Víctor de Currea-Lugo | 13 de febrero de 2015
Estoy convencido de que los libros sagrados son grandes metáforas y que, por tanto, pueden servir para muchas causas, incluso para alentar banderas opuestas. La Biblia, el Corán, la Torá son libros que han inspirado el amor y la guerra, el perdón y el olvido, la entrega y el rezo.
Para algunos, los libros sagrados son guías que deben ser acatadas literalmente. Para los seguidores del Islam parecería más fácil saber qué dice el Corán por cuanto hay una única versión escrita en árabe que sobrevive al paso de los siglos, pero no por eso ajena a interpretaciones.
Algunos islamófobos que no han leído el Corán se sorprenden cuando uno explica que, por ejemplo, hay una sura (un capítulo) dedicado a la Virgen María, que Jesús es citado como profeta, que aparecen el diluvio y el paraíso, y que la leyenda de la recompensa a los guerreros del Islam con 70 vírgenes es incorrecta. El Corán, más que de vírgenes, se refiere a “mujeres de ojos hermosos”.
Según Olivier Roy, no importa lo que el Corán dice sino lo que la gente cree que el Corán dice. Eso es cierto, pero a veces vale mirar qué dice, especialmente pensando en la quema del piloto jordano y la decapitación de prisioneros por el Estado Islámico.
Los radicales leen “cortar” donde dice “golpear”. Según el Corán, en la batalla podrías “golpear al enemigo en el cuello” (47:4) y luego atarlo, y pedir rescate o liberarlo. El verbo de golpear (darab) no es el mismo de cortar/decapitar (dhabah). Además, si fuera la traducción correcta cortar/decapitar, entonces sería imposible cumplir con la segunda parte, es decir, liberar. Y aunque sí se podría pedir rescate por un cadáver, no habría necesidad de atarlo. El Islam pide incluso no hacer sufrir a los animales que degüellan para ser alimento.
Sobre quemar personas, el Estado Islámico echa mano de Ibn Taymiyyah (1263-1328), sustentando que hacen al piloto lo que éste hizo con su arma de guerra: “Castigad en la misma medida en que fuisteis castigados” (16:126). Pero según el profesor Mohamed Saeed Hawa, hay unos hadices (enseñanzas de Mohamed) que prohíben quemar personas, pues nadie puede matar por el fuego, sino Dios. El mismo Mohamed prohibió deformar los cadáveres.
Lo interesante de todo esto no es quién interpreta mejor el Corán, sino llamar la atención sobre dos hechos: los mitos que acompañan a los libros sagrados y el afán de algunos de justificar sus crímenes basados en tales libros.
Según el arte, Eva dio una manzana a Adán, pero la Biblia nunca habla de ello sino del “fruto prohibido”. Así parece que la frase de Roy también aplica a otros libros: no importa lo que, por ejemplo, el Quijote diga sino lo que la gente cree que el Quijote diga.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/leyendo-el-coran-columna-54400