Víctor de Currea-Lugo | 20 de abril de 2014 (desde el D.F)
El mensaje de Fabián, un amigo mexicano, me sacó de la magia de los museos del D.F. al contarme de la muerte de García Márquez.
Gabo murió en la misma ciudad donde la religiosidad de Semana Santa llena la Catedral Metropolitana, así como la Basílica de la Virgen de Guadalupe, un 17 de abril, fecha en que también murió la mexicana sor Juana Inés de la Cruz. La tristeza de mi amigo era auténtica, porque Gabo era, de alguna manera, parte de su México querido.
Otra amiga mexicana, Lilia, me dijo con cierta ironía. “Nos da tristeza que sea colombiano”, y lo decía recogiendo una idea muy sentida en las calles: García Márquez murió mexicano, aunque haya nacido en otro lado.
Pero no sólo es cuestión de dónde se muere. En los diarios y las conversaciones se subraya que su obra cumbre, «Cien años de soledad», fue escrita en México, que era todo un chilango, que hizo de este país su patria, que participó activamente en la fundación del periódico La Jornada, al que donó ad honorem algunos de sus trabajos.
Los mexicanos con los que conversé recuerdan momentos de la vida del escritor asociados con México: en Zacatecas fue donde propuso dejar la ortografía en el olvido. En La Jornada publicó “La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile”. En el mundo cultural conoció a Carlos Fuentes y Juan Rulfo. Además, México publicó en primicia «Los funerales de la mamá grande» y «La mala hora», y sirvió de casa para que el nobel escribiera varios guiones para cine.
En 1981, cuando Gabo fue acusado de ser guerrillero, México le otorgó asilo político, y en 1982 recibió el Águila Azteca, la más alta condecoración del gobierno mexicano a un extranjero. Y también en México fue donde Gabo leyó en público el primer capítulo de sus memorias, Vivir para contarla. Por todo esto, para algunos, México no fue su segunda casa sino su casa. El presidente Peña Nieto dijo “nació en Colombia, hizo por México su hogar” y el mencionado periódico La Jornada lo define en su editorial como “colombiano-mexicano”.
La apropiación de Gabo por parte de los mexicanos me recuerda, con las diferencias del caso, la apropiación de Bolívar por parte de los colombianos: colombiano de obra y de muerte, aunque venezolano de nacimiento; el Che dejó de ser argentino para ser latinoamericano, y Erasmo de Róterdam arrastró en su nombre el lugar de nacimiento que había abandonado a la temprana edad de cuatro años.
Si uno no es de donde nace ni de donde muere, sino de donde sueña, pues más allá de nacionalismos y patrioterismos de última hora, Gabo era (también) mexicano. Total, el elegido como el Gran Colombiano por los colombianos no fue García Márquez sino otro señor de cuyo nombre no quiero acordarme.