Víctor de Currea-Lugo | 27 de agosto de 2014
La tregua firmada entre Palestina e Israel es importante porque pone fin a esta oleada de ataques llamada irónicamente Margen Protector, pero no significa la paz.
Primero, porque en varios casos las treguas no han abierto el camino a un proceso de negociación sino que han sido el respiro como antesala de una nueva ofensiva. Lo vimos en 2008, con la operación Plomo Fundido, y luego en 2012, con la operación Pilar Defensivo.
Segundo, porque a pesar de las decenas de propuestas de paz, Israel no cede en los puntos centrales de la agenda del conflicto: no acepta que expulsó más de 700.000 palestinos de su territorio en 1948, continúa con su política de construcción de asentamientos ilegales para judíos en territorio palestino desde 1967, insiste en que Jerusalén será su capital indivisible, como lo dicen sus leyes desde 1980, y sigue apropiándose de tierras palestinas. En estos cuatro puntos, el derecho internacional da la razón a los palestinos, pero la fuerza la tiene Israel.
Tercero, porque aunque los términos de la tregua apuntan a suavizar la ocupación de Gaza, la historia reciente nos muestra que Israel no sólo no ha estancado las medidas de castigo colectivo contra los palestinos, sino que las intensifica controlando hasta el acceso al agua potable y las medicinas, demoliendo sus casas y deteniendo —muchas veces sin cargos judiciales— a sus líderes.
Cuarto, porque la meta de la tregua no puede ser simplemente volver a la Gaza de hace dos meses; el conflicto no empezó este año sino —por lo menos— en 1967, cuando Israel ocupó territorios que no le pertenecen: Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este. Volver simplemente al statu quo de antes del 17 de junio pasado no es un logro sino un fracaso.
Por un tiempo, Israel no tendrá la excusa de las hostilidades para rehusarse a negociar una paz duradera y una solución del conflicto (ya se inventará una nueva excusa), y es precisamente este el momento en que la comunidad internacional debe presionar una negociación. Ya que la mayoría de estados (incluyendo a Colombia) guardaron silencio frente al brutal ataque israelí, ojalá ahora sí tengan el valor de pronunciarse forzando un proceso de paz.
Israel perdió en popularidad, no logró dividir a los palestinos y fue derrotado en la guerra mediática, pero no por eso dará un paso hacia la paz. Hamás perdió líderes pero ganó apoyos. Si vuelven las hostilidades, no hay que preguntarse quién disparó primero sino por qué la paz es esquiva, y eso lo deberían responder, antes que las víctimas de la ocupación, el ocupante y sus aliados.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/tregua-para-hoy-guerra-para-manana-columna-513215