Víctor de Currea-Lugo | 16 de marzo de 2016
Cada día trae su afán y cada año sus guerras. Y este no es diferente. Además del Estado Islámico, hay un número doloroso de conflictos armados y de tensiones internas e internacionales que podrían originar nuevas guerras. Aunque no existe región del mundo donde la violencia política no se exprese, hay conflictos muy localizados que no llegan a los grandes titulares, como es el caso del sur de Tailandia, la reciente crisis de Burundi o los diferentes grupos rebeldes armados en México.
Luego del derrocamiento de Gadafi, Libia no ha encontrado paz. El hambre de poder del ejército y los conflictos entre tribus hacen cada vez más difícil la consolidación de la democracia.
La política internacional de 2016 estará marcada por algunos conflictos armados, como el reciente de Ucrania, el altamente sensible de Israel-Palestina, las crisis posrrevueltas árabes de Yemen y Libia, y las guerras africanas de Malí, Somalia y Sudán, esto sin nombrar el Estado Islámico, que involucra las guerras de Irak y Siria.
Ucrania
Una guerra que revive las tensiones entre Estados Unidos y Rusia por el control de puertos estratégicos (Sebastopol) y de paso de ductos de hidrocarburos. Allí, las agendas locales para superar la crisis económica se mezclaron con agendas de geopolítica y generaron un conflicto con grandes repercusiones internacionales.
La crisis en Ucrania revive tensiones entre Rusia y Estados Unidos. La disputa de puestos estratégicos como Sebastopol, hace recordar el ambiente hostil de la Guerra Fría.
Ucrania ha mostrado, como lo hizo Osetia del Sur, la agilidad rusa, la lentitud estadounidense y la inmovilidad europea. El gran reto es lograr que Estados Unidos y Rusia encuentren una salida negociada, siguiendo el ejemplo de 2015 de la negociación entre las potencias e Irán sobre su programa nuclear.
Palestina e Israel
Se suele decir que no habrá paz en el mundo hasta que la haya en Oriente Medio y que allí no la habrá hasta que no la haya en Palestina. Este conflicto no es, como algunos pretenden hacer creer, ni milenario ni religioso (aunque tenga variables religiosas e históricas) y puede definirse en una ocupación de Israel del territorio palestino, que hoy se consolida con la construcción de asentamientos israelíes en territorio ocupado, todos ellos ilegales según el derecho internacional humanitario.
Este año Palestina seguirá recorriendo el mundo en busca de su reconocimiento como Estado.
Lo que se promueve para 2016 es el aumento del número de países que reconocen a Palestina como Estado, que ya llega a más de 130, con los anuncios de entrada en vigor del acuerdo con el Vaticano y el eventual reconocimiento de nuevos países europeos (como anunció Francia), que sigan el ejemplo sueco. Todo esto, con las consecuentes políticas del caso, pero sin prever una próxima solución de fondo al conflicto.
Yemen
La guerra de allí es la suma de agendas pendientes desde, prácticamente, la unificación del país, en 1990; de los problemas de consolidación de la democracia; de las tensiones interreligiosas e intertribales y del fracaso de la revuelta árabe de 2011. Yemen es ante todo un país multicéntrico, en el que el control militar de su capital (Sanaa) no significa el triunfo, sino una conquista más.
Para 2015, a la gran tragedia de Yemen se sumó el desembarco de tropas regionales, bajo el liderazgo de Arabia Saudita, que no estaban pensando en la población civil, sino en otro frente más de la “guerra proxy” que mantiene con Irán y que ya lleva a cabo en otros escenarios como Bahréin y Siria. El 80 % está hoy necesitada de ayuda humanitaria. La muerte de civiles por parte de la coalición poco ayuda. Este año no suena optimista y Yemen podría entrar en una guerra de desgaste, crónica, ante la imposibilidad política y militar de ver un claro ganador a corto plazo.
Libia
El problema no fue la caída del dictador Gadafi, en 2011, sino la gestión de la posguerra que terminó en una nueva fase del conflicto. La demorada respuesta al deseo democrático y las pugnas no resueltas entre ciudades y tribus han sido el caldo de cultivo para el crecimiento de posiciones radicales islamistas que terminaron por acercarse al Estado Islámico.
La revuelta árabe de 2011 no solucionó los problemas de Yemen. Los conflictos civiles se acentúan ahora que Arabia Saudita ocupa parte de su territorio, que resulta estratégico en la lucha que tiene contra Irán.
Los nuevos liderazgos estuvieron frente al dilema de inventarse una nueva Libia en cosa de días o sucumbir, pero la imaginación tiene un límite, especialmente cuando durante más de cuatro décadas no hubo tradición organizativa ni acumulados democráticos de dónde echar mano ante la crisis. Las tensiones entre regiones (Cirenaica contra Tripolitania), entre tribus y entre radicales y moderados, los afanes de poder de un sector del ejército y la falta de capacidad de gestión nos dejan una Libia para 2016 con más frustraciones que esperanzas, mientras los vacíos de poder son aprovechados por el Estado Islámico.
Malí
Este país ha sido históricamente un intervalo de guerras aplazadas por momentos con la firma de acuerdos de paz incumplidos. Esta constante, enmarcada en la histórica discriminación de la comunidad tuareg, explotó en una nueva revuelta armada en 2012. A diferencia de los años anteriores, esta vez los tuaregs lograron un avance militar que sirvió de excusa para el desembarco francés a comienzos de 2013. La guerra entre los tuaregs y el gobierno de Malí generó unos vacíos de poder muy bien aprovechados por AQMI (Al-Qaeda del Magreb Islámico) y otras milicias similares que se hicieron con el control de una parte del territorio.
Así, las líneas del conflicto no son para nada claras, no solo por las dinámicas de toda guerra, sino por la misma indefinición de los actores en una confrontación en la que el terrorismo ha ido ganando espacio. Actualmente el gobierno avanza en una propuesta de paz cuyos principales oponentes son los tuaregs, cansados de tanto engaño de procesos anteriores, y, paradójicamente, un sector de la población civil de la capital, Bamako, que se opone al proceso de negociación y prefiere llamar a la guerra.
Sudán
Este país nació en 1956 con graves tensiones entre una capital centralista y excluyente, y unas áreas rurales abandonadas; una de las zonas más rebeldes a ese modelo fue el sur, que desde 1980 se armó contra la capital. En 1999, debido a la altas exploraciones de petróleo, China presionó la paz entre norte y sur, lo cual dio origen a un tratado de paz (2005) y años después al nacimiento de un nuevo país: Sudán del Sur.
Muchos jóvenes y niños han tenido que dejar la escuela por la guerra. Esta es una escuela provisional construida por las Naciones Unidas en Sudán del Sur.
Al mismo tiempo que se firmaba la paz entre norte y sur, otra región de Sudán (Darfur) protestó seriamente frente a la exclusión socioeconómica, lo que fue respondido por el gobierno con el desarrollo de una campaña de violencia, especialmente a través de fuerzas paramilitares, de tal magnitud que la Corte Penal Internacional calificó los hechos como genocidio. La prioridad internacional de salvar la paz entre el sur y el norte fue cómplice (por omisión) de la situación de Darfur.
Para 2016 persisten indefiniciones fronterizas entre el norte y el sur, en zonas ricas en petróleo; una gran inestabilidad del liderazgo del sur que no logra garantizar un gobierno más sólido; la permanencia de la crisis humanitaria; y la pendiente orden de captura de la Corte Penal Internacional sobre el presidente de Sudán por el genocidio de Darfur.
Nigeria
Se hizo tristemente célebre por el secuestro de más de 200 estudiantes por parte del grupo radical Boko Haram, nacido en el nororiente del país, entre pescadores muy pobres y radicales religiosos. Pero Nigeria realmente vive tres conflictos: el de islamistas contra el gobierno, el que hay entre las comunidades del delta de Níger (en parte por el acceso a la tierra) y el de los grupos rebeldes contra las compañías petroleras extranjeras. Para este año, el conflicto seguirá y con ello los secuestros, los carro-bomba y los choques armados.
La postura y la lógica de Boko Haram son muy cercanas a las del Estado Islámico, en la que hay poco juego para la salida negociada, pero la debilidad del ejército de Nigeria y su alto nivel de corrupción, más las graves condiciones socioeconómicas de la población hacen que la salida militar no sea una alternativa. A pesar de que 2016 empieza en Nigeria con duros golpes a las milicias radicales, el fin de la guerra se ve muy lejano.
Somalia
Infortunadamente es sinónimo de tragedia: guerras, hambrunas y colonialismo. Luego de su descolonización, a comienzos de 1960, los intentos por consolidar un modelo de Estado moderno se quedaron en promesas vacías. Desde la caída del régimen de Siad Barre, en 1989, Somalia se hundió en una confrontación entre señores de la guerra a la que, en la década pasada, se sumaron grupos radicales islamistas.
Al-Shabbab (la juventud) es el grupo armado predominante, con fuerte presencia en el sur del país y que continuará atacando tanto a las débiles tropas somalíes como a las fuerzas de la Unión Africana. Por su parte, la comunidad internacional seguirá reduciendo los problemas de Somalia a la piratería sin estudiar sus causas.
Para concluir: Sobre los conflictos
El fin de los conflictos armados actuales pasa, casi siempre, por la comunidad internacional, pero, paradójicamente, las guerras de 2016 no pueden explicarse sin una responsabilidad marcada de las grandes potencias: China en Sudán, Francia en Malí, Rusia en Siria, Estados Unidos en Israel, por citar algunos ejemplos. Queda pendiente de explicar la ocupación marroquí en Sahara Occidental, las tensiones entre las Coreas en un conflicto estancado en un cese al fuego que ya lleva varias décadas, los choques en la República Democrática del Congo (donde el presidente actual intenta una nueva reelección) y quedan sin mencionar algunas de las “guerras olvidadas”, llamadas así ya sea porque dejan pocos muertos o sobre todo porque no afectan las agendas de los grandes poderes mundiales. Que ojalá este año fuese más de paz que de guerra es un deseo compartido, pero la política no siempre obedece a los deseos de las mayorías.
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