Entre el ajedrez y el tabule

tabule

Víctor de Currea-Lugo | 19 de julio de 2012

Tal vez no hay cosa más típica de la Gran Siria que el tabule, una ensalada del valle de la Bekaa; ni juego más difundido por los árabes que el ajedrez. El tabule representa lo local y el ajedrez lo internacional. Entre estos dos símbolos se juega Siria su futuro.

Sin base social, sin injusticias y sin represión, jamás hubiera existido la revuelta siria. Las acusaciones de que todos los rebeldes son de la CIA y todas las protestas son programadas por Francia y sus aliados, son risibles; sin negar que haya agendas se todo orden (minoritarias en realidad), incluyendo algunas mezquinas que buscan la caída de Siria solo para ponerla al servicio de sus propios fines.

La oposición ha logrado una unidad política renovada en torno al Consejo Nacional Sirio (ahora bajo la dirección del kurdo Abdel Sida) y trabaja en la coordinación de los grupos armados dentro del país. El tabule representa la apuesta por los manifestantes y las víctimas, que piden un posicionamiento internacional en su apoyo, como sucedió en Libia.

Diferente a la agenda local, están las apuestas internacionales. A pesar de los sentimientos anti-OTAN que pueden existir, hay que reconocer que su labor en Libia, encargada por la ONU, fue exitosa: según Human Rights Watch, solo 72 muertos fueron causados por las Fuerzas de Imposición de Paz de un total de más de 50.000. La OTAN logró el cometido de apoyar a los rebeldes y salir del escenario rápidamente. 

Pero el ajedrez internacional de Libia fue diferente. Siria es amigo de Irán, enemigo de Israel y soporte de grupos palestinos y libaneses. De caer Siria, afectaría los lazos entre Irán y Hizbollah, para beneficio de Israel y beneplácito de Estados Unidos y sus aliados, y podría ser usado como plataforma para atacar a Irán. Qatar, Turquía y Arabia Saudita estarían armando a los rebeldes, pero por razones diferentes. En el caso de Arabia, sería parte de la “guerra fría” que libra con Irán. 

Un sector de la comunidad internacional quiere atacar a Irán y la caída de Siria facilitarían las cosas, pero eso no es un argumento que convenza a los rebeldes, ni los convierte en agentes extranjeros. La torpeza de Al Asad aumente el riesgo de que las revueltas sean “secuestradas” por Occidente al empujar, como en Libia, a que los rebeldes tengan el dilema de “alquilar el alma al diablo” o morir sin conseguir nada. Hoy enfrentan a miles de paramilitares, artillería pesada y helicópteros militares. 

Al Asad empujó al pueblo a aceptar lo que venga a favor de la lucha contra el régimen, por puro pragmatismo político. Así las cosas, los sirios están atrapados: por un lado, está el gobierno sirio insensible a los reclamos de su pueblo (con el apoyo de Rusia y China), y por el otro, la postura de Estados Unidos y Francia, más pendientes de sus propias agendas en la región que de la suerte de los sirios.