Nasrallah sigue siendo una amenaza para el sionismo

Víctor de Currea-Lugo (desde Beirut) | 23 de febrero de 2025

Así como el sionismo no está solo en Israel, la resistencia no podía estar solo en Palestina. Y esa extensión geográfica y política ha tenido por décadas un nombre propio: Hassan Nasrallah.

Los libaneses vivieron desde los años 1980 hasta 2000, una ocupación militar por parte de Israel. En el marco de esa ocupación, por ejemplo, Israel apoyó a las milicias maronitas responsables del genocidio de palestinos en los campos de Sabra y Chatila, en Beirut. Por eso, entre otras cosas, tienen una especial afinidad política con la causa palestina: ambos pueblos sufrieron la violencia sionista.

La resistencia libanesa contra Israel no es esencialmente religiosa (aunque el papel de Jerusalén es parte de la agenda y que merecería una explicación más larga), sino que su naturaleza es antiocupación, y en eso se hermanan con los diferentes grupos de resistencia palestina.

Aunque suene extraño en Occidente, es insostenible reducir Hezbollah a “grupo terrorista”, porque tiene representación en el gabinete ministerial, es parte de la bancada parlamentaria, es un partido político legal y, sobre todo, por su inmensa popularidad, no solamente entra la población libanesa chií, sino en todo Oriente Medio.

Por todo lo anterior, el funeral de Nasrallah no es solo una ceremonia religiosa sino una ratificación del espacio político de la resistencia libanesa y, en general, del llamado eje de la resistencia. Vale aclarar que dicho eje es variado en sus credos y en nacionalidades. Por la cantidad de invitados internacionales, el fiuneral es también una ratificación de la legitimidad internacional como parte de la lucha antisionista.

Frente a esta realidad, el gobierno del Líbano tiene pocas posibilidades de imponer una agenda a Hezbollah, tal como quisiera Estados Unidos, pero sobre todo tiene la obligación de respetar ese inmenso respaldo popular si no quiere producir graves tensiones al interior del país.

Es claro, cinco meses después, que el asesinato de Nasrallah no debilitó a Hizbollah, sino que le dio un mártir con una dimensión no calculada por Israel. Ahora, detrás de su símbolo, cierran filas no solamente los chiles del Líbano, sino la comunidad internacional antisionista que cada vez es más grande y más fuerte.

Nasrallah no fue solo un dirigente: desde muy joven se incorporó como combatiente de a pie en la resistencia contra la ocupación israelí durante la guerra civil del Líbano, a comienzos de los años 1980. Es decir que se ganó a pulso su puesto en la historia.

Para el mundo musulmán, pero especialmente para su rama chií, el martirio no significa una derrota sino un triunfo. Y en ese sentido Hizbollah ha logrado convertir la muerte de Nasrallah en una victoria indiscutible contra el sionismo, en un referente para Oriente Medio que muchos no dudan en comparar con el valor simbólico que ha tenido el Che Guevara.

Por lo mismo, su ejemplo de lucha y martirio se vuelve un referente para las nuevas generaciones de jóvenes musulmanes que ven como una traición las posturas «tibias o neutrales» de muchos gobiernos árabes con relación a la causa Palestina.

Así como Gamal Abdel Nasser, de Egipto, convirtió los reveses de la guerra de 1956 en una Victoria hoy, tanto la resistencia Palestina como la libanesa, se presentan al mundo como ganadores en su confrontación militar, pero sobre todo política, contra Israel.

El ejemplo de Nasrallah

La resistencia de hoy es un colectivo heterogéneo pero que, su vez, Hizbollah nació de la unidad de diferentes grupos chiíes, durante la guerra civil. Nasrallah fue pragmático, cuando era necesario serlo. Hoy la proyección de un mártir plural interreligioso y políticamente incluyente, toma mucha fuerza.

Su liderazgo y su participación pueden dividirse (de manera un poco burda) en tres periodos que son continuos: primero, la lucha de los años 80 y 90 contra la ocupación de israelí en el Líbano; segundo, la guerra de 2006 y, tercero, la participación en la resistencia contra Israel a partir de octubre de 2023.

A pesar de su innegable fe en el islam (y de su papel en la rama chií), reducir su lucha a aspectos meramente religiosos (o a sus responsabilidades militares), negaría lo que realmente significa para Oriente Medio. Es cierto, también, que un sector de los cristianos maronitas y de los suníes no quieren lo que Nasrallah representa; pero eso no disminuye su estatura política y simbólica.

La demostración política que hizo hoy Hizbollah es mucho más relevante que la capacidad militar desplegada durante más de un año de confrontación con Israel. Esto permite sin duda concluir que el supuesto daño propiciado por Israel a la resistencia libanesa es relativamente poco, más si se piensa en la alta capacidad de recambio del grupo y en la respuesta a su llamado a la movilización social.

Israel no solo es una fuerza ocupante y genocida, sino que haber asesinado a Nasrallah, cuando este intentaba precisamente negociar una tregua, demuestra su bajeza moral en el campo de batalla, lo que se confirma con la gran cantidad de crímenes de guerra cometidos en Gaza.

Como pasó con el asesinato del principal dirigente de Hamas en Irán, a manos de Israel, este tipo de actos tienen un alto valor simbólico. En el plano militar tales muertes no han significado un estancamiento en la capacidad de acción ni de Hizbollah, ni de Hamas, sino una fuente de sustento incalculable.

A continuación les dejo alguna fotos que tomé en el funeral: