siria).

Y el antiguo Ejército Libre Sirio cambió buena parte de su proyecto político, algunos se fusionaron con grupos islamistas y otros persisten como el Ejército Nacional Sirio, que es un grupo (antikurdo) apoyado por Turquía.

El fracaso total de una oposición laica inicial (como el ELS), el apoyo a grupos islamistas por parte de las monarquías del Golfo Pérsico, la narrativa estatal de presentar el conflicto como una lucha entre suníes y chiíes, el peso del Estado Islámico y su propaganda de guerra, son algunos de los factores que explican el auge del islamismo.

De hecho, luego del triunfo de estas tendencias en Irak, su paso a Siria fue posible gracias a un conflicto armado que perdió de vista sus razones, donde desembarcaron todos los actores que pudieron y donde la instrumentalización religiosa funcionó en medio del caos.

Idlib, la última trinchera

La región de Idlib, donde precisamente nació el intento laico llamado Ejército Libre Sirio (ELS), es hoy uno de los últimos refugios del radicalismo islámico. Vale decir que los reductos del ELS fueron absorbidos por los grupos radicales. Allí, en 2019, Hayat Tahrir Al-Sham conquistó varias aldeas y estableció su centro de operaciones.

El problema es que, para ese año (2019), ya la guerra civil estaba saldada: el Gobierno de Al-Asad la había ganado, frente a un enemigo que ya no era el joven de la manifestación callejera de 2011, sino el radical islamista alimentado por fuerzas extranjeras; la agenda ya no era la discusión de la democracia siria, sino la construcción de un califato. Es más, la legitimidad también había cambiado de manera drástica.

Hoy, tampoco es la agenda de 2019. Lo que se ve es un renacer de grupos funcionales a un nuevo mapa de Oriente Medio más cercano a los sueños imperiales que a la nación árabe soñada en la primera guerra mundial. No es, pues, la autodeterminación lo que está en juego, sino la instrumentalización de la lucha.

Se me ha criticado mi postura sobre el gobierno de Bashar Al-Asad. Respondo. ¿Preferiría un diálogo entre los sirios para que resuelvan sus contradicciones políticas? Si. ¿Preferiría la defensa de la autodeterminación de Siria? También. No reconocer los cambios sería antidialéctico, pero decir que la Siria de hoy es la misma de 2011 es faltar a la historia.

No considero que se deba ser pro-Asad para defender la causa palestina (discusión reiterada por algunos palestinos). Incluso en las filas de Hamas ha habido debates sobre si apoyar o no al Gobierno sirio; así que tampoco presupongamos una unidad pro-Asad en el bloque palestino, porque no es cierto.

Ahora, lo que se está jugando hoy en Alepo no es la defensa de una mejor democracia para Siria, sino la propuesta fanática de un califato y, peor aún, una agenda funcional a los intereses sionistas en la región, quienes no han dudado históricamente de atacar a Siria y de apoyar a los extremistas. La legitimidad de las protestas de 2011 ya no existe.

Fue Siria, prácticamente, la única nación de la región que se puso del lado de Irán en la guerra contra Irak, de 1980 a 1989. Este favor pesa y mucho en la memoria de los iraníes, por lo que muy difícilmente abandonarían a Siria en este trance. Pero, además, si Siria cayese bajo control estadounidense, sería la cabeza de playa ideal para una ofensiva de Washington contra Irán. Por eso, Irán se volcó por completo en la guerra de Siria, como también lo hizo Hizbollah.

Los otros vecinos no se quedaron quietos. Turquía, uno de los Estados más maquiavélicos de la región, tomó rápidamente partido a favor de los grupos en armas. Además, Turquía se adentró en la guerra siria para golpear militarmente a las expresiones del pueblo kurdo. Tanto así que en la batalla de Kobane prefirió actuar para favorecer al Estado Islámico.

Israel por su parte, ataca a Siria por la ya crónica tensión entre estos dos países. Siria participó en tres guerras árabes contra Israel. Además, sirve de correa de transmisión entre Irán y Hizbollah. Por eso, los extremistas celebraron la muerte de Nasrallah a manos de Israel.

Las acciones militares desarrolladas por Estados Unidos en Siria, tales como el apoyo militar a los kurdos, labores de inteligencia, bombardeos esporádicos, rechazo al uso de armas químicas, etc., no son más que reacciones no integradas en una estrategia clara y que obedecen, principalmente, a la preocupación por mantener influencia en el área ante el avance de Rusia.

Allí se expresan, en todo caso, otras guerras, digamos, pendientes: Rusia versus Estados Unidos, Irán versus Arabia Saudita, Turquía versus el pueblo kurdo, los suníes versus los chiíes, Israel versus Irán, Unión Europea versus Rusia, Israel versus Hizbollah. A pesar de esta complejidad, Siria tampoco es un plato tan apetecible que justifique una Tercera Guerra Mundial.