Víctor de Currea-Lugo | 30 de julio de 2016
Muy periodístico, gritaban unos; muy académico, vociferaban los otros. Poco espacio para las fuentes reales y mucho para las conspiraciones y los prejuicios: ese es el debate sobre grupos como el Estado Islámico, por lo menos en nuestro entorno. Por eso es útil oír a aquellos que los estudian de cerca, los que los confrontan desde el islam y desde su propia lengua, sin los mitos de Occidente.
Estos entrevistados, obvio, no son los únicos que piensan al Estado Islámico, pero sí son muy consultados en ciertos escenarios. Entre ellos hay discrepancias, matices, pero su importancia radica en que reflejan las miradas de muchos otros musulmanes. Los analistas Marwan Shehadeh, Hassan Abu Hanieh y Osama Shehadeh exploran los orígenes del Estado Islámico, sus consecuencias y su relación íntima con el islam.
La religión, presente
Marwan Shehadeh, analista político y escritor sobre movimientos islamistas.
¿Por qué el Estado Islámico actúa de esa manera?
Uno de los problemas es la manipulación de los textos sagrados. Las peleas internas dentro del islam dependen de ese problema. Esto, en un contexto muy politizado, en que el islam está buscando contribuir a la libertad política y al rechazo de los poderes occidentales.
¿Por qué el auge de los grupos del llamado islam político?
Hay tres elementos a mencionar: el colapso del califato (en referencia al Imperio Otomano) y el deseo de muchos estudiosos de regresar a ese tiempo; la resistencia al colonialismo, lo que incluye desde Palestina hasta Irak; y una guerra cultural contra las narrativas globalizadoras y secularistas. El auge deviene también de la gran decepción de la gente sobre sus gobiernos. Eso los hace estar listos para pelear por lo que creen justo. No se trata de adoctrinamiento religioso en extenso, sino más bien de un sentimiento interior, una pasión, que les es suficiente. Por eso no abrazan un islam tradicional, sino un islam radical.
¿Cómo define Daesh quiénes son sus enemigos?
Hay no musulmanes y musulmanes, estos últimos los divide el Daesh entre ellos mismos, los “verdaderos musulmanes”, llamando al resto “falsos musulmanes”: mortad (apóstatas) y kafer (infieles). Pero no termina de ser claro quién es mortad y quién es kafer dentro del mismo Daesh. Ahora, los países también son leídos con la lógica del Daesh: los musulmanes son tierra de paz, “dar al-islam”, y los no musulmanes son la tierra de los infieles “dar-al-kufar” (pero vuelve el problema de definir qué es lo verdaderamente musulmán). Hay otra categoría: los miembros de la coalición, los cuales median su relación con Daesh, fundamentalmente, a través de la guerra. Y, por último, países que pueden no ser musulmanes, pero si no atacan a Daesh, pues no serían objeto de ataque.
Según el Corán, imponer la fe por medio de la fuerza es prohibido (Haram).
Sí, pero una cosa es la imposición de la fe y otra la conquista de territorios; el Estado Islámico está en guerra y como tal ve a los otros estados. Si estuviéramos en paz, el Daesh actuaría de otra manera frente a los demás estados. Cuando España retiró sus tropas de Irak ya no fue más atacado, para ellos es así.
¿Son compatibles la democracia y el islam?
Depende de cuál democracia me hablas. ¿La de Jordania? ¿La de Irán? ¿La saudí? Buscamos un modelo donde cuenta la gente y cuentan las leyes, pero las leyes deben tener en cuenta la Sharía, los preceptos islámicos. Otra cosa es que en el mundo árabe no hay partidos políticos de verdad, eso explica por qué algunos optan por la radicalización. En Europa algunos abrazan el islam y se les persigue y margina, los empujan a la radicalización al volverlos extranjeros en sus propios países.
¿No ve una solución en limitar la religión a la vida privada y mantener una política secular para lo público?
Nuestros estados no son religiosos, pero no se puede separar la cultura de la religión, de cómo la gente piensa y actúa políticamente. Hay unas tendencias históricas que pesan mucho en un contexto en que la gente no separa lo público de lo privado.
Entonces, ¿cómo resolver el desafío del Daesh?
Daesh no estará aquí para siempre. El problema es el islam político y la radicalización. Si no se tocan las causas, vendrá otro Daesh más radical; como pasó luego del declive de Al-Qaeda. El problema es el colonialismo, los dobles estándares de la comunidad internacional, por ejemplo, frente a Israel. Occidente debe dejar de apoyar a los dictadores en la región y sus regímenes. Cerrar la puerta al islam moderado dio espacio al radicalismo. Las Revueltas Árabes buscaron un proyecto de libertad que Occidente abandonó, dejando el espacio para que los extremismos se impusieran; aunque yo soy un convencido de que la revuelta árabe apenas está en su fase de inicio.
“Nadie pelea contra el Daesh”
Osama Shehadeh, investigador y cofundador de la organización caritativa al-Kitab wa al-Sunnah.
¿Qué significa ser musulmán hoy en día en medio de este caos?
La humanidad sufre hoy en día muchas crisis, derivadas de la inmoralidad, la opresión y la injusticia. El islam es una religión de seguridad, justicia y paz. A pesar de la gran campaña contra el islam, muchos en el mundo se siguen convirtiendo en musulmanes. Es curioso que muchos europeos estudiados abracen el Islam, mientras jóvenes no educados abrazan al Estado Islámico.
¿Es compatible el islam con la democracia?
No hay problema entre los mecanismos democráticos y el islam, pues consultar sobre lo público antes de decidir es una regla muy sólida dentro del islam; pero hay que preguntarse qué es democracia, está claro que el gobierno de las mayorías, pero ¿qué pasa con las minorías? El problema es la marginalización de los musulmanes en sus propios países. Al-Asad es impuesto por Rusia y Estados Unidos a los sirios, así mismo pasa en otros países.
¿Cómo entender la radicalización de los musulmanes hoy?
La radicalización no es un producto del islam, incluso ese extremismo a nombre del islam es temporal, no una constante. Hay dos elementos que explican estos cambios: la percepción de opresión entre los musulmanes y las interferencias por actores ajenos al islam. Desde los años cincuenta, han hecho mucho daño en la región las dictaduras de izquierda y sus crímenes. Eso alimentó la duda sobre esos dictadores que oprimían en nombre del islam y dio paso a definirlos como “takfir”: unos infieles a lo que hay que matar. Lo segundo es la enseñanza del uso de la violencia, que pasó de los grupos de izquierda a los grupos musulmanes. La violencia y la noción de lucha contra el takfir se juntaron en Afganistán en los ochenta; allí se potenció la radicalización con un enemigo infiel y con una forma de lucha violenta. A todo esto hay que agregar la pobreza, la historia de derrotas militares y los bloqueos a los caminos democráticos.
¿Cómo explicar el éxito del Estado Islámico?
Nadie está realmente peleando contra el Estado Islámico. Al-Qaeda fue derrotado en Irak, pero Al-Malki, el anterior primer ministro de Irak, disolvió Sawahat (grupos armados, incluyendo tribus suníes, que apoyaron al gobierno en su lucha contra los radicales islamistas) y con ello le abrió la puerta al Daesh; en Siria, el Ejército Libre Sirio luchó hasta cuando tuvo recursos; el ejército de Irak prácticamente le entregó la ciudad de Mosul al Estado Islámico; en Faluya hay más disputas étnicas que un triunfo sobre los radicales. Daesh es una excusa para mucha gente.
¿Qué debería hacer Europa frente a los radicales?
No todas las acciones violentas en Europa son hechas por el Daesh, no tiene tanta capacidad como se le atribuye. Daesh no tiene superpoderes, pero le atribuyen casi todo y así, estamos lidiando contra un fantasma. Hay un caso a mencionar: un radical fue detenido por Turquía y entregado a Bélgica, lo liberaron y después estuvo involucrado en los ataques de Europa, Ibrahim El Bakraoui. Otra cosa, los atacantes no son realmente musulmanes, se la pasan bebiendo y consumiendo drogas, no tienen un comportamiento realmente musulmán; en rigor, no se trata de extremismo religioso, sino de extremismo político. ¿qué propósito religioso ves en Niza?, pero la extrema derecha europea usa esto para sus propias agendas. Por otro lado, hay ataques frecuentes contra mezquitas en Europa y nadie dice nada.
Marginados se acercaron al islamismo radical
Hassan Abu Hanieh, experto en islam político y grupos radicales. Autor de varios libros sobre temas como salafismo y yihadismo.
¿Cómo explica el origen del Daesh?
Hay tres elementos: la ocupación de Irak por parte de Estados Unidos en 2003 (antes no había yihadismo en la región); la manipulación de los espacios políticos por parte de las autoridades políticas y religiosas, bloqueando así cualquier espacio para la democracia, y el ascenso del sectarismo. Estas tres cosas producen una crisis del sunismo, especialmente en Irak, donde muchos marginados se acercaron al Daesh. Las Revueltas Árabes no abrieron caminos para el cambio y eso, en parte, explica que hay más de 30.000 extranjeros provenientes de otros países peleando en las filas del Estado Islámico. A esto se debe sumar, a nivel internacional, la caída de la Unión Soviética y el avance de la globalización estadounidense. Y a nivel regional, las dictaduras y la no solución del conflicto palestino.
¿Es el Daesh una amenaza, una esperanza o apenas otro grupo armado?
No hay una única respuesta. Una de las razones para apoyar al Daesh es su intención de crear un califato, lo que pesa mucho en la mentalidad de la región; otra es que la gente cree que el Daesh protege a los suníes de la amenaza chií; algunos lo ven como una respuesta a los ataques que hace Occidente al mundo musulmán y otros ven en el Daesh una esperanza frente a los gobiernos autoritarios de la región. Pero creo que la principal razón porque Daesh tiene cierta credibilidad es el fracaso del Estado-nación en Oriente Medio, su fracaso al no dar repuestas económicas, sociales y políticas a la población.
¿Cuál es el peso religioso de Daesh? ¿Se trata sólo de unos fanáticos que leen el Corán?
Hay diferentes formas de islam, hay muchas corrientes (como el islam político) y entre ellas están en conflicto, en ese contexto Daesh es incluso marginal. Los orientalistas no distinguen, por ejemplo, entre Erdogan (el presidente de Turquía) y el Estado Islámico. Decir que el islam es violencia es una mentira, una prueba está en la gran cantidad de grupos musulmanes que no siguen el camino de Daesh. Ahora miremos Egipto: el golpe de Estado redujo el espacio para otras interpretaciones y abrió el espacio para los radicales. Y una cosa importante, quien decide qué interpretación se impone es quien manda en la correlación de fuerzas de ese momento concreto.
¿Por qué se imponen unas versiones radicales del islam sobre unas más laicas?
Después del 11 de septiembre el islam político fue percibido como una protección frente al radicalismo en Oriente Medio. Ahora, Occidente lo percibe como una cadena de transmisión del islam radical. Al cerrarse el espacio político, Daesh triunfa al ofrecer un modelo para todos aquellos furiosos luego de la ocupación de Irak en 2003, con jerarquía y con capacidad de controlar territorio. Las Revueltas Árabes no alimentaron al Estado Islámico, sino la contrarrevuelta por parte de las élites.
¿Puede el diálogo entre suníes y chiíes aportar a la paz en Oriente Medio?
Sí, pero hay que matizar que el problema no es simplemente una tensión entre suníes y chiíes. El problema es el sectarismo y, con ello, la instrumentalización de lo religioso. En la región tenemos una Guerra Fría sectaria entre Arabia Saudita e Irán. Ambos han usado el sectarismo para prevenir los cambios democráticos dentro de sus propios países.
¿Qué opina de la teoría del complot para explicar el origen del Estado Islámico?
En la región, irónicamente, hay mucho apoyo a la teoría de la conspiración, pero sus defensores no están de acuerdo en quién está detrás: Arabia Saudita acusa a Irán, Siria dice que es el imperialismo e Irak dice que es Israel. Pero, en el fondo, todos tratan de sacarle partido a la presencia de Daesh. Todos ellos al final “apoyan” al Daesh al no combatirlo de verdad, usan una estrategia de contención, pero no buscan su derrota. Daesh es como un Frankenstein que se les salió de control.