Víctor de Currea-Lugo
Donald Trump mencionó el muro que construye Israel como ejemplo de su proyecto contra México y Benjamin Netanyahu aplaudió. El muro que tasajea el territorio palestino tiene sus diferencias con el muro que Trump decidió para el control de la frontera sur de Estados Unidos, pero no por eso es menos infame.
A su vez, Ariel Sharon, el primer ministro de Israel que echó a andar el proyecto del muro, le reconoció al alcalde del asentamiento ilegal de Ariel, que venía pensando sobre el proyecto desde 1973. “No me he sentado recientemente con el Primer Ministro” dice Ron Nahman, el alcalde “pero el mapa del muro, el ensayo que usted ve aquí, es el mismo mapa que yo vi durante cada visita que Ariel Sharon hizo desde 1978”.
En 2001 el gobierno de Israel aprobó el plan para la construcción del muro; empezó su construcción en Jenin, incluyendo la confiscación de tierras y la destrucción de olivos. En marzo de 2003 se anunció la alteración de la ruta del muro para dejar del lado israelí los asentamientos ilegales de Ariel y de Immanuel (asentamientos que están en territorio palestino). Y en julio de 2003, el ministro de Defensa anunció la culminación de la primera fase del muro: 145 kilómetros, de un total que supera los 700 kilómetros.
Hoy, es una inmensa estructura de paredes de concreto, vallas electrificadas, torres de vigilancia y puestos de control que encierran Cisjordania, fracturan Jerusalén, apropian territorio palestino, crea guetos y permite el control de la población. El muro no está construyéndose en la línea de armisticio entre Palestina e Israel (estos dos países no tienen una frontera oficial), sino que serpentea el territorio palestino dejando asentamientos judíos, tierras fértiles y acuíferos palestinos del lado israelí.
El muro de Palestina: castigo colectivo
La lista de derechos humanos que viola el muro y su régimen conexo es impresionate: de libre determinación, de circulación, de propiedad: miles de hectáreas de tierra fértil confiscadas para su construcción, con la cosecuente destrucción de casas, pozos, cultivos e invernaderos vitales para la población palestina.
El muro impide el acceso al trabajo, a la educación y a los servicios de salud. Hay pueblos palestinos divididos por el muro dejando del otro lado hospitales, tierras de cultivo, escuelas y casas de familiares.
Una cosa es que Estados Unidos construya el muro en su propio territorio, pero más grave si además lo hiciera en suelo mexicano apropiándose de una parte de su territorio.
Pero, además de ser una medida de castigo colectivo, planeada desde mucho antes y presentada repetidamete con la excusa de la “guerra contra el terror”, lo que hay es una definición de nuevas fronteras. Una cosa es, por ejemplo, que Estados Unidos construya el muro en su propio territorio, pero más grave si además lo hiciera en suelo mexicano apropiándose de una parte de su territorio.
Esa disminución del territorio palestino debe entenderse como un proceso continuo de apropiación de Palestina por parte del proyecto sionista que empieza con la compra de tierras a finales del siglo XIX, el Plan de Partición de las Naciones Unidas de 1947 (que da a los judíos el 54% de la Palestina histórica), la guerra de 1948 que permite a Israel apoderarse del 78% y la ocupación de 1967 que deja prácticamente el 100% de Palestina bajo control israelí.
Mientras una población es excluida, la palestina, otra es incluida en el lado israelí: los asentamientos. Según John Dugard, Relator Especial de la Comisión de derechos humanos de la ONU, una parte considerable de los colonos ha sido incorporada al lado israelí del muro, con lo cual el muro busca legitimar la política de asentamientos judíos en territorio palestino que todos los gobiernos israelíes han desarrollado desde 1967.
Israel explicó y defendió la construcción del muro ante las Naciones Unidas (en noviembre de 2003) argumentando que “la toma de tierras para la construcción de la barrera es proporcional al número de ciudadanos israelíes muertos y heridos y se ajusta al derecho internacional y local” y sosteniendo que “una vez terminada la barrera permitirá, de hecho, reducir la presencia de las Fuerzas de Defensa Israelíes en Cisjordania y eliminar los bloqueos de caminos y los puestos de control, con lo cual mejorarán las condiciones humanitarias”. En un video institucional de Israel se dice que el objetivo de la construcción es “separar ciudadanos inocentes de terroristas”.
La Corte Internacional de Justicia determinó que el muro: es contrario al derecho internacional, y que Israel debe detener de inmediato las obras de construcción del muro y reparar todos los daños causados; también dijo la Corte que “todos los Estados tienen la obligación de no reconocer la situación ilegal resultante de la construcción del muro”.
El muro que construye Israel en Palestina no es menos infame que el muro de Trump, sino más: no está construido en un territorio que pertenezca a Israel, no solo obedece al racismo israelí, hace parte de un plan de anexión más grande de tierra palestina, cuantitativa y cualitativamente hace más daño a los derechos humanos, es ilegal desde el derecho internacional, pero el mundo lo tolera desde hace 15 años. No hacía falta esperar a Trump para indignarse ante un muro de la infamia, ya Israel lo estaba construyendo.