Víctor de Currea-Lugo | 25 de noviembre de 2024
No están perdidas las elecciones de 2026, pero sí están embolatadas. Y el que las desembolate, un buen desembolatador será. Pero para eso hay que asumir una serie de retos que no queremos ver, ni afrontar.
Los primero es, obvio, aceptar que todavía se puede ganar en 2026, que también se puede perder; que el Gobierno lleva dos años, pero le faltan dos más; que ha habido éxitos, pero también errores; que esta no es una revolución en las urnas, y que el poder todavía lo tienen los dueños del país.
Aceptado lo anterior, que no es poco en ciertos círculos, hay que abrirse al debate. Este segundo punto es más difícil que el anterior. Hay una tendencia a pensar que cualquier crítica al Gobierno de Petro nos hace uribistas y que cualquier aplauso significa un cheque en blanco.
Para mí, es más mayor la polarización entre los que quieren un país mejor, que la que hay entre estos y los que defienden posturas a favor de las viejas élites. Es diciente, muy diciente, el problema de cultura política en que estamos: es más fácil discutir con ciertos uribistas que con ciertos petristas.
La derecha no está quieta, no ha dejado de estarlo, está viva, tiene maquinarias, tiene poder y, tal vez lo más importante, tiene de su lado la forma de hacer política que está incrustada en el funcionamiento del país: lo clientelar de la mano de lo mafioso.
El Pacto Histórico es lo que es; no es socialista ni mucho menos comunista. Partiendo de esa realidad, aquí va una lluvia incompleta de ideas para pensar, no para pelear. Contestar con lo que ha hecho Petro es confirmar que estamos cerrados al debate. Si no les parece, sigan derecho, pero no creamos que jugar ping-pong con las palabras va a asegurar el triunfo de 2026:
Ideas para pensar las elecciones de 2026
1. Hay que reconocer que la izquierda ha tenido limitaciones reales porque nunca había estado en el Gobierno, pero eso no significa aceptar ni validar todos los errores. Eso implica la autocrítica de la gestión, un reto que no quiere darse. Reconocer lo hecho no borra reconocer lo pendiente o lo mal gestionado.
2. La política de alianzas era y es necesaria; eso nos lleva a unos sapos que tocó tragarse. La pregunta es: ¿tocaba de verdad tragarse todos esos sapos? Entregar, en el primer año, la política (el ministerio del interior), la educación (el ministerio del caso) y la plata (el ministerio de hacienda) a personas que no eran afines al proyecto del cambio es un paso hacia el suicidio. Pero no solo es eso, hay demasiado tibio en el Gobierno que no hace sino estorbar.
3. Vale revisar la brecha entre lo prometido en la campaña de 2022 y lo que se pudo cumplir. Claro, hay razones, pero también excusas. A la gente no se le puede hablar como lo hace la derecha o, como dice la canción popular, prometiendo puentes donde no hay ríos.
4. ¿Serán los candidatos del Pacto Histórico los mismos de 2022? No hablo de idealizar a los jóvenes porque la inexperiencia también pasa factura, pero no veo un triunfo fácil si no hay una limpieza en la casa del Pacto Histórico, real, que permita volver a barajar los nombres de las personas al frente del cambio. No puede haber “intocables”.
5. Sobre los jóvenes. Hay una reserva importante, pero la militancia no debe ser argumento único sino se tiene la formación. Decía Eduardo Carranza que los poetas jóvenes cometen el error de salir a aprender en público.
Lo mismo aplica para los funcionarios del Estado, hay que formarse para ser Gobierno. En el mismo sentido, duele ver la cantidad de cuadros muy bien formados que no fueron llamados al Gobierno del cambio.
El militante ha desplazado al técnico, no hablo del técnico neoliberal. Creer que basta tener una historia de lucha es suficiente para asumir ciertas responsabilidades no es sano. La izquierda sí tiene cuadros, pero no todos han sido convocados.
6. La lógica de los nombramientos «woke» no funciona, ni en Colombia, ni en ninguna parte del mundo. Es simbólicamente válida, pero eso no es funcional. Poner a alguien en un cargo simplemente para cumplir una “cuota” no es sano, ni justo con el país. Está bien que haya un cirujano indígena, pero no se puede poner a operar a alguien solo porque sea indígena.
7. Las elecciones se ganan con votos. No se puede seguir haciendo la campaña para 2026 con buenas intenciones, sin el estudio serio y juicioso del sistema electoral y del comportamiento electoral.
Por ejemplo, tres cuartas partes del país son urbanas, pero seguimos pensando en agendas donde pesa mucho lo rural (que es esencial, pero no es el todo). La izquierda parece resignada a perder las ciudades, caso de Medellín, Cali y Bogotá.
8. La sensación de la sociedad petrista es que no tiene canales efectivos para comunicarse con el Estado petrista. La arrogancia de algunos otrora oenegeros, ahora en el Gobierno, para con sus antiguos compañeros de lucha es un buen ejemplo.
Parece que algunos estaban preparados para dar la vida en un paro, pero son incapaces de ceder ante la tentación de un cargo público. Sin canales de comunicación, la fractura entre Gobierno y sociedad aumenta. Por eso, los candidatos del Pacto para 2026 deben salir de consultas a las bases y no de componendas políticas.
9. Muchos funcionarios hoy en día son ante todo precandidatos. Deberían dedicarse a hacer la tarea de hoy, no a pensar en el puesto de mañana. Si el proyecto del Pacto Histórico de verdad es colectivo y no personal, esto debería verse reflejado en la forma como se gestiona desde el Estado.
10. La paz total ha tenido muchos problemas, pero pocos análisis de tales dificultades. Menciono unos pocos: la paz cayó en la trampa de la paz territorial, creer que la paz solo se hace en los llamados territorios PDETs, ha hecho que muchas otras regiones quieran ser PDET.
Así mismo, se perdió la dimensión nacional de la paz porque las políticas sociales son nacionales y no regionales; se cree que fragmentar a los armados ayuda a la paz y eso no es cierto; se quiere delegar la paz al Estado local, sin recursos, que los alcaldes hagan los cambios estructurales que no pueden hacer; etc.
11. El uribismo y la derecha siguen incrustados en el Gobierno, en altos cargos, con capacidad de decisión, en operación tortuga. Eso no es algo menor, ni con lo que se pueda seguir conviviendo.
Como me decía un viceministro, “el Gobierno está compuesto de dos tipos de personas: la derecha en operación tortuga y los recién llegados que piensan que el Gobierno es una ONG”.
12. La corrupción no es sólo una práctica aislada, es una forma de entender las relaciones entre el Estado, los funcionarios y la sociedad. Eso está muy incrustado en nuestra forma de entender el Estado. De hecho, algunas comunidades y algunas regiones se acercan también de manera clientelar al Pacto basándose en la lógica de intercambio de favores.
13. Está bien pelear por la participación cuando se es oposición, pero en el caso del Gobierno de Petro la meta no debe ser participar sino influir de manera efectiva en la toma de decisiones. El Gobierno repite las consultas, las asambleas, los diagnósticos y la “reunidera” que desgasta a las comunidades. Hay que ejecutar más y preguntar menos.
La participación, las reuniones y los diagnósticos deben estar proyectados a fortalecer las relaciones entre la sociedad y el Gobierno, en ahondar en propuestas audaces que permitan avanzar en el cambio a niveles más profundos. Pero eso requiere el respeto por la crítica y por la independencia de la sociedad.
14. He visto varios funcionarios llamando a la sociedad, pero no es claro qué buscan con ese llamado. Primero, porque una cosa es la sociedad civil y otra el Estado; ese error de creer que son intercambiables fue fatal en el caso de El Salvador.
Segundo, porque no es claro para qué invocan a la sociedad. Y tercero porque repite la trampa de la derecha: actuar como si no fueran Gobierno. Haber “vaciado” la sociedad civil en el Gobierno significó descabezar parte de la sociedad civil sin que eso haya representado una mayor gestión en el Gobierno.
15. Se necesitan por lo menos tres planes: un plan de comunicación de lo que se hace, el Gobierno demoró y mucho en poner a Hollman Morris al frente de RTVC; un plan para las elecciones de 2026 que no sea complaciente ni triunfalista (recuerden el referendo por la paz), y un plan de Gobierno para ser sometido a las elecciones de 2026.
Si gana la izquierda, hay que crear un equipo que gobierne, otro que piense de manera estratégica el país en varias décadas y otro que estudie las transformaciones necesarias del Estado para ponerlo al servicio del cambio.
16. Sigue la tara de que la pelea es sólo semántica, entonces se perpetúan los debates sobre, por ejemplo, cuántas veces en una política pública se nombra mi gueto (el que sea) y no el fin último de tales políticas.
17. Un ministro me contaba de la rapiña entre sus asesores, hundidos en su sed de poder. Administrar unos pocos millones no es un poder real; eso es como creer que el gerente de un gran supermercado es el dueño. El problema es que eso es más común de lo que pensamos. Los mandos medios han hecho fracasar muchas iniciativas políticas.
18. Hay ministros incapaces de tomar decisiones, hasta que Petro les dé la bendición. Grave error. Un ministro o ministra debe ser audaz, correr riesgos, gobernar; es su deber político y jurídico. No se puede alentar la microgerencia como forma sana de hacer política. Petro es mejor estratega que gobernante y para apoyarlo en eso están los ministros.
19. Hay que ser más agiles en los nombramientos. Las demoras no se justifican. No se trata de un culto a los nombramientos, pero la institucionalidad sí se resiente cuando no se pone al frente de manera oportuna a la persona que toma decisiones.
20. Es importante el llamado a la unidad nacional y al diálogo, pero hay que entender que no todo se puede conciliar. Por ejemplo, el derecho a la salud es incompatible con las EPS. La idea de «construir sobre lo construido», para justificar políticas de exclusión, no es sino una perversión que alimentan los tibios y los del centro. En esos casos, el Gobierno debe claramente decidir con quién está.
21. No se ha tocado la doctrina militar de las Fuerzas Armadas. El retiro de varios oficiales involucrados en delitos, especialmente con el narcotráfico, no deja de ser una política remedial. Más grave aún es la persistencia en las relaciones entre las Fuerzas Armadas y el paramilitarismo, lo que hace imposible avanzar hacia el proyecto de Paz Total.
22. Hay que tocar la estructura del Estado: no se trata de acomodar la agenda a la burocracia del Estado, sino de (por lo menos tratar) someter al Estado a la agenda de cambios. Esa resignación a “lo que se puede” dentro del Estado actual, convierte al Gobierno en un gestor de lo que se puede dentro de los límites del poder establecido, no en un agente de transformación.
Sí, es una lista incompleta, lo sé y sesgada, como toda lista. Ojalá sirva para pensar en 2026, más allá de su propio deseo de mantenerse en la burocracia del Estado. Repito, solo por sus decisiones sobre Palestina, solo por eso, votaría de nuevo por Gustavo Petro. Fin del comunicado.