Víctor de Currea-Lugo | 2 de enero de 2023
Gustavo Petro despidió el año 2022 así: “Hemos acordado un cese bilateral con el ELN, la Segunda Marquetalia, el Estado Mayor Central, las AGC y las Autodefensas de la Sierra Nevada desde el 1 de enero hasta el 30 de junio de 2023, prorrogable según los avances en las negociaciones”.
Eso es una noticia excelente, es un gran logro, audaz como dijo el mismo Petro. Y como sociedad claro que queremos que sean más grupos y que sea más tiempo. No quiero ser desagradecido con lo que el Gobierno está haciendo, sino llamar a la prudencia.
El primer cese que viví fue el de Marruecos y las fuerzas saharauis del Frente Polisario. Ese acuerdo entre el Sahara Occidental y Marruecos que solo sirvió para disfrazar la guerra y eternizarla hasta ahora. Los últimos ceses en mente son los de Ucrania, parciales e incumplidos y autolimitados a aspectos humanitarios.
Es todo un acto de valentía por parte del Gobierno “saltar” a un cese bilateral, no hay nada que demuestre que es perjudicial, al contrario, es un potente mensaje de voluntad política. Hay guerras que han llegado al final sin que hubiera de por medio un cese al fuego, esto último creo que no sería una fórmula adecuada para el caso colombiano. En otras palabras: es mejor con cese que sin cese. Ese anuncio de Petro debe también, con responsabilidad, llevarnos a formular una lista de reflexiones:
1. La paz no es un proceso lineal en el que del cese pasamos automática y rápidamente a la firma de un acuerdo, la concentración de tropas y la entrega de armas. No. Si algo comparten el Gobierno de Petro y el ELN es que la paz va más allá de resolver los aspectos militares del conflicto colombiano.
2. Por lo mismo, creer que el cese al fuego puede garantizar otro objetivo es peligroso. No es recomendable trasladar los debates de la mesa o las tensiones de las causas del conflicto al cese al fuego. Tratar de convertir el cese al fuego en un espacio de disputa para ganar ventajas es lo menos aconsejable.
3. Un cese no es el fin del conflicto y ni siquiera es un fin en sí mismo, sin desconocer lo positivo que arrastra. Sería en este caso, ante todo, un mecanismo de distensión que sirve para crear confianza, evitar los combates y disminuir las afectaciones a la población civil.
4. El reto es cómo este cese, por demás necesario, logra su cometido. Para eso se requiere unos protocolos, mecanismos de monitoreo y formas claras y eficaces de gestión de potenciales incidentes. No recuerdo un solo cese al fuego que no haya tenido incidentes; esto no sería el fracaso del cese sino parte de su naturaleza.
5. Tengo dudas si presentar una propuesta de Gobierno como un asunto ya firmado fue la mejor alternativa. Dicho de otra manera ¿todas esas reglas, necesarias para garantizar el cese, ya están escritas y aceptadas por los grupos?
6. Es necesario revisar con lupa las potenciales relaciones entre militares y paramilitares, con lo cual, el cese adquiere unas connotaciones para las cuales no sé si el Estado está preparado. Comparto la necesidad de empezar con un cese bilateral cuánto antes, pero me preocupa que caigamos en aquello en ensillar antes de traer los caballos.
7. La discusión incluso es más profunda: si el paramilitarismo es una colección de grupos o una forma de hacer política. Todo indica que es más lo segundo que lo primero, entonces su abordaje, tanto para el cese como para la paz, debería ser así de complejo.
8. En este proceso aparece un nuevo problema ¿Cómo garantizar el cese ENTRE los actores armados y no solo entre ellos y el Estado? Precisamente por la creciente consciencia de que las paces parciales tienen grandes límites es que el Gobierno planteó la Paz Total. Eso mismo se ve en los ceses de hostilidades: su resultado final puede depender más de tensiones entre otros actores armados que con las tropas estatales.
9. Al margen de esto, el reto es aprovechar el cese para avanzar en la construcción de paz. Eso implica que el Estado tenga una agenda clara y concisa, documentada y posible, para negociar. Más allá de que acallen los fusiles, el cese es una brecha en la guerra que debe aprovecharse al máximo.
10. La supervisión puede ser tan plural como se quiera, pero debe ser tan técnica como se necesite. Pero no plural porque sí, como muchas veces se formulan políticas para agradar a tirios y a troyanos, sino porque efectivamente dicha pluralidad sume y no divida. ¿Podría esa supervisión entrar a todas las zonas e instalaciones necesarias? ¿Puede aplicar correctivos de algún tipo o simplemente dar recomendaciones?
11. Si revisamos la experiencia pasada de cese bilateral encontramos que, a pesar de un alto cumplimiento tanto por el Gobierno como por el ELN (de octubre de 2017 a enero de 2018), este proceso fue interrumpido por el ELN porque el Gobierno faltó a su palabra y no permitió el proceso de monitoreo y evaluación tal como se había concertado.
12. Casi que de seguro se repetiría ahora la pregunta de finales de 2017: ¿dejarán los militares que un organismo independiente examine las violaciones al cese presuntamente cometidas por sus tropas? Sé que saldrán los puristas a decir que el Estado ya cuenta con la justicia penal militar, pero es ampliamente conocida su ineficiencia, a lo que debemos agregar que ser juez y parte no es una opción.
13. Es muy positiva la declaración de cese con el ELN, pero hasta donde sé no fue concertada en la mesa. Antonio García ha dejado claro que las cosas se resuelven en la mesa de diálogos, no por fuera; el manejo unilateral de las decisiones sería un muy desacertado mensaje.
14. La sociedad quiere la paz, pero no solo los titulares de ella, sino información más precisa. Hay que cuidar que los pasos presurosos no se conviertan en pasos en falso. La cohesión determina la geografía posible del cese. En el caso del ELN no tengo dudas de su unidad, pero en el caso de las otras organizaciones habría muchas dudas. Una geografía requiere mapas reales, no mapas ideales. Y si queremos poner el panorama más complejo, está la pregunta por los grupos armados que no aceptan el cese.
15. En el actual camino de la paz en Colombia, sería un error pensar que un cese es solo para efectos humanitarios. Eso sería muy poco para lo que el momento político requiere.
Decía en otra columna que las propuestas de cese al fuego pueden servir como antesala de la paz (España e Indonesia), como estrategias para disminuir la intensidad militar (Filipinas), para facilitar la negociación (Congo y Liberia), como acto simbólico para buscar legitimidad y acercamientos (kurdos), para implementar medidas humanitarias (Siria, Ucrania) e, incluso, para eternizar un conflicto (Sahara Occidental). Pero, podemos agregar, también pueden constituir un autogol, un palo en la rueda innecesario y autoinfligido.
PD: Cese al fuego implica la suspensión de hostilidades, es decir, de actos de guerra entre las partes de un conflicto armado. Debemos renunciar a esa “colombianada” de decir que las hostilidades son crímenes de guerra. Los crímenes de guerra no se someten a un cese porque nunca deben ser permitidos. Fin del comunicado.