Víctor de Currea-Lugo | 22 de marzo de 2022
En las elecciones 2022 en Colombia en las que hubo fraude, por lo menos eso muestra el conteo inicial (así algunos digan después que no podemos usar la palabra fraude para no darle argumentos a Uribe), dejó varias enseñanzas.
La más notoria de ellas es la forma en que se ha violentado la voluntad popular en las elecciones; la violación es crónica y sistemática. Los patrones de fraude han sido los mismos, con variaciones de acuerdo con el cambio del tiempo, pero lo cierto es que seguimos validando día a día la famosa frase del padre Camilo Torres Restrepo de que “el que escruta, elige”.
No se trata de una estructura de sistema electoral con huecos donde se cuela la mala voluntad de unos individuos, sino que la misma estructura del sistema electoral está hecha para que permita y facilite una política de fraude.
Todas las “ías” que hay en Colombia, incluso los observadores internacionales, jugaron un papel por lo menos pasivo, dando por sentado desde el comienzo una aparente transparencia en las elecciones, tal como lo demuestran los comunicados sacados en las primeras 24 horas y antes del escándalo.
Los sectores progresistas y la izquierda colombiana, léase Pacto Histórico, Fuerza Ciudadana y Estamos Listas, se movieron a denunciar las irregularidades y gracias a eso, más la existencia de redes sociales y la conciencia ciudadana, fue posible colocar sobre la mesa todo el debate, no solamente cuestionando las elecciones sino también el sistema electoral en general.
El problema es que estas prácticas no son novedosas, sino que eran conocidas ya por sectores progresistas. Estos actuaron rápido, pero a posteriori. Sin desconocer para nada la gran movilización de la sociedad y de las organizaciones para, en medio del revuelto, recuperar alguna de las curules perdidas o por lo menos envolatadas; lo cierto es que se pudo hacer muchas cosas antes y el mismo día de las elecciones.
¿La gran enseñanza cuál es? Que la derecha hace todo lo posible por mantener el statu quo y que la izquierda actúa mucho mejor que antes, pero a destiempo, a posteriori. ¿Qué nos enseña eso de cara el próximo gobierno? La regla es “No dar papaya”.
Lo que se viene
Primero, la seguridad de Gustavo Petro no debe ser asumida como un debate después de que pase algo triste, sino que se requieren medidas inmediatas, como evitar las plazas públicas o posibles descuidos en la cotidianidad del candidato.
Segundo, urge la unión de cara a las siguientes elecciones y la tensión entre si Francia Márquez es vicepresidenta o no, no puede ser motivo de ruptura. Hoy, mi opinión personal es que la vicepresidenta sí debe ser Francia. Si se quiere ampliar la base de votantes debe haber un compromiso del Pacto Histórico para reconocer algunos puestos de responsabilidad, como ministerios, a otras fuerzas políticas y así aumentar la base electoral, pero que esas fuerzas políticas no sean contrarias a la lucha, por ejemplo, contra el neoliberalismo.
Tercero, debe quedar claro que la derecha y la extrema derecha van a conjugar todas las formas de actividad para bloquear este proceso y que andar diciendo que el país es nuevo, cuando tenemos los mismos apellidos en el tapete político, el resurgir de prácticas paramilitares, así como la desaparición y masacres, es no aprender a ver la realidad y quedarnos solo con la imagen de un dulce bien envuelto, pero envenenado.
Cuarto, en las elecciones presidenciales se va a repetir una dinámica posible y ya no hay ninguna excusa para que las fuerzas progresistas digan a destiempo y a posteriori sobre las irregularidades que se pueden prever. Ya sé que no todo se puede prever, pero hay acciones concretas para antes de las elecciones y el mismo día de la votación que permitan disminuir el daño que quieren hacerle a la candidatura de Petro.
Quinto, lo más importante, si no le pasa nada al candidato Petro, si no se produce una acción por parte de la extrema derecha que puede ir desde un golpe de Estado militar hasta la declaración de una conmoción interior, pasando por buscar invalidar las elecciones para aplazar lo electoral y ampliar el Gobierno de Iván Duque y si el Gobierno acepta la entrega del poder a Petro, es si la izquierda está preparada para gobernar.
Lo que está sobre la mesa no es cuántos votos se perdieron o cuántos candidatos al Senado finalmente quedaron del Pacto. Lo que hay es finalmente cómo se hace política: si se hace a destiempo, de manera reactiva o de manera improvisada. La derecha sabe que “hay que aprovechar cada papayazo”.
Los retos después de agosto
Cargos de alta responsabilidad como el Ministerio de Hacienda requieren de un manejo de la economía y una conciencia del dinero público, cargos como Comunicaciones requieren experticia o asesoría técnica para tomar decisiones, cargos en el Ministerio de Salud requieren de una indudable transformación grande y de personas que conozcan la Ley 100 y los detalles de cómo funciona, responsabilidades como las políticas de pensiones requieren de alguien que de verdad conozca el tema. Uno puede hacer campaña con consignas, pero no puede gobernar con consignas; y ese es, en mi opinión personal, uno de los grandes errores del proceso en Venezuela.
Hay muy pocos meses para que Petro llegue al poder en caso de que se respeten las garantías electorales, el problema es que no se puede empezar a planear la política minero-energética o de educación el 7 de agosto por la mañana.
Esto hay que hacerlo ya, pero a su vez el nombramiento de las personas responsables no puede estar basado en algunas prácticas criticables sobre la conformación de algunas de las listas en el Pacto Histórico, sino que tienen que ser hechas sobre personas que sepan y que estén políticamente comprometidas.
Tampoco puede usarse la argumentación anterior (de nombrar personas que sepan) como simple excusa para entregar cargos de decisión a burócratas o a tecnócratas neoliberales que terminen por garantizar el statu quo, como exministros o excandidatos presidenciales o algunas otras personas que pueden ser medianamente decentes en la política y rechazar el paramilitarismo, pero no necesariamente son los mejores candidatos si reproducen los valores y las lógicas neoliberales que generan inequidad y exclusión social y económica.
Es de esperar que la derecha se porte como la derecha y que la extrema derecha se porte como lo que es, así como que Estados Unidos actúe en concordancia con su naturaleza. Lo que no se puede es, so pretexto del enemigo, no tener una política seria, sobre todo de choque en lo económico para disminuir una potencial avalancha de medidas económicas contra el Gobierno de Petro tal como nos lo muestra la historia.
Recapitulemos: a Allende le hicieron la vida imposible en los años 70, a los sandinistas le hicieron la vida económicamente inviable en los 80, en los 90 vimos lo que fue el bloqueo contra Cuba y hace una década estamos viendo las consecuencias de las medidas de cerco económico contra Venezuela.
Si eso no nos convence, nada nos puede convencer, la pregunta es ¿Qué medidas reales tenemos para responder ante una arremetida económica de hiperinflación inducida, de bloqueo a mercados internacionales, de disminución de la productividad nacional que la pueden provocar los grandes empresarios, de almacenamiento para favorecer el aumento de precios y la disminución de disponibilidad de medicamentos y alimentos?
Esa lógica de acaparar, desabastecer y especular con precios es uno de los grandes talones de Aquiles. Ya vimos que durante el paro nacional, cuando solo llevábamos la primera semana en la calle, hubo algunos sectores, incluso de centroderecha, que salireron a salir a gritar que se estaba afectando el acceso a los alimentos por culpa del paro. Si eso dijo la centroderecha, imaginémonos qué puede decir la extrema derecha con el fin de crear el pánico suficiente y la ilegitimidad del Gobierno de Petro.
Los militares juegan un papel fundamental. En el año 1973, el Allende acercó al general Pinochet y en pocos días le dio un golpe de Estado; en el año 2013, en Egipto, el presidente Morsi acercó al general Al Sisi que también le dio un golpe de Estado.
Si la izquierda progresista en el poder no entiende la necesidad de un plan económico de choque tan esencial como una política clara en relación con las Fuerzas Armadas, entonces estará contribuyendo a que sus enemigos opten por una salida de fuerza ganadora.
Y, por último, como advertía Marx, no basta con decir “Nos sorprendieron”, sino que hay sorpresas que pueden ser previsibles y por tanto dejan de serlo. El panorama latinoamericano, la respuesta de las élites, el papel de Estados Unidos y en el caso particular de Colombia la lógica paramilitar que ya conocemos, nos permite prever ciertos escenarios.
Así que si fallamos no digamos simplemente que nos sorprendieron, sino que tengamos la valentía de asumir nuestra propia responsabilidad ante un eventual fracaso. Ya sabemos que: “papaya puesta, papaya partida”.