8 abr. 2017 / Por Víctor de Currea-Lugo
Ordenar tierra arrasada, violar mujeres, asesinar niños y quemar pueblos, es la práctica que se impone. Víctor
Las trágicas noticias que llegan de Siria nos recuerdan la crueldad de la guerra; el proceso de ya seis años de conflicto armado que ha tenido momentos relevantes siendo, uno de ellos, el reciente uso de armas químicas, pero no el primero.
Armas químicas
Hay registros de más de 60 casos en los cuales se han utilizado este tipo de sustancias contra la población civil en los últimos 4 años. Uno de estos fue en agosto de 2013, donde organizaciones internacionales respetables como Médicos Sin Fronteras (MSF) y Human Rights Watch (HRW) demostraron, respectivamente, el impacto en la población civil de las armas químicas y la responsabilidad del Ejército sirio en tales crímenes. Sin lugar a duda, no es una narrativa, ni una treta para desacreditar al régimen.
Ahora se produce un nuevo ataque químico contra una zona controlada por rebeldes. Según fuentes directas, las armas fueron arrojadas desde aeronaves y vale subrayar que los grupos rebeldes no tienen fuerza aérea. La acusación al Gobierno no es gratuita: éste ha estado involucrado en incidentes similares y, lo más comprometedor, es que de manera sistemática ha arrojado barriles explosivos sobre zonas urbanas. El nivel de crueldad del Ejército me lo han ilustrado refugiados sirios en Turquía, Jordania y Líbano, así como en el propio territorio sirio.
Es también cierto que la fragmentación de los grupos de oposición (que algunos han cifrado en más de 1.500) y la perpetuación de la guerra, ha dado lugar a un proceso de degradación y, como también lo han documentado organizaciones internacionales, los rebeldes han cometido crímenes de guerra. Pero, aunque cueste trabajo, es necesario diferenciar entre estos grupos y el Estado Islámico, cuyas propuestas son diferentes aunque compartan su deseo de derrocar el Gobierno de Siria.
Como en Juego de Tronos, muchos dicen que los dragones eran de otras épocas, que ya no existen, como las armas químicas, que fueron usadas por primera vez en la región por los ingleses contra los turcos en 1917. Pero ahí están las víctimas de los dragones, o de las armas químicas, para desmentir a los escépticos, mientras permanece la sombra de Daenerys Targaryen, la madre de los dragones.
Crisis humanitaria
Hoy, hay más de 7 millones de desplazados internos y más de 4 millones de refugiados; es decir: más de la mitad de la población siria duerme fuera de su casa. El acceso a servicios de salud es muy precario, especialmente por los ataques deliberados y sistemáticos a clínicas y hospitales. Los alimentos son muy costosos por su escasez e incluso el acceso al agua potable es muy restringido.
Tal vez la protección del espacio humanitario ha sido lo más elemental que se ha defendido y lo más difícil de lograr. Hoy por hoy, ni la Liga Árabe, el Consejo de Cooperación de Golfo, ni Naciones Unidas han logrado garantizar el acceso de la ayuda humanitaria a las víctimas y de éstas a los servicios básicos. Como en Juego de Tronos, ordenar tierra arrasada, violar mujeres, asesinar niños y quemar pueblos, es la práctica que se impone.
Ataque de los Estados Unidos
Donald Trump en un arrebato ordenó un ataque contra suelo sirio, en lo que parece más una acción aislada que en la implementación de una estrategia. Es claro que eso no es un acto de legítima defensa sino, en rigor, una violación a la soberanía siria y un crimen de agresión. Pero Estados Unidos no es la primera vez que ataca a Siria, las acciones militares que ordenó el demócrata Obama no eran menos violatorias de la soberanía de Siria.
Vale también mencionar que esa internacionalización político-militar del conflicto no nace esta semana, sino que es casi tan vieja como la guerra: del lado del Gobierno sirio está Irán, Hezbolá (grupo armado chií de origen libanés) y los paramilitares sirios llamados «shabiha» (fantasmas). Es decir, si se trata de defender la autodeterminación de los sirios, pues esa consigna debió empezar hace 7 años.
La Posverdad
Las redes sociales se mueven contra la agresión de Estados Unidos, pero (a veces) poco dicen de la cadena de crímenes que ha cometido Al-Assad: más de 400.000 muertos en la guerra donde el principal responsable (pero no el único) es este Presidente que ha empujado a Siria a un despeñadero.
En números, los afectados por armas químicas son una minoría si se compara con los crímenes cotidianos que dejan el régimen de Siria, los rebeldes y el Estado Islámico; pero la naturaleza de estas armas hace que el mundo vuelva a mirar a Siria.
Las historias muy reales y documentadas de las llamadas cárceles negras, de la violencia sexual o de la práctica de torturas, intentan esconderse bajo la “teoría de la conspiración”. En el mismo sentido, para demostrar la inocencia del régimen sirio, se recuerda que Sadam Hussein (el presidente iraquí, depuesto por Estados unidos) no tenía armas de distribución masiva y, por tanto, tampoco las tendría Bashar Al-Assad.
La narrativa que Siria era una democracia se puede desmentir con una simple pregunta: el apellido de un presidente sirio (que no sea Al-Assad) en los últimos 47 años. Responder a esto diciendo que Israel tampoco es una democracia, no resuelve el problema.
Claro que los Estados Unidos son capaces de inventar noticias, pero eso no explica los más de 60 ataques químicos, ni mucho menos los cientos de miles de muertos. Es lícito que en los debates se hable de la agresión que ordenó Trump, pero desconocer esas otras categorías del derecho internacional (incluyendo la de genocidio) a la hora de juzgar a Al-Assad es de una sucia doble moral.
Estados Unidos alega que hay que actuar frente a los crímenes de Siria, mientras apoya los crímenes israelíes en Palestina. Europa, por su parte, deplora los crímenes de Al-Assad, mientras cierra la puerta a las víctimas directas o potenciales, del régimen que aparentemente condena.
Es más fácil saber cuál es el bueno en la serie “Juego de Tronos” que en Oriente Medio, pero hay quienes están convencidos, desde su fanatismo, que su Rey (ya sea el de Winterfell o el de King’s Landing) es el Rey verdadero.
En medio del engaño elevado a categoría (es decir, a posverdad), llueven las referencias que “demuestran” que, por ejemplo, todos los rebeldes son terroristas. A propósito, en 2013 estuve con Hezbolá en Siria, de lo que remarco dos cosas: cuando decían rebeldes, me traducían “Al-Qaeda” y al preguntarles por la naturaleza de su agencia de prensa, Al-Manar, uno de sus voceros me dijo: “no somos exactamente una agencia de prensa, somos parte de un proyecto más grande que se llama Hezbolá”, aceptando que se trata de un mecanismo de propaganda. Yo agradecí la honestidad, tan poco usual.
Para resumir, Estados Unidos y Rusia reviven en Siria su Guerra Fría y, lo peor, no cuentan con el pueblo sirio en sus agendas; Rusia es tan imperialista como Estados Unidos que comete crimen de agresión; el régimen de Siria usa armas químicas contando con el apoyo ruso a este régimen genocida; por su parte Turquía e Israel pescan en río revuelto, mientras las agendas locales se desvanecen en ilusiones.
Post-Data: Qué dogma el de esa izquierda que defiende a Al-Assad, asume que Putin es también de izquierda y ven en Rusia la esperanza para Siria.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia
Autor del libro: “El Estado Islámico” (Debate, 2016)