Víctor de Currea-Lugo | 29 de junio de 2018
El virus va a llegar. Y no estamos preparados. ¿Cómo podríamos estarlo si el sistema de salud no es capaz de proveer los insumos sanitarios, ni de llevar a cabo programas preventivos, ni de evitar el dengue o controlar la industria farmacéutica?
Mentiras del Gobierno
En los años ochenta apareció el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Más allá de las diferencias con el Ébola tiene elementos comunes: un virus de alta mortalidad que fue diseminándose por el mundo y que hoy su impacto es de todo orden. Recuerdo que se veía como algo lejano, hasta castigo de Dios a los homosexuales. Hoy vemos que el mundo no estaba preparado y, lo peor, que sigue sin estarlo. El Ébola parece que seguirá el mismo camino.
Según el viceministro de salud, Fernando Ruíz Gómez,, “la probabilidad que se presente en el país es de uno en un millón; además, porque en Colombia no se encuentra el reservorio de murciélagos que lo transmite, de la especie megachiroptera”, como si acaso los contagios de personas de Mali, Nigeria, Estados Unidos y España (solo por citar países con casos recientes) hubiera sido a través de animales y no de seres humanos.
El error está en creer que podemos tener un sistema de salud eficaz para el Ébola y otro de tercera para el resto de enfermedades.
La formación del personal de Migración Colombia para que identifique de manera adecuada a una persona con síntomas es loable pero, en el fondo tan ingenuo como inútil, porque ni un médico entrenado podría fácilmente hacer el diagnóstico sin los exámenes de rigor. El riesgo no está en la migración ilegal, como insinuó el gobierno, sino en todo viajero. La decisión de restringir la entrada a personas provenientes de países donde se han detectado casos no resuelve el problema de fondo: la capacidad real de prevenir el ingreso del Ébola al país, ni la frágil respuesta del sistema de salud.
El Ébola llegará a Colombia, no sé si en un mes o en cinco años, como llegó el Sida que en los años ochenta se veía como una enfermedad lejana. A pesar de que Nigeria recién se declaró país libre de Ébola, lo cierto es que como dice Bart Janssens de Médicos Sin Fronteras (MSF): “la enfermedad está fuera de control”. De hecho hay nuevo país con casos de Ébola: Mali.
A pesar de los esfuerzos de Migración Colombia, finalmente el virus llegará y es posible que no de la mano de una inmigrante africano (que ahora parecen sujetos de persecución y satanización) sino de algún europeo blanco y adinerado. Un paciente sin síntomas pero incubando la enfermedad pasaría los controles sin ningún problema. No hay posibilidad de cerrar el país y es irresponsable prometerlo. Decir que somos un país de bajo riesgo es muy diferente a decir que somos de riesgo nulo.
Síntomas de inoperancia
Una vez el virus esté en Colombia, cuando sea, nos enfrentaremos con una serie de problemas. El primero es el manejo de los síntomas: fiebre, pérdida del apetito, vómito, diarrea, letargia, dolor abdominal, dolor musculo-articular, dificultad de tragar y respiratoria y, en algunos casos, hemorragias. Estos síntomas son compatibles con una simple gripa para la cual hay un protocolo no escrito pero sí identificado por la sociedad: formular ibuprofeno.
El diagnóstico temprano favorece la supervivencia, pero éste depende de unas técnicas de laboratorio y de una capacidad instalada que el país no siempre tiene disponible. Cuando un simple examen de laboratorio requiere tanto papeleo o, peor aún, cuando los médicos son presionados por las EPS para limitar el número de exámenes solicitados ¿podemos creer que para el Ébola sí habrá laboratorios?
Por otra parte, alrededor del 10 por ciento de los infectados son personal de salud. Las medidas de bioseguridad adoptadas por organizaciones como MSF en África, incluyen hasta dos mascarillas y tres pares de guantes al tiempo, además de equipos que aíslan por completo al personal de salud del entorno. ¿Cómo decir que Colombia está preparada por tener unas decenas de trajes cuando en la mayoría de hospitales escasean los guantes?
La salud pública en Colombia
La epidemia de Ébola no es sólo la propagación de un virus sino una muestra de la fragilidad de un servicio de salud. Los modelos neoliberales de salud (impuestos por el Banco Mundial, entre otros a varios países africanos) que golpean en las zonas más pobres del mundo y en las regiones más pobres dentro de los países, aumentan la vulnerabilidad frente al virus. Nuestro modelo mercantilizado y privatizado de salud nos hace vulnerables, así lo muestra en los casos de brotes de dengue hemorrágico y malaria.
Durante los años noventa, con posterioridad a la Ley 100, se dispararon la incidencia de dengue, malaria y tuberculosis, porque la prevención y la salud (como asunto colectivo) ni son obligatorias ni son rentables para las EPS, de hecho sus obligaciones las llenan con charlitas y poco más.
En este sentido, cuando las EPS tengan algún grado de responsabilidad efectiva en materia de salud para las zonas rurales y en salud pública, podremos hablar de que Colombia empieza a prepararse para el Ébola. El error está en creer que podemos tener un sistema de salud eficaz para el Ébola y otro de tercera para el resto de enfermedades.
Por todo esto, la irresponsabilidad del gobierno colombiano, especialmente del Ministerio de Salud, raya en el cinismo porque, dada la estructura del sistema de salud, el país no podrá responder efectivamente a la llegada del Ébola.
Las farmacéuticas
Colombia nunca ha tenido una postura férrea contra las empresas farmacéuticas, esas que invierten millones en cosméticos y poco en enfermedades tropicales (que es un eufemismo para las enfermedades de la pobreza). Esas empresas, así como el resto del mundo, sabían del virus del Ébola desde 1976 (y con más de una veintena de brotes epidémicos) pero no es rentable investigar en enfermedades de pobres, como tuberculosis, malaria, kala-azar…o Ébola.
Entre 1990 y 1997 se lanzaron al mercado 1.223 medicamentos, de los cuales sólo 340 eran verdaderas innovaciones terapéuticas y sólo 11 (menos del 1 por ciento) eran para el tratamiento de las mal llamadas enfermedades tropicales, enfermedades que afectan casi a la mitad de la humanidad. De estos 11, seis fueron obtenidos por casualidad. La vacuna diseñada contra el Ébola y probada en primates en 2005 no consiguió financiación para ser probada en humanos.
Recordemos la política de las farmacéuticas frente al VIH-Sida: su uso y abuso de las patentes les empujó a demandar a Sudáfrica, país donde los enfermos se cuentan por millones, sin importar el impacto social de tal presión.
Las enfermedades infecciosas no se manejan con documentos sino con medicamentos.
El ministerio de Salud de Colombia informa que ya ha publicado guías, pero las enfermedades infecciosas no se manejan con documentos sino con medicamentos. Los niveles de “tutelitis” en salud muestran que el Estado colombiano no puede hacer cumplir ni con lo que la ley dispone desde 1993, menos podría con un nuevo reto.
Post-data: otra promesa incumplida
Mi balance no es alarmista sino realista. El gobierno prometió servicios médicos a las víctimas de violencia sexual pero el balance de tal promesa es doloroso: no hay formación adecuada, la mayoría de las veces no hay medicamentos para la profilaxis del VIH, y a veces ni un test de sífilis. ¿Podemos creerles que habrá un sistema de salud colombiano perfecto para el Ébola y otro corrupto y clientelar para las diarreas y las infecciones respiratorias? Por eso cuando se habla del Ébola, los colombianos piensan en algo lejano pero sí mencionan algo muy cercano: el paseo de la muerte.
Publicado originalmente en Razón Pública